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Andrés Malamud: “Milei es candidato natural a ser reelegido, porque no quedó nadie enfrente”

Los números finales de las elecciones legislativas del domingo soprendieron al propio Javier Milei. Después de meses de turbulencias sostenidas y combinadas en todos los frentes posibles -que pusieron en jaque la gobernabilidad y que concluyeron con el salvataje norteamericano de la economía argentina- el Gobierno y los mercados celebraron. Y lo hicieron con euforia mundialista.

El triunfo electoral de La Libertad Avanza (LLA) a nivel nacional, la recuperación histórica en la provincia de Buenos Aires y la derrota de los gobernadores de las tres principales provincias- Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe- dejaron un Presidente fortalecido. “El Presidente hoy es candidato natural a ser reelecto porque enfrente no quedó ningún candidato opositor natural. Todos perdieron”, dice el politólogo Andrés Malamud, en una entrevista con LA NACION.

Cree que fue sumamente eficaz la estrategia de la polarización y aunque lista las razones de la victoria, destaca la estabilidad económica con la baja de la inflación, y las “identidades negativas”: el “gorilismo” o el antiperonismo. “En la Argentina hay más antikirchneristas que kirchneristas. El Gobierno lo sabía. Lo tiene medido. Y apeló a esa identidad negativa para fortalecer sus éxitos económicos”, agrega.

Según Malamud, el único partido nacional hoy es LLA. El radicalismo está en una crisis terminal. “Sufre la paradoja del éxito. Vendía democracia. Y la vendió. El argentino la compró. Y ya no tiene más qué vender”. El radicalismo no pudo reciclar su promesa.

Con respecto al PRO, también advierte un escenario complicado. “Los dirigentes del PRO tienen futuro, porque los votantes del PRO ya se fueron con LLA. Los principales ministros de Milei vienen todos de Cambiemos: Toto Caputo, Patricia Bullrich, Federico Sturzennegger, ahora Pablo Quirno. Podría haber sido el gabinete de Macri, perfectamente. Ahora tienen los votos de Macri también. Por eso es difícil imaginarle un destino para Macri porque sus votos y sus funcionarios están en este gobierno”, sostiene Malamud, investigador principal en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.

Con respecto a la segunda etapa de su gobierno, Milei deberá buscar acuerdos para sostener el proyecto reformista. “El Gobierno se dio cuenta de que solo no podía gobernar, que, si no tenía apoyo interno, necesitaba apoyo externo. Trump y Bessent sustituyen las coaliciones domésticas que el Gobierno compuso al principio de su mandato”.

-En las elecciones del 26 de octubre, LLA pintó el país de violeta: por un lado, una victoria contundente a nivel nacional; por el otro, una victoria inesperada en Buenos Aires. ¿Qué es lo que te llama especialmente la atención?

-Nosotros sabíamos que había tres resultados posibles. Dos eran catastróficos, o para el peronismo o para el Gobierno. Esos resultados empezaban con “2” si el Gobierno sacaba hasta el 29 por ciento, o con “4” si sacaba más de 40 por ciento. Todo lo demás era interpretable. Estaba todo el país dispuesto a interpretar una elección en la que el Gobierno sacara entre el 31 y el 39 por ciento.

-Cuando te referís a un resultado del veintipico por ciento para el Gobierno, ¿te estás refiriendo a un gobierno que no hubiera podido terminar su mandato?.

-Es muy difícil para un presidente terminar el mandato cuando está en minoría, tiene una crisis económica y, además, tiene enfrente escándalos de corrupción. Es la tormenta perfecta en América latina: crisis económica, escándalos de corrupción y minoría legislativa. Con 29 por ciento ni siquiera hubiera conseguido aspirar al tercio; con el 40 por ciento, lo garantizaba. Y, además, se plantaba para la reelección. No digo que esté garantizada, lo que digo es que el Presidente hoy es candidato natural a ser reelecto porque enfrente no quedó ningún candidato opositor natural. Todos perdieron. Los gobernadores de las tres principales provincias -Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe- perdieron en sus distritos. Entonces, lo que observo como sorpresa es el 4 del 40 por ciento.

-El propio Presidente observa ese número con sorpresa.

