El feroz asesinato de Fabián Gutiérrez en El Calafate sucedió ocho meses después de que fuera procesado en la causa de los cuadernos de la corrupción, que ahora tiene en el banquillo a Cristina Kirchner.
Su crimen de repercusión internacional -fue tapa del Financial Times– despertó suspicacias que la condena a los asesinos, el año pasado, no consiguió apaciguar.
Gutiérrez era el secretario privado de Cristina, se hizo millonario sólo por hacer ese trabajo durante cuatro años, declaró como arrepentido en contra de su ex jefa y sus asesinos dijeron que fueron a asaltarlo buscando “la plata de la corrupción”.
La trampa fue una carnada sexual. Gutiérrez recibió en su casa a quien pensó que sería su amante y fue su asesino, que actuó junto a dos cómplices.
Fabián Gutiérrez murió por la plata de la corrupción de Cristina Kirchner.
Si su función imaginada de custodio del cash pudo ser un mito patagónico, no lo eran sus propiedades confirmadas: Gutiérrez empezó a trabajar para los Kirchner viviendo en casa de sus padres con un auto usado y terminó con 36 casas, dos hoteles, 35 autos de lujo y tres embarcaciones a nombre suyo y de sus familiares más cercanos.
La condena a los asesinos -los tres, menores de 20 años- cerró el caso, pero no la puerta del laberinto de una trama llena de dudas.
Una camioneta de alta gama estuvo estacionada junto a la casa de Gutiérrez mientras sucedía el asesinato y luego se fue. No era de los vecinos. No era de los asesinos. Nunca se supo de quién era.
Uno de los condenados, tras matar a Gutiérrez, viajó 40 kilómetros por la ruta hacia El Chaltén, estuvo dos horas a mitad de camino, de madrugada, y regresó. Nunca se supo qué llevó ni a quién fue a ver.
Después del crimen, el celular de Gutiérrez fue enviado a Buenos Aires para ser peritado por Gendarmería. Sus últimas comunicaciones podrían haber dado alguna pista más, si es que el crimen tuvo más razones que la del simple robo.
Pero a Buenos Aires llegaron los sobres cerrados con los demás celulares incautados en el caso y un único sobre abierto: el que tenía el celular de Gutiérrez.
Un iPhone con carcasa roja cuyo contenido fue borrado y jamás pudo recuperarse.
Después, durante el juicio oral, un amigo de la víctima declaró que él conocía la clave para abrir el celular de Gutiérrez y que se lo había dicho a una oficial de la Policía de Santa Cruz, pero la Policía nunca le dio el dato a la justicia.
La Policía de Santa Cruz -que dependía de la gobernadora Alicia Kirchner- escondió el dato durante cuatro años. La fiscal que investigaba el caso era Natalia Mercado, hija de Alicia y sobrina de Cristina Kirchner.
El celular de Gutiérrez nunca se abrió y la oficial que tenía la información no declaró en el juicio porque le pasaron “carpeta psiquiátrica”.
Aquellas sombras olvidadas vuelven ahora con Cristina en el banquillo y las acusaciones de los “arrepentidos”.
La de Gutiérrez está incorporada a la causa y, como contó la periodista Lucía Salinas, sirve de prueba aunque él ya no pueda declarar en el juicio.
Su testimonio aún molesta. Dice, por ejemplo, que Cristina iba a la Casa Rosada y, mientras estaban con Kirchner, llegaba José López -el de los bolsos en el convento- cargando bolsos.
Y que Daniel Muñoz era el único que podía tocar las valijas con candados en los viajes a Santa Cruz.
Muñoz, el secretario de Kirchner que murió en 2016, compró 14 departamentos de lujo en Miami y Nueva York.
Las huellas de la corrupción del particular juicio a Cristina que se hace ahora como si estuviéramos en pandemia -y con insólitos problemas de conexión a internet- están también en la historia de Fabián Gutiérrez, aquel imputado colaborador que ya no sabía cómo esconder la fortuna que no hizo solo o no era suya.
Por eso Cristina tuiteó este martes: «A Fabián Gutiérrez lo amenazaron con meter presas a su madre y a su hermana si no declaraba en contra mía».
Es porque Gutiérrez ya no sabía qué hacer con la plata de la corrupción y también ponía las propiedades a nombre de sus familiares directos.
En la misma línea -para tratar de desestimar las acusaciones-, Cristina había dicho que los arrepentidos fueron “torturados” para declarar.
Gutiérrez fue torturado y asesinado después de eso, en nombre del tesoro escondido.
