El sector agroindustrial es tal vez la única actividad de la economía argentina en la que las señales de la política económica y su correlato en medidas concretas se traducen rápidamente en inversiones, que terminan en mayor volumen producido de granos y subproductos como harina, aceite y pellets. En un plazo de sólo seis meses, el agro puede incrementar el ingreso de dólares al país, necesarios para que toda la economía funcione.
La última semana de septiembre hubo un botón de muestra con la suspensión temporal de derechos de exportación (retenciones) a los granos y derivados, bajándolas a cero hasta el 31 de octubre, a través del decreto 682/25 publicado el lunes 22 en el Boletín Oficial, y estableciendo un cupo de 7000 millones de dólares para obtener ese beneficio.
El resultado fue abrumador. En sólo tres días los agroexportadores presentaron Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) por más que ese monto y agotaron el cupo, beneficiándose especialmente los grandes jugadores del mercado, lo que generó también quejas entre los productores y exportadores de menor porte, que quedaron, de algún modo, marginados.
Por su parte, el decreto 685/25 estableció retenciones cero durante el mismo período también para las carnes vacuna y aviar, aunque en este caso sin topes a la liquidación, por lo que el beneficio continúa vigente. El objetivo del Gobierno fue asegurarse el ingreso rápido de dólares para tranquilizar el mercado de cambios, en medio de la campaña electoral.
«Sin dudas fue una medida sorpresiva, que recompone transitoriamente los márgenes de rentabilidad al sector, siendo un impuesto que históricamente posiciona desventajosamente a la Argentina frente a sus principales competidores, especialmente en el complejo de la soja», explicó Eugenio Irazuegui, analista de mercados en la comercializadora de granos Zeni. Y detalló que «en la operatoria a término, la posición para entrega a noviembre mostró un salto de hasta 60 u$s/tn inicialmente».
«Apenas se conoció la medida, CME (Mercado de Chicago, la referencia de precios a nivel mundial) reaccionó negativamente ante la previsión de un aumento significativo de la oferta argentina en el corto plazo, tanto para poroto como por subproductos industriales», consideró Irazuegui.
La campaña 2025/26 es la primera en una década en la que los principales cultivos tienen una baja de retenciones. A la luz de los hechos, el Gobierno parece haber actuado con buen timing en las decisiones de bajar las alícuotas de retenciones a los principales granos y derivados, en una saga que arrancó a comienzos de año y tuvo varios capítulos.
En enero el Gobierno dispuso una baja temporal de alícuotas para los granos, derivados y carnes hasta el 30 de junio. Pero a comienzos de mayo, al acercarse el inicio de la campaña fina (trigo, cebada), los productores pedían señales claras para tomar decisiones de siembra. El 20 de mayo el ministro de Economía Luis Caputo confirmó que las alícuotas para el trigo y la cebada se mantendrían reducidas al 9,5%, y no volverían al 12% anterior a enero.
Se estima que esos 2,5 puntos de rebaja de las retenciones de exportación significan en el trigo una mejora de entre 5 y 6 dólares por tonelada en el precio final. Así, la respuesta de los productores se tradujo en un incremento del área sembrada de trigo.
Con ese dato en la mano, y concluida ya la siembra del trigo que se cosechará entre diciembre y enero de 2026 se observa que «los productores sembraron 400.000 hectáreas más por la baja de retenciones, esto es un 6,3% de mejora versus la campaña anterior, por mayor previsibilidad», apuntó Irazuegui.
Los productores de maíz y de soja, que habían vuelto a las alícuotas previas de 33% para poroto de soja, 31% para derivados (harina, aceite, pellets) y 12% para maíz, tuvieron que esperar hasta el acto de la Exposición Rural de Palermo el 28 de junio para que el presidente Javier Milei anunciara la vuelta de la rebaja, esta vez con carácter definitivo, pasando la soja al 26%, los subproductos al 24,5%, maíz y sorgo al 9,5%, igual que el trigo y la cebada, mientras que el girasol quedó en 5,5 por ciento.
Con esta confirmación los analistas estiman que, en el caso del maíz, que ya comenzó la siembra en los planteos tempranos, el área sembrada crecería esta campaña un 10%, y es incierto el panorama en el caso de la soja.
Según datos de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro de Exportadores de Cereales (CIARA-CEC) en los primeros nueve meses del año el sector agroindustrial liquidó 28.447.322.877 dólares. Antes de la última baja a cero de las retenciones los analistas estimaban que la oferta de granos y derivados remanente de la cosecha pasada (soja, maíz y trigo) equivalía a unos 10.000 millones de dólares.
«Frente al salto en los precios a cosecha (valores futuros con entrega a abril y mayo) no es para descartar que haya una mejora en la intención de siembra de soja 2025/26», anticipó Eugenio Irazuegui.
Y según un reciente relevamiento de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BdeC) ya se sembró el 12,3% del área estimada para maíz, totalizando «1.000.000 de hectáreas implantadas frente a las 700.000 hectáreas que se habían sembrado a esta altura el año pasado».
Hoy el agro es de los muy pocos sectores en los que Argentina juega en las grandes ligas y es la verdadera «fábrica de dólares» del país, vía exportaciones. Son los dólares que después se usan para pagar importaciones de bienes y servicios, para comprar energía y también para pagar compromisos de la deuda externa.
«La novedad hoy es que sube la oferta mundial de granos, pero la demanda no afloja», señaló Enrique Erize, presidente de la consultora Nóvitas, especializada en mercados agrícolas. Además, por primera vez en la historia, comenzada la cosecha de soja en EE.UU. China aún no cerró ningún contrato de importación.