-Estamos en apreciable compañía porque que la persona que consigue el 40 por ciento no lo esperaba. Esperaba una elección de treintas, interpretable. Y entonces su discurso el domingo a la noche era interpretar a su favor esa elección cuyo resultado empezaba con 30. Pero no hizo falta interpretación. Lo único que hacía falta era el discurso que asumiera la victoria y la ampliara en resultados. ¿Qué significa ampliar una victoria en resultados? Una victoria son votos y un resultado son bancas. Lo que necesitaba es que esas bancas le permitieran gobernar y reformar. Si no le iba tan bien hubiera tenido que optar por sobrevivir. Ahora tiene las chances de reformar porque tiene garantizado el tercio que le evita el juicio político y tiene abierta la mayoría aliándose no solo con neutrales, con independientes, no solo con los gobernadores que estaban en el medio y perdieron, sino con los peronistas que estaban enfrente y ganaron, con los que él ya se alió al principio de su mandato, sobre todo los gobernadores del Norte: Tucumán, Catamarca y los independientes de Salta y Misiones. Hay antecedentes que él mismo creó. El gobierno de Milei tuvo dos partes: la primera, aperturista; la segunda, de cerrazón. Le fue mejor en la primera. Y hoy tiene mejores chances de construir una mayoría que en ese entonces. Si lo hizo en condiciones complicadas, hoy puede aprovechar estas condiciones favorables.

-No hay una única razón para la victoria. ¿Tiene que ver con la baja de la inflación, con una estrategia efectiva de polarización y la agitación del regreso del fantasma del kirchnerismo?

-Estabilidad económica e “identidades negativas”. No hace falta explicar la estabilidad económica: al electorado no le gusta la inflación y Milei consiguió reducirla. Y las identidades negativas son más recientes. En realidad, las conocemos desde hace mucho pero no sabíamos que se llamaban así. Las llamábamos gorilismo o antiperonismo. A partir del proceso de Fujimori en los 90 en Perú sabemos que hay una identidad antifujimorista que es fuertísima; que es más fuerte que el fujimorismo. Los candidatos fujimoristas sacan entre el 10 y el 20 por ciento de votos de la población, pero cuando tienen que ir a balotaje enfrente siempre hay un 51 por ciento. Hay más antifujimoristas que fujimoristas. Y en la Argentina hay más antikirchneristas que kirchneristas. El Gobierno lo sabía. Lo tiene medido. Y apeló a esa identidad negativa para fortalecer sus éxitos económicos.

-¿Ese es también el motivo por el cual a Provincias Unidas le fue tan mal? Era una propuesta moderada políticamente y sensata económicamente, que no sedujo, no conquistó, no convocó.

-Lo que vende hoy es la autenticidad y la nitidez. El Gobierno consiguió vender ambas cosas. Los gobernadores podían ser auténticos, pero no eran nítidos. La vía del medio nunca es nítida. El agua tibia nunca es nítida. El agua caliente y el agua fría te convencen. Pueden gustarte o no gustarte. El agua tibia, ¿para qué la usás?

-Los 40 puntos que sacó el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, en términos históricos, no es una mala elección. Aunque, claro, habían ganado en septiembre por 14 puntos de diferencia.

-No, no es una mala elección, pero hubo polarización. En un contexto en el cual cinco o seis fuerzas entraban con diputados, hubieran ganado las elecciones, pero hubo una concentración del voto porque la gente entendió que la polarización era útil porque enfrente estaba “el cuco”. Esto funciona para los dos: el riesgo “kuka” del que hablaban algunos o el miedo a los libertarios. “Frenar a Milei”, fue el lema de la oposición kirchnerista. Los dos funcionaron. Tanto funcionaron que aquí no observamos transferencia de votos entre ellos. Si hay que explicar la diferencia de resultados entre septiembre y octubre no es que algunos que votaron primero a Kicillof y luego votaron a Milei; es que algunos que en septiembre votaron a Kicillof, ahora se quedaron en casa y algunos que no habían votado, votaron a Milei. Y las razones para la desactivación del votante kirchnerista son sobre todo el trabajo a reglamento de los intendentes.

-Y los que habían votado a terceras fuerzas ahora se volcaron a Milei y LLA.

