A Miguel Ángel Berlini (64) le gustaban las charlas y las risas en familia, pero no se sentía seguro con sus dientes. Por eso hace tiempo venía meditando la posibilidad de hacer algún tipo de tratamiento para verse bien al sonreír. Lo consultó con todo su círculo familiar, investigó durante meses y averiguó distintos tratamientos, hasta que dio con un cirujano que lo convenció de un método de implante dental. Nadie imaginó que esa cirugía iba a tener un desenlace trágico.
Miguel murió dentro de la Clínica Robles de Belgrano, propiedad del cirujano plástico Marcelo Fernando Robles (57). El médico cirujano José Miguel Galeano (47) alquiló ese lugar para llevar adelante la operación. Los dos profesionales ahora quedaron detenidos mientras se investiga si hubo mala praxis y el lugar fue clausurado.
Todo empezó el miércoles pasado a las 8 cuando Miguel ingresó al quirófano. Estaba previsto que la cirugía terminara a las 12, y a las 17 recibiera el alta. Pero el hombre, que trabajaba como Uber desde que la app llegó a la Argentina, nunca despertó de la anestesia.
Los exámenes prequirúrgicos habían dado bien y Miguel no tenía afecciones previas. Pero a pesar de haberse informado bastante y estar muy decidido a hacerse el tratamiento, ese día Miguel estaba un poco asustado, según contó Juan Pablo Curet Berlini (30), su sobrino y ahijado.
En la familia había expectativa por la operación. Esa mañana lo acompañaron Alejandra Berlini (62), su hermana, y las dos hijas del hombre, Camila (27) y Celeste (30); esta última viajó desde Bariloche para estar junto a su papá.
“Desde que entró al quirófano se perdió toda comunicación con el afuera”, dijo Juan. Con el correr de las horas, la situación se fue poniendo extraña. La familia, que se quedó en la clínica esperando a Miguel, veía que no había ningún tipo de comunicación por parte del equipo médico y el staff. Ya eran las 12 y Alejandra empezó a preguntar por su hermano.
“La única comunicación que hubo al pasar fue: ‘Está todo bien, pronto va a pasar a terapia para hacer un escaneo’”, comentó Juan. A la familia le llamó mucho la atención que mencionaran el sector de terapia y la respuesta que obtuvieron fue que era porque el aparato se encontraba allí.
El tiempo pasaba y la familia seguía sin novedades. “A la gente que iba y venía y mi mamá les preguntaba ¿Cómo está Miguel? ¿Ya salió? ¿ Cómo va todo? Y la respuesta era siempre: ‘Ya te averiguo’”.
Lo que la familia no sabía era que del otro lado del pasillo, empleados de la Clínica Robles llamaron al SAME dos veces. La primera, para pedirles que fueran por una emergencia. La segunda, para decirles que ya no hacía falta porque Miguel había fallecido. También llamaron dos veces a la Policía, una vez para fueran “por un paciente que se encontraba con bajos signos vitales”, otra para pedirles que no lo hicieran.
Fue en ese momento que los dos médicos salieron. “Hubo una complicación. Sufrió un paro cardiorrespiratorio”, le dijo Robles, el dueño de la clínica, a Alejandra. “¡¿Se murió?!”, preguntó ella. “Sí, falleció”, respondió y sin decir más nada se fueron.
Nadie podía creer lo que estaba sucediendo. Menos lo que iba a venir después. Una de las dueñas de la clínica apareció en la recepción y en lugar de contener a la familia, comenzó a increparla.
La Policía llegó y cuando los oficiales de la Comisaría Vecinal 13C vieron que Miguel había fallecido, se comunicaron con la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N° 59.
En ese momento, un empleado de la Clínica Robles le dijo a la familia: “Chicos, no les conviene hacer una autopsia. No la pidan porque después el cuerpo se va a ver feo para el velorio”. Juan y su familia todavía no salen de la consternación por la sangre fría de la persona que les dijo eso. Al shock por la muerte de Miguel y por como se dieron las cosas, se sumaba una clara maniobra de intentar tapar todo delante de ellos.
Uno de los oficiales tranquilizó a la familia y les dijo que la autopsia se iba a hacer igual por protocolo.
La fiscalía pidió que la Unidad Criminalística perite el lugar y que después se trasladara el cuerpo a la morgue forense.