Así, podría haber una sobreoferta de grano de los EE.UU., buscando capturar los mercados abastecidos por Argentina, Brasil o Uruguay, que en esta pulseada sumaron volúmenes embarcados a Beijing. «China no compró soja a Estados Unidos, que está preocupado por el tema, pero el mercado finalmente es de suma cero», explicó Erize.
«Hoy el agro enfrenta un escenario desafiante, con costos crecientes en dólares, tasas de financiamiento elevadas, presión tributaria y precios internacionales bajos. Eso implica márgenes más ajustados y nos obliga a enfocarnos en producir más, siendo muy eficientes en costos», aseguró Ignacio Lartirigoyen, presidente y fundador del Grupo Lartirigoyen.
Lartirigoyen sostiene que es necesario «bajar el costo argentino para ser competitivos para poder exportar y para ello necesitamos una reforma impositiva y previsional, combatir la informalidad y avanzar en acuerdos de libre comercio que nos abran mercados». No olvidó mencionar tampoco «la eliminación de las retenciones».
En el mismo sentido, Alejando Elsztain, CEO de Cresud, destacó que Argentina tiene todo para crecer significativamente en producción agrícola: suelo fértil, clima diverso, tecnología de punta y productores de clase mundial. Pero explicó que «para dar ese salto se necesita previsibilidad macroeconómica, acceso a financiamiento competitivo y un marco de incentivos claros a la inversión«.
Al respecto, Elsztain señaló que «las recientes medidas de baja de retenciones y flexibilización cambiaria «van en la dirección correcta, pero todavía falta profundizar». Y agregó: «Con reglas estables y horizonte de largo plazo, el agro argentino puede incrementar de manera muy significativa su producción en los próximos años».
Juan Tizado, Head Regional de Originación de Cereales y Oleaginosas de Louis Dreyfus Company (LDC), destaca que, ante los bajos precios de los granos, es vital mejorar la competitividad del sector agroindustrial. «Es clave avanzar en mejoras logísticas estructurales, como la modernización de la Hidrovía y la participación privada en la operación de trenes y rutas, iniciativas que pueden implementarse sin generar costos adicionales para el Estado», señaló.
Apuntó que es necesario seguir trabajando en la reducción de las retenciones, especialmente en el caso de la soja, que hoy sufre una carga impositiva particularmente alta en comparación con otros cultivos. «Esta discriminación desincentiva la producción de soja y limita el potencial exportador del país», acotó el ejecutivo.
«La estabilidad macroeconómica es fundamental para el crecimiento, el crédito y las inversiones, tener objetivos de largo plazo, acuerdos comerciales con países o bloques y puertas adentro incorporar tecnología en maquinarias o insumos para ser cada vez más eficientes», señaló José «Pepe» Imbrosciano, VP de Consumo masivo y nuevos negocios de Adecoagro.
«Estamos frente a una campaña muy desafiante en costos, reviendo todos los procesos. Pusimos mucho foco en la negociación de los contratos de arrendamiento y la elección del paquete tecnológico para cada cultivo», destacó. Así, el mensaje es estar en los detalles y cuidar cada peso.
«Por ahora pareciera que no vamos a tener sorpresas climáticas a excepción del centro de la provincia de Buenos Aires que está sufriendo el exceso hídrico», recordó Imbrosciano.
Consultado sobre cómo están hoy los productores y exportadores para aprovechar la demanda global, Enrique Erize explicó que «el sector quedó un poco mejor post baja de retenciones, pero igual los números no cierran, siendo un disparate el 26% de retenciones a la soja».
«Sin retenciones la cosecha de granos iría al doble, no en una campaña ni en tres, pero en 10 años podríamos llegar a los 250 millones de toneladas de granos», asegura Fernando Nevares, presidente de CREA, recordando que hoy se producen unas 130 Mt anuales.
Para ello se necesita trabajar en una agenda de mediano y largo plazo, que aborde la cuestión de la competitividad, manteniendo el equilibrio fiscal, que es fundamental, sostiene Nevares. «Pedimos las reglas más claras posibles, previsibilidad, largo plazo, idealmente una reducción progresiva hasta cero de las retenciones por ley, para no tener estos vaivenes», señaló Nevares.
Además, la agenda incluye el costo de financiamiento de las empresas, dado que «éste es un negocio con márgenes acotados y financiamiento caro», más allá de las asignaturas pendientes en materia de infraestructura, con demoras en obras en rutas y ferrocarriles. «Hay que bajar costos y mejorar la competitividad, si queremos pensar en el largo plazo», remarcó.
En los últimos años varios países vecinos pudieron aprovechar mejor que Argentina el boom de precios. El caso emblemático es Brasil, que «pasó de producir 120 millones de toneladas de soja en 2020 a proyectar 180 millones para 2026. Es decir, en solo cinco años, su incremento en producción superó el total de una cosecha completa de soja argentina», destaca Juan Tizado.
Lartirigoyen pone el acento en el gran desafío del sector para adoptar nuevas tecnologías. «El uso de la Inteligencia Artificial va a permitir hacer más predicciones, análisis de datos, digitalizar ciertos procesos. Por otro lado, tecnologías como drones, nuevos eventos genéticos en semillas, biológicos», amplía.
Hoy aparecen también nuevas vetas de negocios, como la producción de cerdos, el crecimiento en carne vacuna y oportunidades con la camelina, «un cultivo de servicio con renta, ultra-bajo en emisiones de carbono. El área sembrada, en el marco del programa de LDC, creció un 33% respecto a 2024», anticipó Tizado.