-Sí, está la desactivación peronista por salida de juego de los intendentes y el atizar el miedo “kuka” porque enfrente hay alguien que te puede ganar. Los “gorilas” que se habían quedado en sus casas se movieron para votar. Y además hubo una acumulación de los no kirchneristas. En las elecciones de septiembre hubo terceras fuerzas que ahora se sumaron a la lista violeta.

-¿Cómo ves las derivas del kirchnerismo? Hay crisis de ideas, crisis de liderazgo, crisis de rumbo. Kiciloff no logra componer una nueva canción y Cristina porta tobillera.

-Las fuerzas que se denominan progresistas están en problemas en todo el mundo. Eso es para sacarles un poco de peso y responsabilidad: no la están pasando bien las alegadas izquierdas y los progresismos. En la Argentina se suma el fracaso económico. No es solamente la falta de un horizonte que se pueda vender, la falta de un modelo. Hace 30 años decíamos que queríamos ser Suecia, queríamos ser socialdemócratas; hace 40 años alguien decía, “Yugoslavia, el socialismo autogestivo”; otros decían que querían el liberalismo popular de Alemania. Ahora no hay países a los que les esté yendo tan bien. No hay flujos migratorios masivos que quieran ir a algún lugar porque es fantástico mientras nuestro país es un desastre. Entonces, el kirchnerismo junta las dos cosas, falta de horizontes globales e incompetencia económica local. La gente dice “por un lado, no me ofrecés nada que me estimule, y, por el otro, lo que te vi hacer no funcionó”.

-Hablemos de la crisis del radicalismo, un partido que tiene 135 años y puso a 6 presidentes. Hoy atraviesa una crisis muy profunda.

-No quisiste decir “terminal”. Fuiste generosa al evitar la palabra, pero se puede decir que ya pasó por esa etapa. El radicalismo es un partido que sufre la paradoja del éxito. Fijate qué ironía. Vendía democracia. Y la vendió. El argentino la compró. Y ya no tiene más qué vender.

-Decís que no pudo reciclarse en otra promesa.

-Exactamente. Las banderas -la república, las instituciones- son agua tibia. El peronismo vende justicia social y es un fracaso. Hay menos justicia social hoy.

-Esa bandera sigue en pie para levantar.

-Exacto. El fracaso del peronismo le permite sobrevivir porque lo que vende sigue siendo deseado porque no tenemos justicia social. Ahora, si ya tenemos democracia, ¿para qué queremos al radicalismo? Esa es la primera explicación. La segunda explicación está relacionada con los liderazgos: los liderazgos en la Argentina son cada vez más locales; gobernadores populares que cuando arman coaliciones no van a ningún lado porque arriba hay un presidente que llegó por redes y medios. Así que tenés una bifurcación de las carreras políticas: intendentes y gobernadores tienen carreras territoriales y a nivel nacional no existe más eso, se conoce a la gente por redes. Milei ganó en distritos que no había visitado ni fiscalizado. Y hoy la Argentina está aprendiendo a convivir con esos dos niveles: el presidente mediático y el fenómeno de redes, y los gobernadores territoriales. El radicalismo desapareció en la sociedad como partido nacional. Sigue siendo fuerte en algunas provincias, gobierna cinco, pero tres fueron en contra de Milei y dos con Milei. Y desapareció en el conurbano bonaerense. En la última elección, en la provincia de Buenos Aires, el radicalismo sacó 4 por ciento, con alianzas. En la provincia de Buenos Aires metió dos legisladoras provinciales y cero diputados nacionales. En la Capital Federal metió un diputado nacional, escondido, debajo de una lista que tiene otro nombre.

-Están velando el radicalismo.

-Como partido nacional no existe más. El Comité Nacional es una cáscara vacía. Quedan radicalismos provinciales, sin posibilidad de articulación.

-¿El único partido nacional es la Libertad Avanza, dirías vos?

-Sí, porque al PRO le está pasando lo mismo. Hoy tiene la chance de subirse al carro de la victoria y subirse como furgón de cola de LLA. Y lo están haciendo con mayor o menor éxito. Pueden jugar a ser miembros de la coalición de gobierno. El radicalismo hoy ni siquiera tiene esa chance porque está más dividido. El PRO tiene tres gobernadores y dos fueron con el Gobierno. El radicalismo tiene cinco y dos fueron con el gobierno. El radicalismo tiene más afuera que adentro. El PRO tiene más adentro que afuera.