También decidieron que los médicos Galeano y Robles queden detenidos, el secuestro de sus credenciales profesionales, de la historia clínica de la víctima y la clausura del lugar con una faja. Los dos cirujanos están imputados a priori por “homicidio culposo”.
De las primeras averiguaciones lo que se sabe hasta ahora es que las alarmas en el quirófano de la Clínica Robles se encendieron cuando Miguel no se despertaba después de la operación.
Estaba con bajos signos vitales. Galeano y Robles dijeron que constataron el fallecimiento a las 16 y que le practicaron RCP durante 40 minutos. A la vez, el SAME, a través del servicio de Telemedicina, constató la muerte a las 16.40. Cerca de las 17 llegó la Policía al lugar. Alejandra preguntaba desde las 12 por su hermano. Recién en ese momento se enteró lo que había pasado.
“Te cuesta creer que haya sido así de esta manera. Obviamente es antinatural y hasta perverso el desmanejo. Hay muchas maneras de encarar una situación así, obviamente que cuando pasa esto siempre hay un responsable, pero más allá de eso, es cómo se encara”, expresó Juan sobre la terrible situación que vivieron como familia.
“Me perturba pensar en la manera siniestra en la que trataron de encubrirse antes de lo primordial, que es hacerse cargo si cometieron un error. ¿Por qué tanto encubrimiento? ¿Qué pasa en esa clínica? ¿Qué pasa con ese doctor y su equipo de anestesistas? ¿Hay algo que no se tiene que saber y están tratando de ocultar?”, son algunas de las tantas preguntas que la familia necesita responder.
“Además de ser una persona increíble -y no lo digo porque haya fallecido- era una persona muy generosa”, así lo definió Juan, su sobrino. Para él, Miguel fue muy importante en su vida, ya que además de ser su tío y su padrino, también fue como un padre y vivió con él muchos años.
“Era un tipo que era muy sano y muy bueno. Siempre era mediador, muy calmado, muy tranquilo. Nunca lo vi desenfocado o enojado, era muy sereno”, lo recordó Juan.
Miguel, que vivía en Villa Adelina, partido de San Isidro, siempre fue comerciante y tenía mucha inspiración para abrir negocios. Había tenido varios, de distintos rubros, y le gustaban particularmente los kioscos y las heladerías. Desde que Uber llegó al país trabajaba como chofer para la aplicación. Hacía poco había podido cambiar el auto y se había comprado un 0 kilómetro.
“Le gustaba hablar de negocios. Quería poner un local para sus hijas. Siempre estaba abocado a ellas, principalmente, y a su familia en general. Él les quería dejar la tranquilidad o una resolución para su vida económica”, contó Juan.
Miguel estaba separado hacía algunos años de la madre de sus hijas. Eso no le impidió generar una estructura familiar sólida. “Era una persona que vivió para los demás. Obviamente que para él también, pero siempre con mucha bondad”, dijo Juan.
“Iba con el mate para todos lados. Era muy segundero, si por ejemplo yo tenía que hacer un trámite, él me llevaba y venía con el mate”, recordó su sobrino. También le gustaba cocinar, tanto pastelería como hacer asados.
La idea del implante dental le había surgido hacía unos años. “Tenía cierto complejo con sus dientes. Los sentía muy feos. Hace muchos años se hizo un tratamiento provisorio, hace dos años se le empezaron a salir los arreglos y sentía un poco de vergüenza, le costaba comer, se reía y se sentía un poco mal con los dientes así”, contó Juan sobre el motivo de la cirugía.
“Investigó en la Facultad de Odontología, investigó este otro tratamiento (el de Galeano). Estos doctores le dijeron que venían haciendo esto en distintas partes de Brasil, que era interesante porque quedaba muy bien”, contó Juan.
El hombre le preguntó a cada uno de los integrantes de su familia qué opinaban sobre lo que quería hacer. Ellos no estaban seguros. “Le dijimos, ¿por qué no te haces la dentadura postiza común? Y él no quería porque decía que ‘se sale y se cae’. ‘Voy a parecer un viejo’, respondía”.
Miguel pagó unos 5.000 dólares por el tratamiento que consistía en reemplazar las piezas dentales visibles, las de adelante. Así, quería seguir sonriendo con los suyos, pero ahora no está más. La familia quiere saber qué pasó adentro de la Clínica Robles y que los responsables se hagan cargo.
