En el cerebro hay una estructura llamada habénula lateral que está relacionada con el miedo. Investigadores argentinos la estudiaron y descubrieron un funcionamiento novedoso en ella que podría, en el futuro, utilizarse para tratar la depresión, traumas y adicciones.
Joaquín Piriz y Tomás Sachella, respectivamente investigador del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, CONICET – UBA) y becario del Consejo en el Instituto de Fisiología y Biofísica Bernardo Houssay (IFIBIO HOUSSAY, CONICET – UBA), abordaron el tema en conjunto con un equipo de especialistas de diversas instituciones científicas.
“El miedo es una reacción extrema e incontrolable ante un estímulo amenazante”, afirman las primeras páginas del artículo publicado en Neuropsychopharmacology. Existen dos tipos de miedo: aquellos que son innatos y los que pueden aprenderse; es acerca de este último tipo de miedo, y la creación de memorias aversivas que se desenvuelve la investigación sobre el papel de la habénula lateral.
La investigación
Piriz explica que la mayoría de los miedos se generan por algunas experiencias que fueron peligrosas y eso crea una memoria que nos aleja de ese peligro. Los innatos son, por ejemplo, el miedo a las serpientes, sin haber tenido una experiencia previa.
«El miedo se puede generar por un proceso palvloviano. El mejor ejemplo es cuando a un animal le presentás una señal y después de pequeño shock eléctrico. Desde entonces, el animal aprende a tenerle miedo al tono que escucha cuando recibe el shock. Cualquier cosa que sea negativa, activa la habénula lateral. Eso puede enseñarle al animal a evitar un lugar peligroso si se activa esta estructura cerebral».El trabajo de los investigadores argentinos puede ser una puerta para combatir las fobias.
Al estudiarla con detención, Piriz y Sachella descubrieron que cumple una función específica: la generalización del miedo. «Si querés cruzar la calle y casi te pisan, tenés mucho cuidado cuando cruzás la calle. Miedo a cruzar cualquier calle. Si la desactivás, esa memoria que produce ese miedo se vuelve específica. Es decir, ya no se tiene miedo a cruzar cualquier calle, se tiene miedo a cruzar la misma calle en la que casi te pisan».
En el experimento, los investigadores pusieron animales en un lugar específico donde recibían un pequeño shock eléctrico cuando oían un tono. «Ahí se forman dos memorias, una memoria de miedo al tono, que dice ‘el tono es peligroso’. Y también la memoria del miedo al contexto, donde recibió el shock», explica Joaquín.
El descubrimiento
“Encontramos que si la habénula lateral no está, estos dos aprendizajes- sobre tono y contexto- no se producen en forma separada, sino que se originan de forma conjunta”, explica Sachella. Lo que sugiere que la estructura analizada participaría en el condicionamiento del miedo.
Para Piriz, la habénula lateral constituye una estructura sobre la cual es posible volver a actuar para entender la manera en que se producen los mecanismos del aprendizaje, “por ejemplo en aprendizajes equivocados, patológicos, del miedo que son la base de enfermedades como fobias, trastornos de ansiedad, estrés postraumático, entre otras”, puntualiza el científico.Los trastornos de ansiedad, otra manifestación donde el miedo se hace presente.
Y agrega: “Se generaliza el miedo de una forma tan extrema que se comienza a presentar miedo en situaciones en las cuales no tendría que existir. Por esto, potencialmente es interesante haber encontrado una estructura que regula la generalización del miedo”.
Sobre el camino recorrido, los científicos destacan la implementación del paradigma pavloviano. “Proporcionó un protocolo claro en el cual observar los circuitos implicados en la creación de la memoria aversiva y la manera en que la habénula lateral participa de la formación de esa memoria”, dice Sachella.
De cara al futuro, los investigadores se proponen continuar explorando la hipótesis de generalización del miedo y las implicancias de esta estructura cerebral en el proceso.
“Incorporarla y asociarla al aprendizaje del miedo también podría llegar a tener un costado traslacional”, reflexiona Piriz sobre esta región clave del cerebro. Sachella concuerda: “Se abre la posibilidad de que sea un blanco para tratar las enfermedades asociadas a anomalías de la expresión del miedo”.