-Hay dirigentes del PRO que saltaron a los campamentos libertarios y la identidad del PRO está en crisis. Sin Macri no hubiera habido Milei, pero habiendo Milei, ¿hay espacio para Macri? ¿Qué rol le queda a Macri?

-Respondo de manera indirecta así: las tres mejores elecciones del Gobierno fueron en Capital, provincia de Buenos Aires y Mendoza, por diferentes razones. ¿Quiénes encabezaron las listas? Bullrich, que venía del PRO; Santilli, que venía del PRO y Petri, que venía del radicalismo. Los mejores candidatos violetas son radicales o del PRO.

-Lo que Milei llamaba “Juntos por el Cargo”.

-Exactamente. Ahora, ya no son más de esos partidos. Bullrich ya es libertaria. Petri también se afilió a LLA y Santilli no es ni colorado; amarillo seguro que no es. ¿Cuál es el destino de Macri cuando su candidata presidencial y sus principales baluartes se pasaron? El PRO tiene un futuro complicado. Los dirigentes del PRO tienen futuro, porque los votantes del PRO ya se fueron con LLA. Y a muchos radicales les pasa lo mismo.

-¿Los votantes de Juntos por el Cambio, podríamos decir, “los huérfanos de Juntos por el Cambio”, encontraron refugio en LLA? Porque hay una porción quizás pequeña que no se siente identificada con la propuesta de Milei.

-Vamos a nuestra inspiración cuando hablás de “huérfanos”, a Juan Carlos Torre. Después de 2001, Torre explica cómo detona la mitad de sistema político argentino. Las identidades políticas no peronistas pierden su casa. El radicalismo ya no es una oferta electoral válida: después de De la Rúa buscan otro destino. Tardan 15 años en encontrarlo. Se llama PRO, primero; Cambiemos, después. ¿Por qué? Porque el PRO toma a los votantes radicales huérfanos de la Capital y de la Provincia, mientras que el radicalismo se mantiene en el interior. Así que tenés a un líder nacional que es Macri con un electorado urbano y a un partido nacional con territorio que no tiene líder nacional. Alcoyana-Alcoyana. En 2019 a Macri le va bien políticamente porque termina el mandato y mal económicamente. Aparece Milei, que originalmente es transversal y está por encima y enfrente de todo. Pero Milei termina siendo el representante de los huérfanos, el nuevo padre que encuentran los no peronistas para votar y vivir en una casa común. Si vos mirás los mapas electorales del 83, los distritos que votaron a Alfonsín se parecen a los que votaron a De la Rúa, a los que votaron a Macri y a los que votaron a Milei. La geografía y la sociología electoral son similares, la ideología, no. ¿Qué diría Alfonsín hoy? Es difícil saberlo. No le gustaría Milei. La democracia la conquistó él y Milei gobierna gracias a la conquista de Alfonsín. Decir que Milei complementa a Alfonsín parece una herejía, pero es objetivamente cierto.

-Cuando ganó Milei en 2023 decías que había ganado “en countries y en villas”, con un voto transversal, mordiendo votos al peronismo y al no peronismo. Con el paso del tiempo uno advierte un discurso fuertemente antiperonista que no tenía en sus inicios. Hay ahí una mutación. No era así al principio.

-No era así. Era un individuo contra el sistema. Cuando entra al sistema tiene que elegir de qué lado se para. Antes estaba afuera tirando piedras. Una vez que entró, miró al espacio alrededor y dijo: “estos son los que me tiran piedras desde adentro”, “con estos puedo cocinar juntos”. Él eligió un lado. Él es un insider. No lo era. Se tornó. Sus principales ministros vienen todos de Cambiemos: Toto Caputo, Patricia Bullrich, Sturzennegger, ahora Pablo Quirno. Podría haber sido el gabinete de Macri, perfectamente. Ahora tienen los votos de Macri también. Por eso es difícil imaginarle un destino para Macri porque sus votos y sus funcionarios están en este gobierno. Porque este gobierno es el heredero del macrismo, fíjate qué ironía, y del radicalismo.

-Ahora Milei tendrá que pasar reformas en el Congreso. ¿Adónde va a ir a buscar aliados?

