Van a cumplirse diez días del momento tan incónico como vergonzoso que Cristina Kirchner estelarizó aquel domingo 26 de octubre, en medio de la inesperada derrota del peronismo a nivel nacional pero sobre todo en la Provincia. Con el resultado puesto, que dejó al fantasmal Jorge Taiana un punto por debajo de Diego Santilli, el gobernador Axel Kicillof salió a explicar que perdieron “por poco”, una frase que tal vez no sea de las más felices. Pero lo que hizo CFK, en simultáneo, opacó todo lo demás: se puso a bailar en su balcón carcelario de San José 1111. Sí, a bailar, con una sonrisa dibujada en la cara y con evidente disfrute por lo que acababa de sucederle a su rival en la interna peronista, caer derrotado en su propio territorio.
La razón por la que Cristina estaba bailando, en definitiva, era porque consideraba que ese traspié la dejaba bien parada a ella. Que la caída en la Provincia era una buena noticia porque la mantenía con autoridad y poder de veto dentro del peronismo, lo cual no se hubiera dado en caso de una nueva victoria como la de septiembre: eso escenario hubiera posicionado a Kicillof como el “challenger” indiscutido de Milei en 2027 y a la vez diluido la influencia de la ex presidenta. En cambio, ahora están empatados: como Axel perdió, Cristina ganó.
La dura carta que CFK publicó en los últimos días, en la que culpaba al gobernador por la idea del desdoblamiento que permitió ganar en septiembre pero terminó en fiasco en octubre, también va en el mismo sentido: el culpable del resultado, según Cristina, es Axel. Lo mismo que insinuó, con sus morisquetas, el ya no tan joven Máximo Kirchner en el búnker de la derrota, moviendo la cabeza y gesticulando mientras el gobernador hablaba. Pero lo cierto es que en el propio peronismo hoy se multiplican las voces -desde gobernadores a intendentes- que exhortan a la jefa a dar un paso al costado, a cederle el protagonismo a las nuevas generaciones, a dejar que el movimiento genere brotes verdes y vuelva a enamorar. Muchos lo reclaman en voz baja, otros dando la cara. En términos de Kicillof, sería empezar a tocar una nueva canción.
Pero Cristina sigue ahí, bailando la misma de siempre en su balcón de presa vip.
