“Esto se remonta a un pueblito, Santa Rosa de Leales, a 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Y, como en todos los pueblitos, los chismes van de punta a punta con rapidez”. Así comienza a contar su historia Ángel Páez, un hombre de 59 años que busca comprobar en la Justicia que es el hijo de Elías Chahla, un hábil comerciante que escaló hasta convertirse en uno de los empresarios más poderos de la provincia.
Luego de 23 años de espera, logró que exhumen el cadáver de su presunto padre, que descansa, desde 2010, en un imponente mausoleo del Cementerio del Oeste, de la capital.
El caso siempre estuvo signado por demoras: el procedimiento, que implica la intervención de bomberos y equipo científico, debió hacerse el último jueves, pero fue reprogramado a último momento.
Si no hay cambios, este martes peritos del Laboratorio de Genética Forense del Cuerpo Médico Forense y Morgue Judicial le extraerán ADN al cuerpo, que será cotejado con la muestra que fue tomada a Páez en agosto. De confirmarse, el tucumano podrá reclamar una herencia de 40 millones de dólares.
Ese momento, podría ser el capítulo final de una historia que comenzó a escribirse mucho tiempo atrás y que involucra al poder político tucumano.
Caramelos y caña de azúcar
En 1970, envuelto en un delantal blanco, Ángel Páez aprovechaba alguna distracción de las maestras de la Escuela Nacional N°120 para cruzar corriendo al almacén de Ramos Generales. Se llenaba las manos de caramelos y le pagaba al hombre fortachón y de baja estatura que estaba detrás de la caja.
En ese momento, estaba convencido de que su abuelo Valentín y su abuela, Carmen, eran sus padres. Creía, además, que la joven que lo llevaba todos los días al colegio, era su hermana. Las burlas de sus compañeros, que buscaban abrirle los ojos sobre el rumor que corría entre los adultos, las padecía con dolor.
María Trinidad había conocido a “El Turco”, como le decían al próspero comerciante tucumano, diez años antes. “Mi mamá, que vivía a 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán, iba a la ciudad a hacer las compras. Él le ofrecía llevarla. Entre ida y vuelta, quedó embarazada a los 18 años”, cuenta Ángel.
De acuerdo a esa versión, Elías Chahla -de novio con la que sería su esposa- no quiso hacerse cargo del bebé y la familia Páez, que trabajaba en la zafra (la cosecha de caña de azúcar), eligió callar.
Valentín no tomó ninguna represalia contra su hija. Por el contrario, “donde comen tres, comen cuatro”, le dijo a la joven que optó por ponerle “Eduardo” como segundo nombre al recién nacido, en honor al obstetra que lo recibió en el Hospital.
“Eduardo, que fue mi padrino, fue el único que la ayudó. Le obsequió pañales y otros artículos para darle una mano”, recuerda sobre el médico.
“Cuando nací, mi mamá comenzó a trabajar como empleada doméstica y seguía pelando a mano las cañas de azúcar, todo, para darme un sustento. Ella andaba en sulky y no tenía para comprar calzado. Ese sentimiento de ‘falta’ la viví desde chico, mientras mi padre crecía económicamente. La dejó tirada, se borró”, asegura Páez.
“Solo recuerdo que mi tía, una mujer de ojos miel, me llamaba desde la esquina en la salida de la escuela y me daba un sanguche de mortadela y un vaso de gaseosa. En esa época empezaban a verse las botellas de vidrio de Coca-Cola. Me miraba con ternura y me decía: ‘Tomá mi amor’”, cuenta.
María Trinidad, su mamá, murió en 2002. Nunca se casó. Tampoco hizo ningún comentario sobre el padre de su hijo. “Yo me fui dando cuenta con el tiempo de que lo que me decían mis compañeros de la escuela, en tono de broma, era real: que mis padres eran mis abuelos y que mi hermana era mi mamá. También, que yo era “el hijo del Turco”, como ellos me remarcaban”.
“Hace 59 años, ser madre soltera era un tormento, un mal ejemplo. Hoy quiero ser su justiciero”, asegura.
“Cuando le conté a mi mamá que yo iba a buscar que mi padre me reconozca, ella me dijo: “Si querés hacerlo, no hay problema. Nunca me habló mal de él ni de su familia. Yo creo que ella sentía que había defraudado a sus padres y se sentía mal por eso”, agrega sobre la charla que tuvo con su mamá 23 años atrás.
“Ahora espero que el cotejo de ADN llegue a buen puerto y que nadie meta la manito”, dice con una desconfianza impulsada por las demoras en la causa. “Tengo una ansiedad controlada, porque ya te acostumbras, pero es algo terrorífico la cantidad de tiempo que pasó sin que yo pueda tener una respuesta que tiene que ver, nada más y nada menos, con mi identidad”, cierra.
La disputa se dirime en el Juzgado Familia y Sucesiones de la 3° nominación, a cargo de Juan Carlos Torino. Pese a que desde 2017, el juez citó a las hijas de Elías, Rossana y María Emilia Chahla para el estudio de ADN. Ninguna accedió a someterse a la pericia. Por esa razón, “Don Elías” debe ser exhumado.
Rossana fue ministra de Salud de Tucumán y ocupa, en la actualidad, en una banca de la Cámara baja en el Congreso Nacional. Ángel, que es representado por el abogado Mariano Peralta, es cuentapropista.
En caso de que el cotejo genético dé positivo, el nene de 10 años que, a escondidas y a las apuradas, le compraba caramelos al dueño del almacén de Ramos Generales, tendrá derecho a su millonaria herencia.