-Imagino que va a intentar consolidar lo que viene del PRO y del radicalismo, que está semi disponible: mitad está disponible y con el resto tendrá que conversar. Pero tiene que ir a buscar al peronismo, y hay peronismo para buscar porque lo que hizo el kirchnerismo fue definir y, por lo tanto, limitar al peronismo: lo definió como de izquierda y del conurbano. Y está lleno de peronistas que no son de izquierda ni del conurbano. Están en las provincias y tienen diputados y senadores.

-Esas alianzas y conversaciones estuvieron disponibles al principio y el Gobierno se encargó de dinamitarlas. Se retoman ahora. ¿Cuánto tiempo se perdió?

-Si lo mirás desde el vaso medio vacío fue un desperdicio de tiempo. Si lo mirás desde el vaso medio lleno fue un aprendizaje para el Gobierno. El Gobierno se dio cuenta de que solo no podía gobernar, que, si no tenía apoyo interno, necesitaba apoyo externo. Trump y Bessent sustituyen las coaliciones domésticas que el Gobierno compuso al principio de su mandato. El Gobierno empieza pasando leyes como la Ley Bases y avanza porque tenía apoyo en el Congreso. Después, el mismo gobierno lo dinamita. Y cuando está a punto de caerse va a buscar al amigo de Washington y lo consigue. Pero esto demuestra que el Gobierno necesita apoyo, interno o externo. Si tiene los dos, mejor. Y los necesita porque la Argentina es un problema. La economía argentina es un problema. Entonces, posiblemente, por la debilidad argentina y por la condición de minoría del Gobierno, con el apoyo externo Milei fortalece la economía y con el apoyo interno fortalece la coalición. Lo interno, para la política; lo externo, para la economía. Es una chance que no tenemos desde 1930: Gran Bretaña era nuestra aliada externa, la perdimos y nos quedamos como una hoja al viento. Ahora volvemos a tener un aliado externo.

-¿Qué es lo que Milei, de ahora en más, no debería hacer para salvarse de sí mismo y de los errores que cometió al principio?

-Es casi irrespetuoso que un cualquiera le diga lo que tenga que hacer a alguien que está en la presidencia y la mantiene. Lo que uno se imagina es que donde hubo errores no hay que repetirlos. Mi impresión es que él aprendió de esto solito. Él dijo voy a dejar de insultar. Lo aprendió a los golpes. Le iba mal insultando.

-Lo que confirma que no era un rasgo de personalidad sino una estrategia.

-Tiendo a pensar que es más pragmático que dogmático. No sé si es más estratégico que loco; puede ser las dos cosas. Que es estratégico no tengo dudas. Y la virtud que tiene como político es que sigue transmitiendo autenticidad a pesar de actuar pragmatismo. Él hablaba dogmatismo y actuaba pragmatismo. Él estuvo devaluando todo este tiempo y Scott Bessent lo ayudó a devaluar, de a poquito. Administró la devaluación mientras la negaba. Y eso es lo que tiene que hacer un político porque la palabra genera expectativas. El que dice la verdad, la destruye.

-Hablemos de Karina Milei. Acertó o la acompañó la suerte en su lectura y su estrategia dados los resultados electorales. Construyó el partido y pintó el país de violeta. ¿Cómo ves su figura?

-Enfatizo el verbo que elegiste: acertó. Para Maquiavelo, fundador de la ciencia política moderna, la fortuna y la virtud constituyen al Príncipe. La fortuna es la suerte y la virtud es el talento. Ella tiene talento, suponemos, porque la suerte no alcanza, pero sin suerte el talento no le servía. Más que una estrategia, Karina Milei hizo una apuesta. Y la apuesta es: “Mi hermano va a mantener la economía y si mi hermano mantiene la economía, podemos hacer jueguitos políticos porque tenemos margen para jugar”. Cuando la economía se empezaba a desmoronar, su estrategia iba directo al fracaso. Cuando el hermano consigue el apoyo de los Estados Unidos, la economía se sostiene. Y con una economía que se sostiene su estrategia de ir por todo tenía chance.

-Milei, que se autodefinía como especialista en crecimiento económico con o sin dinero, finalmente, necesitó dinero.

