Categorías
Noticias Política

Milei tendrá el primer presupuesto aprobado por el Congreso

A regañadientes y antes de lo que en el propio Gobierno calculaban, Luis Caputo tuvo que presentar ayer su regreso a los mercados de deuda pública. En este caso, Caputo saldrá el miércoles a la pesca en el lago local, y él mismo presentó la excursión casi sin disimulo como una respuesta al FMI, que esta semana se unió al coro de bancos de inversión internacionales y economistas argentinos que estaban reclamando que, de una vez por todas, la Argentina se dedique a acumular reservas para poder salir del rojo en el Banco Central. El pedido es que el Gobierno encuentre algún camino para salir de la gran paradoja que presentan las finanzas de la era Milei: si no aparecen reservas, los inversores financieros cobrarán tasas de interés más altas para que la Argentina consiga los dólares que, entre otras cuestiones, le permitan incrementar las reservas.

Javier Milei lleva casi un año diciendo en privado que la Argentina volverá en el verano 2026 a vender bonos de deuda a inversores privados cuando el Riesgo País llegue a los 300 puntos. Hoy -con una elección ganada en el medio y una desarticulación del peronismo en proceso- el indicador está en el doble de esa cifra, y nadie arriesga a pronosticar que el Gobierno consiga llegar al número mágico de Milei a tiempo para el gran vencimiento de deuda de las primeras semanas de enero.

¿Por qué el Gobierno no consigue convertir la victoria sorpresiva y concluyente de octubre en un verdadero impulso para la recuperación de la economía?

En principio, en 2025 ya quedó bastante claro que el mercado no cree todo lo que dice el Gobierno. Ya no alcanza con que Caputo diga a desgano que ahora sí, de verdad, se va a a dedicar a acumular reservas. Ahora, quien tenga intenciones de invertir en la Argentina esperará a que esa promesa del ministro aparezca antes en las planillas del Banco Central.

No es tan difícil de entender esa desconfianza de los grandes inversores. Es el mismo motivo que lleva a millones de argentinos a seguir comprando dólares todos los meses a pesar de que la cotización de esa moneda salió hace tiempo de los noticieros de TV y los portales de noticias. La economía de Milei -suelen decir los economistas cercanos al Gobierno que mantienen a pesar de eso algunos reparos frente a la gestión- tiene frente a sí una pared de fuego que no consiguió superar: la tendencia de la sociedad a comprar dólares. “El país está ante una oportunidad de crecimiento única, pero si los argentinos siguen comprando dólares todos los meses, no hay manera de que esto funcione”, le dijo hace dos semanas a un grupo de ejecutivos en una conversación cerrada uno de los economistas que más respeta el Presidente.

Es posible sospechar que esos dos impulsos -el de los inversores a reclamar que suban las reservas y el de los ahorristas a refugiarse en el dólar- se modificarán en el mismo momento. El problema es que nadie sabe cuándo llegará ese día.

A diferencia de lo que pasa en el resbaladizo terreno de las finanzas públicas, el Gobierno parece mucho más solvente en un ámbito que parecía completamente alejado de los orígenes de La Libertad Avanza: el Congreso. El oficialismo convirtió una elección muy buena en una cosecha parlamentaria todavía mayor.

Lo que hizo este año La Libertad Avanza en ese rubro es sorprendente. Tal vez el peronismo de la década del ‘40 del siglo pasado sea el único antecedente comparable si se toma en cuenta que Milei armó un espacio político que en sólo cuatro años de historia logró convertirse en el bloque de diputados nacionales más numeroso y que conserva la posibilidad de hacer aprobar proyectos en el Senado si negocia con los aliados e incentivos correctos. El radicalismo de Raúl Alfonsín no es asimilable porque cuando consiguió la explosión del regreso a la democracia de 1983 era un partido con décadas de historia.

En este campo, la duda que permanece es si el Gobierno conseguirá convertir ese excelente contexto en un cuadernillo de leyes aprobadas. En sus primeros meses de gestión, y habiendo asumido como el presidente más débil de la historia, Milei había logrado armar bloques de apoyo ganadores. Las peleas internas, las bravuconadas sin sentido, las malas estrategias y la pelea propia de las elecciones de renovación parlamentaria hicieron estallar ese primer esquema virtuoso. Ahora, con una situación muchísimo más ventajosa, el oficialismo tiene a mano la posibilidad de hacer aprobar leyes sin negociar y ceder tanto como antes.

Sin embargo, todavía parece a tiempo de arruinar todo otra vez. El proyecto de la reforma laboral es un buen ejemplo de esos problemas. El Gobierno armó un Consejo de Mayo en el que, se suponía, los sectores interesados en discutir sobre la reforma iban a poder conocer qué quería hacer el Presidente en el campo de las relaciones laborales. Hubo varias reuniones, y quienes participaban de esos encuentros veían pasar borradores difusos y proyectos publicados por los medios que, en muchos casos, se contradecían con lo que se hablaba en esos encuentros.

Durante meses, los funcionarios de Federico Sturzenegger, ministro de Modernización, dijeron una cosa y los de la Secretaría de Trabajo otra diferente. No es una novedad para este Gobierno.

El jueves por la noche, en los despachos de los senadores de La Libertad Avanza comenzó a circular un nuevo borrador de 182 artículos que nunca había sido presentado en el Consejo de Mayo. ¿Qué consenso puede tener en el Senado un proyecto de ley que llegó al Congreso de esa manera? La encargada de empujarlo en las sesiones extraordinarias será Patricia Bullrich, ex ministra de Trabajo del gobierno de la Alianza y que ya se convirtió en la jefa del oficialismo en la Cámara alta.

En Diputados, al mismo tiempo, Martín Menem tendrá que hacer aprobar otra vez el dictamen del Presupuesto 2026 que la Comisión votó tras la victoria de octubre. Todo indica que el presidente de la Cámara no tendrá problemas en ese caso, y que la Argentina, después de tres años, volverá a tener las cuentas del Estado aprobadas por el Congreso.