Evolutivamente, los testículos estaban dentro del cuerpo y se exteriorizaron para estar a un par de grados menos (exactamente 2°) que la temperatura corporal de 36°, y hacer más eficiente la producción de espermatozoides. Ahora, el cambio climático los está amenazando de nuevo.
El primer informe científico que se centra en la calidad del esperma y su asociación negativa con las olas de calor, es argentino. Y con semen porteño. Inmenso, también es el primero en centrarse en una población de Latinoamérica.
Un equipo de investigadores del CONICET analizó el semen de alrededor de 55.000 hombres durante casi 20 años, con el foco puesto en las consecuencias en el esperma de la exposición a las temperaturas extremas en la Ciudad de Buenos Aires.
Se acaba de publicar en la revista Science of the Total Environment y demostró que en el semen obtenido durante estos eventos de calor había un 10% menos de espermatozoides mótiles -los que pueden fecundar-, que en el semen de hombres que no estuvieron expuestos a ese clima.
Las olas de calor también afectaron la forma de los espermatozoides.
Para la doctora Mónica Vazquez-Levin, a cargo del Laboratorio de Estudios de Interacción Celular en Reproducción y Cáncer (IBYME -CONICET) y quien dirigió el estudio, «el clima tendrá que ser una variable para planificar la paternidad»
El calor, entonces, parece ser una nueva amenaza que acaba con el mito de que «los hombres siempre tienen espermatozoides» y que «siempre son buenos«.
En el mismo plano líquido, el calor será una sobrecarga para el sistema de salud, dice la experta, porque va a llevar a tener que preservar esperma a edades cada vez más tempranas y con la misma habitualidad que hoy se congelan óvulos.
Los resultados, tan locales, llegan en un panorama mundial de caída de la fertilidad masculina (el conteo global de espermatozoides se redujo a la mitad en las últimas cinco décadas) y en un planeta que acumula 12 meses seguidos con un calentamiento en la barrera de 1,5 grados.
¿Por qué el calor «arruina» el semen? y ¿de qué manera estos resultados influenciarían en la toma de decisión para procrear? La respuesta a la segunda preguntas es inmediata. La primera se hace esperar.
“Para evitar la exposición de los testículos a altas temperaturas, los médicos pueden decirle a un hombre que quiera tener hijos que espere a que no haya olas de calor o a cuando sean menos probables, y esto va a permitir que mejore la calidad del semen”, explica a Clarín Vazquez-Levin.
Las muestras de semen de hombres de 18 a 60 años se tomaron entre 2005 y 2023 en la unidad de andrología CEUSA-LAEH.
Durante esos años hubo 124 días que tuvieron olas de calor -definidas después de al menos 3 días consecutivos de máximas y mínimas de entre 32.3° y 22°-, y aportan un dato muy claro: las diferencias en cantidad y morfología de los espermatozoides fueron de 4 a 5 veces mayores en los años de picos de olas de calor, entre 2013 y 2023, comparado a cuando no hubo ninguna, en 2005, 2007 y 2016.
“Hay estudios que muestran que panaderos, por su cercanía al horno, o metalúrgicos, por jornadas a mucha temperatura, o choferes profesionales, que están mucho tiempo sentados, tienen un aumento de la temperatura escrotal. Eso se traduce en una menor calidad del semen. Lo vemos reflejado también en las olas de calor», explica a Clarín Gustavo Verón, doctor en genética y quien lideró el estudio.
Entonces, ¿qué pasa con el esperma con calor? Un milímetro de tecnicalidades son necesarias para explicar el efecto particular en los hombres del estrés por altas temperaturas.
Un excesivo calor en el microambiente del testículo puede generar un aumento en la generación de especies reactivas del oxígeno. Son moléculas que, al estar en alta cantidad, pueden afectar negativamente el entorno celular. Una de sus consecuencias es la fragmentación o daño del ADN de los espermatozoides.
«Suena rebuscado -admite Verón-, pero básicamente creemos que el cuerpo, para evitar mutaciones, intenta eliminar células dañadas por la temperatura, mediante la muerte celular (apoptosis)». El final no es feliz: menos espermatozoides.