-Karina Milei era una especialista en crecimiento con o sin votos: consiguió los votos porque Milei consiguió el dinero. Sin dinero no había votos. A Karina Milei le hubiera salido todo mal sin rescate; le salió todo bien con el rescate. ¿Eso le quita virtud? No. Le agrega fortuna.

-Hoy Milei queda bien parado para fantasear con una reelección. Algunos se preguntan por una fórmula Milei-Milei. ¿Es un escenario posible que él quiera ir por una reelección?

-Sí, creo que ya lo anticipó de manera directa o indirecta. No estamos en una buena era para las reelecciones en el continente americano: Trump perdió, después volvió; Bolsonaro perdió; Macri perdió y Alberto Fernández no lo intentó. Pero 2027 es otro universo. Faltan dos años y puede pasar cualquier cosa. En cualquier caso, él tiene que mantener la expectativa para evitar el síndrome del pato rengo: el síndrome que aqueja a los presidentes norteamericanos en los últimos dos años de mandato cuando no pueden renovar. Están los mercados y los electores mirando al que viene. Les tiene que hacer creer que el que viene es él. Fue la estrategia de Kirchner: pingüino, pingüina. Me parecería muy kirchnerista o peronista lo de postular a la mujer que tenés a mano. Pero no se puede negar que lo hagan como mantenimiento de expectativa y para administrar la elección del vicepresidente o del sucesor.

-Si hubiéramos tenido esta conversación hace un año o unos meses vos me hubieras dicho que en la Argentina le tenías más miedo a la anarquía que a la tiranía. Ahora Milei queda bien posicionado para fantasear con una reelección. Falta mucho, claro, pero imaginemos que consolida su proyecto y va por un segundo mandato, ¿la democracia puede estar en riesgo con una reelección de Milei?

-La respuesta genérica y universal es: la democracia está siempre en riesgo. La libertad requiere de la eterna vigilancia. Si vos te descuidás las cosas pueden salir mal. Milei me preocupa mucho menos que Bolsonaro o Trump. No noto en Milei un apego al poder y no noto en Milei un no reconocimiento de la derrota que es lo que lo distingue de Bolsonaro y de Trump. Cuando Bolsonaro y Trump perdieron no lo admitieron y mandaron a la turba a tomar los palacios de gobierno. Cuando Milei pierde las elecciones en la provincia de Buenos Aires en septiembre da un discurso y lo que dice primero es: “aceptamos la derrota”. Después dijo algunas otras cosas que cayeron menos simpáticas, pero aceptó la derrota y fue a ganar la próxima. Más democrático que esto no se consigue.

-¿Y la no aplicación de leyes promulgadas por el Congreso?

-Esas son las disputas en las fronteras de la institucionalidad.

-El “jugar al fleje”.

-Exactamente. Eso se hace en todos lados. Cuando Macri manda dos jueces por decreto, estaba jugando al fleje; ni hablar del kirchnerismo que se supone que fue menos fiel a las instituciones. En la realidad, el kirchnerismo habitualmente jugaba dentro del fleje. Era muy bocón. La primera Corte Suprema de Néstor Kirchner era impecable. Después se fue desgajando, pero era una muy buena Corte, aceptada por todos los sectores. Lo primero que hace Macri es mandar dos jueces por decreto. Aprende. Rectifica. Retira. Milei es lo mismo. En el fondo no importa cuánta intención tenés de ser autoritario sino cuánta decisión tiene la sociedad de evitarlo. Yo confío mucho en la sociedad argentina.

-Alfonsín dejó como legado la democracia. ¿Qué legado te gustaría que dejara Milei?

-El equilibrio fiscal. En 1930 se nos rompen la democracia y la economía. Arreglamos la democracia en 1983 y la economía lleva casi 100 años sin arreglo. Esto no es solamente por el equilibrio fiscal sino por la falta de crecimiento. El problema es la falta de crecimiento. Con democracia y equilibrio fiscal el crecimiento es una cuestión de tiempo.

-Te gustaría una democracia fiscalista.

Sí, como fue Lula en Brasil o la izquierda uruguaya. Uno puede disentir sobre lo que quiera, pero son personas que lideraron y no rompieron ni la democracia ni el equilibrio fiscal. Son los dos componentes necesarios para que haya inversiones, trabajo y crecimiento. No lo garantizan, pero son condiciones sin las cuales el resto no viene.