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Sorpresa. Crecieron los incidentes entre familias de orcas que atacan a crías de ballenas para alimentarse

Uno de los mayores atractivos turísticos de la Patagonia costera es la observación de fauna marina. Y hace poco, un llamativo registro fotográfico —que se publicó en todo el mundo— le dio un nuevo impulso: Es que por medio de drones y cámaras de alta calidad se documentó una efectiva cacería de orcas que buscaron sus presas atacando a las crías de ballena franca austral.

Este tipo de incidentes no es algo desconocido para los registros científicos. Pero la gran novedad es que —por el lugar en que ocurrió, cerca de la playa— y por la habilidad de reconocidos fotógrafos locales, munidos de drones, se pudo realizar una documentación exhaustiva de este hecho que hace a la vida cotidiana de los cetáceos marinos en esa región.

La viralización de este duro pero atractivo espectáculo natural se conecta directamente con el popular éxito de público que logró una expedición argentino-norteamericana que recurrió a un dron submarino para investigar la flora y la fauna que habita a 4000 metros de profundidad en el mar Argentino.

Esta actividad del Conicet generó una masiva curiosidad en el publico, que garantizó un muy alto rating a un streaming técnico, sobre lo que originalmente eran áridos temas de biología marina.

“En los últimos tiempos se viene notando un fuerte incremento en este tipo de situaciones, donde familias de orcas persiguen y atacan a las crías de ballenas francas juveniles, en búsqueda de procurarse alimento”, le contó Miguel Botazzi, responsable de una compañía de turismo que opera en Madryn y que se especializa en avistajes de fauna marina desde los años ´80.


Y agregó: “antes veíamos pocos incidentes de este tipo, en parte porque había pocas ballenas. Se calcula que la población regular era de menos de 300 ejemplares y ahora -en el último censo del 2025- los biólogos del Cenpat contabilizaron 2110 ejemplares, de los cuales 826 eran crías de esta especie. Eso explica, en parte, que actualmente cada semana seamos testigos de varios encuentros y episodios de caza de esta naturaleza.

¿Cuál es la razón de este actual aumento significativo en la cantidad de ejemplares de grandes cetáceos, cuando en otros rubros ecológicos la fauna disminuye fuerte? Según contó Botazzi, “hace poco se desclasificaron archivos de la ex-Unión Soviética y se encontró que durante la guerra fría había barcos balleneros rusos cazando estos ejemplares. Pero no por un tema de consumo, sino como una especie de boicot directo hacia ONGs e instituciones como la “Comisión Ballenera”, que se había creado en países de occidente, buscando proteger y regular estos recursos”.

“Claro”, reflexiona Botazzi, “operaban en tiempos en que las imágenes satelitales eran muy escasas y la disponibilidad de los radares, aviones y buques para controlar incontables millas marítimas era mínima”, reflexiona Botazzi.

Estimaciones muestran que, para el 2030- podrían contabilizarse alrededor de cinco mil quinientas ballenas francas en la zona.

A la caída de la USSR y de esta práctica depredatoria, se sumó una casi total caída de capturas comerciales, ya que estos animales dejaron de ser una fuente de insumos para la elaboración de elementos de consumo. Todo eso hizo que la cantidad de ejemplares aumentara año tras año y los mares australes se repoblaran de Eubalaena australis y de otras especies.

De hecho, diversos estudios hechos sobre la actual tasa de crecimiento poblacional de las ballenas del Atlántico sudoccidental muestran que es positiva, se proyecta que -para el año 2030- podrían contabilizarse alrededor de cinco mil quinientos individuos.

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Obviamente, una hipótesis básica de la ecología es que cuando hay más alimento disponible, crecen las poblaciones de predadores que lo consumen. Si la cantidad de ballenas aumenta, “es lógico que más familias de orcas se acerquen a los espacios que ellas recorren, para poder cazarlas y alimentarse. Y como esto también se está dando en zonas en las que también concurre cada vez más turismo, como el Área Natural Protegida “El Doradillo”, a unos 15 kilómetros de Puerto Madryn, estas situaciones de ataques terminan siendo visitas -y registradas- por muchos turistas e investigadores”, comentó Botazzi.

Botazzi, que también es capitán de los barcos de avistaje se entusiasma contándole a PERFIL que “antes, en las salidas de turismo, con suerte nos cruzábamos con familias de orcas una vez por cada temporada. Ahora crecen tanto las poblaciones de grandes animales que eso se multiplicó y vemos estos grandes ejemplares entre 4 y 5 veces por temporada. Y así se da también que podamos verlas atacando a las crías de ballenas para alimentarse”.

Las orcas adultas pueden llegar a pesar más de cinco toneladas y medir hasta nueve metros. Y requieren una ingesta significativa: comen desde leones marinos, a focas, pasando por pingüinos, calamares, pulpos, tortugas, tiburones y delfines. Y, claro, ballenas francas como las que visitan las costas chubutenses. Para sobrevivir, se calcula que deben ingerir entre 50 y 100 kilos de alimento en forma diaria.

En ese sentido, las orcas aprovechan la casi totalidad del cuerpo de sus presas. “En un momento se creía que solo le comían la lengua, pero ahora en las imágenes se ven como comen toda la carne y los órganos del animal cazado”, contó Botazzi.