Esto también se ve en una patología generalizada: la obesidad. “Quienes tienen mayor grasa abdominal presentan alteraciones en la calidad seminal. Se cree que es -agrega Vazquez-Levin- por una mayor temperatura del escroto, efecto de la acción aislante de la grasa en esa parte del cuerpo”.
El semen es bien personal. En el estudio se evaluó el color, la viscosidad, el volumen, de lo que eyaculaba cada hombre, pero particularmente se puso en el microscopio el contenido. Se miró a los espermatozoides.
Un espermatozoide “perfecto” lo es si reúne las condiciones del estándar, pero también si se mueve como se tiene que mover para llegar encontrarse con el óvulo.
La forma del espermatozoide es el resultado de cómo las estructuras que se van construyendo durante la espermatogénesis (la producción de espermatozoides) se acomodan para alcanzar la mayor funcionalidad.
“Cuando está alterada, de alguna manera está demostrando que los mecanismos para que tengan esa forma ideal, no pudieron. Y, en muchos casos, es probable que haya sido por la exposición de los testículos a las altas temperaturas”, explica la doctora.
Para el estudio se contó con datos de porcentajes de espermatozoides que tienen “anormalidades en general”, sin el detalle de cuántos de los afectados por la ola de calor eran más “vagos” -menor funcionalidad-, “distraídos” -por anomalías en la cabeza- o “cortos”-por la forma de la “colita”, que puede ser hasta enrollada.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que provee las guías para que se estandarice en todo el mundo el análisis de semen, las alteraciones pueden estar en la cabeza del espermatozoide, y eso es “muy relevante”, explica la especialista, porque “ahí están todas las entidades que va a necesitar para reconocer al ovocito”. O en el flagelo (la “colita”), que puede no estar bien insertado en la cabeza.
La producción de espermatozoides es continua. Pero el efecto negativo sobre el semen, como notaron, es mayor cuando las olas de calor ocurren al principio del periodo de tres meses de desarrollo de los espermatozoides.
Para poder ver justo en qué momento de ese proceso ocurría uno de estos eventos climáticos, Verón creó un programa que les permitió vincular todas esas eyaculaciones con, «hora a hora, los 365 días», durante dos décadas, las mediciones del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
El primer período de la producción de espermatozoides dura 64 días, y a eso hay que sumarle el de almacenamiento y maduración, alrededor de dos semanas, que se puede extender una semana de acuerdo a la abstinencia de los pacientes del estudio ¿Por qué es peor el calor en ese momento inicial que al momento de la eyaculación?
“Toda la producción pasa a un órgano que está anexado al testículo, el epidídimo, donde los espermatozoides se almacenan y maduran, sufren cambios que les van a permitir adquirir la capacidad de reconocer al ovocito. Es peor el calor al principio porque (aunque pueda haber problemas en el resto del camino) el número de los espermatozoides que van a terminar en el eyaculado es generado poblacionalmente en el testículo”, dice Verón.
El investigador marca que la amenaza del cambio climático para la infertilidad en los hombres es que «al proyectar los resultados a una década, vimos que vamos a tener seis días más de olas de calor y medio grado más en esas temperaturas extremas».
La conclusión más práctica de estos hallazgos es una recomendación de Vazquez-Levin: «Sabiendo que los espermatozoides eyaculados se desarrollaron unos 3 meses antes, quienes quieran concebir deberían calcular evitar que esa instancia caiga durante una mayor frecuencia e intensidad de las olas de calor».
La aspiración de máxima es que buenas políticas ambientales lleven a mejores abordajes sanitarios. En este caso, «para frenar que las olas de calor empujen la infertilidad masculina».
¿El daño del las olas de calor en el semen es permanente, o cuando se va el agobio en el termómetro los indicadores de calidad vuelven a la normalidad?
“Hoy no podemos decir, no hay estudios suficientes, que las olas de calor van a producir modificaciones epigenéticas (alteraciones en la genética de la descendencia). Pero esa pregunta es muy importante. Hoy ya se le está dando mucha importancia a las alteraciones en la descendencia teniendo en cuenta la edad del varón, por ejemplo. