No son días fáciles para la expresidenta Cristina Kirchner. De hecho, probablemente, nunca fueron tan difíciles. La sensación permanente de la tobillera electrónica en su pierna derecha es el primer indicador de que las cosas han cambiado mucho desde aquellos días en que una noche sí y otra también daba largos discursos por cadena nacional desde la Casa Rosada.
Su hábitat ya no es al Patio de las Palmeras, desde donde arengaba a la militancia. Ni siquiera el Instituto Patria. Ahora apenas puede salir al balcón del segundo piso de San José 1111 a saludar a una reducida feligresía. Es el límite de su hogar prisión, donde purga su condena a seis años por corrupción.
Es, también, el lugar donde hizo su inesperado baile del domingo 26 de octubre, en medio de la fuerte derrota electoral del peronismo, gesto que se convirtió en un símbolo del malestar con ella de buena parte de la dirigencia justicialista: las críticas a su conducción partidaria -y a la de su hijo Máximo en Provincia- se multiplicaron y no parece que vayan a detenerse.
Parte del peronismo entendió que el planteo “frenar a Milei” fue fallido y que deben reinterpretar a una sociedad que les dio la espalda, además de descubrir cómo pararse frente a un Gobierno al que no entiende ni en forma ni en fondo.
Cristina, en cambio, publicó un documento -cuatro hojas, diez ítems y una posdata- dirigido a los “compañeros y compañeras militantes”, donde hace gala de su saber omnisciente y, por las dudas, enseguida culpa de la derrota al gobernador bonaerense Axel Kicillof por desdoblar las elecciones. Sostiene que ella había avisado -en privado- que eso sucedería.
Incluso, asegura que ella “la vio” antes que nadie: “Les recuerdo que en el 2023, cuando nadie tenía en el radar a Javier Milei como posible presidente de los argentinos, sostuve en un programa televisivo, que la elección presidencial de ese año iba a ser una elección de tercios”, escribió.
El documento es revelador del cristal con el que Cristina -que perdió seis de las últimas siete elecciones nacionales- mira la realidad. Habla del “país que dejamos en 2015”, como si entre 2019 y 2023 ella no hubiera sido vicepresidenta, y anuncia una “fuerte ofensiva para romper el peronismo” con su propio caso como ejemplo: “Empezaron apenas un mes y medio después de la muerte del Papa Francisco cuando, en forma inédita y en tiempo récord, ordenaron mi prisión y mi proscripción de por vida para ejercer cargos públicos”.
Ellos, los que “empezaron”, serían los antiperonistas en general y el Poder Judicial en particular, al que le dedica un largo párrafo. Se entiende: desde este jueves Cristina estará sentada nuevamente en un banquillo de los acusados, en lo que será el juicio por corrupción más grande de la historia argentina.
Los cuadernos de las coimas.
La expresidenta es uno de los 126 acusados, 65 de ellos empresarios. Los delitos que le achaca la fiscalía en la causa central del juicio son asociación ilícita en carácter de jefa y cohecho pasivo en calidad de coautora, reiterado en 26 oportunidades. Pero hay otras causas conexas.
En una, el Ministerio Público Fiscal considera que Cristina cometió cohecho pasivo, reiterado en tres oportunidades. En otra, un poco más: el informe de la fiscal general Fabiana León habla de “cohecho pasivo, en calidad de coautora, reiterado en 175 oportunidades”. Los cuadernos en los que Oscar Centeno registró las coimas en el gobierno de Cristina Kirchner.
En total, 204 coimas.
Generados por una asociación ilícita “que desarrolló sus actividades al menos desde mayo de 2003 y hasta noviembre de 2015, y cuya finalidad fue organizar un sistema de recaudación de fondos para recibir dinero ilícito con el fin de enriquecerse ilegalmente y de utilizar parte de esos fondos en la comisión de otros delitos”.
El juicio -en el que declararán 899 testigos y se juzgarán 540 hechos delictivos que encuadran en 8 figuras de Código Penal- puede durar un par de años. Se hará una sesión cada jueves hasta marzo, cuando comenzarán a realizarse martes y jueves.
La pena a Cristina puede llegar a los 12 años.
Siempre le quedará la posibilidad de salir a bailar al balcón.
