Luego de tantas reuniones y almuerzos de por medio Juntos por el Cambio sigue consumiendo un tiempo valioso y no se está pudiendo llegar a un acuerdo para armar la fórmula de gobernador y vicegobernador. Mientras tanto sus competidores en las elecciones están en profusas campañas electorales. Aunque, nada indica que el comienza primero gana, pero sin dudas saca ventajas.
Germán Alfaro y Roberto Sánchez parecieran tener un problema de piel. No se entiende de otra manera que no puedan llegar a un consenso sobre el orden en la fórmula. O habrá que pensar en los «entornos», esos personajes que pasan desapercibidos o que prefieren mirar para otro lado en la foto, como los responsables de haber influido negativamente en el proceso de unidad, porque siempre miran sus intereses personales y las ventajas unitarias que pueden obtener de todo proceso político.
La mejor herramienta, el insuperable proceso para definir los liderazgos son las elecciones internas abiertas o cerradas según cada caso. No fueron capaces de organizarlas y llevarlas a cabo. Cabe la pregunta cuán democráticos se muestran los opositores al gobierno.
La oportunidad que se presenta para estas elecciones tal vez no se vuelva a repetir para la oposición. Inflación descorazonada, pobreza extrema, incertidumbre, malestar social y un presidente que tiene una imagen negativa del 70%. Además, para completar el panorama, uno de los candidatos en la fórmula oficialista tiene una de las peores imágenes negativa del país, solo superado por el rojo Del Caño.
Tiempo todavía hay para buscar un acuerdo, el tiempo no se consumió todo, pero el que se perdió no regresa. La ciencia todavía no descubrió como recuperar el tiempo, por lo tanto Juntos por el Cambio lo perdió irreversiblemente, si es que existe como tal el frente político.
El electorado tucumano refractario hacia el Peronismo, que no lo vota, hoy tiene como opciones a Ricardo Bussi o a la izquierda, porque Juntos por el Cambio es una inexistencia política formal, está en proceso de decisión, es una posibilidad no concretada, que finalmente lo será, la duda es si juntos o por separado. En ese caso la oposición estará atomizada en nano sectores que se rechazan y repelen unos a otros.
La poca capacidad para lograr acuerdos que se percibe en un sector importante de la oposición política tucumana abre un interrogante sobre la posibilidad que haya alternancia en el poder y que la política tucumana tenga una lógica diferente al peronismo.
Se pueden ensayar muchas críticas a las costumbres peronistas. El acuerdo entre Manzur y Jaldo después de una despiadada e incómoda interna puede haber caído mal a propios y extraños, pero muestra que sin pragmatismo la política es impracticable y menos aún el acceso al poder. Algo de lo que la oposición no pareciera que tomó nota.
Ambos sectores del Juntos por el Cambio, los radicales y el alfarismo muestran encuestas para justificar por qué uno y otro deberían encabezar la fórmula. Esto es fácilmente entendible con el solo hecho de recordar lo que le ocurrió a las encuestas en Argentina y en otros países, como EEUU, donde predijeron resultados y se dio el contrario.
Se acerca el momento de la definición. Si no hay acuerdo, ambos sectores saldrán a responsabilizar del divorcio al otro como esos matrimonios desavenidos. Patético y típico a la vez.
Habrá que esperar a las urnas para conocer la decisión de ese enorme electorado que no vota al peronismo, para conocer cual es el rumbo que le darán a sus votos en las urnas.