Un grupo de 30 ciclistas, una vez por semana, se reúne con un objetivo: ayudar a la gente que vive en la calle de la ciudad de Buenos Aires. Son los integrantes de ElevenBike. Se conocieron durante la pandemia y ya llevan recorridos 15.000 kilómetros de solidaridad.
En medio de la noche, aparecen con sus camisetas de color naranja y verde flúor para inundar de lucecitas la plazoleta Lolita Torres, en el barrio de Villa Crespo. El lugar es el punto de partida de “los chicos de la bici”. Son las 8 de la noche. El recorrido empieza en avenida Córdoba y Juan B. Justo y va a terminar pasadas la medianoche en avenida de Mayo.
Ellos están a punto de salir al rescate. Antes, distribuyen las tareas: revisan el handy para la comunicación, separan y doblan ropa, controlan que estén los termos con café y las 400 viandas con el guiso de lentejas que cocinaron para que el frío duela menos.
“Vamos a arrancar con la salida solidaria, cuando encontramos una persona en situación de calle, un pelotón frena y el otro lo pasa. Gracias por sumarse a la iniciativa. No es fácil, es fuerte lo que nos encontramos”, arenga Hernán, líder de la iniciativa.
El equipo responde con un aplauso potente e inmediatamente empiezan a pedalear. Una camioneta y un auto los escoltan con provisiones. La patrulla solidaria ya está rodando.
Más personas en situación de calle
“Después de lo que pasamos con el coronavirus, aumentó la cantidad de gente en la calle. Cada vez son más los nos piden un par de medias y con vergüenza piden hasta ropa interior”, dice Andy, una de las colaboradoras. Según el último censo de personas que viven en situación de calle: una de cada tres se quedó sin techo durante la pandemia.
Hernán cuenta que las salidas solidarias nacieron con el propósito de poner el cuerpo y espíritu en movimiento para que algo cambie: “El encuentro es fuerte. Ellos necesitan hablar, ser escuchados. Muchas veces es más el tiempo que nos quedamos escuchando que el que tardamos en entregar la mercadería”.
“Duermo con esta hoy, no tenía ni manta. Me re salvaron los pibitos de la bici”, agradece Juan mientras se abriga con la flamante campera como si fuera una especie de escudo protector.
El jubilado que duerme en el cajero
La próxima parada nos sacude. Es una trompada de esas que te dejan en el piso. Manolo es jubilado, tiene 89 años y va todos los días a la puerta de un cajero. Pasa ahí 12 horas: “yo no pido nada, yo trabajo, abro y cierro la puerta del banco. Los gerentes juntan plata y me dan todas las semanas”. Manolo responde con honestidad que tiene algo de ropa, pero que le faltan medias y calzoncillos.
Silvia es vecina de Manolo. Hace siete años que duerme en la calle, últimamente lo hace con la mochila puesta debajo del poncho para que no le roben. “No sé si estás zapatillas son tu número. ¿Querés probarte?”, le pregunta Andy. Las zapatillas le quedan bien, pero les faltan los cordones. Andy los promete para la semana próxima. Silvia sonríe y espera.
“Los chicos de la bici”, lo hicieron de nuevo. Termina la recorrida y se pierden entre la ciudad. Los esperan más cruzadas. Piensan seguir sumando kilómetros de solidaridad. Son verdaderos superhéroes, que se despiden hasta la próxima pedaleada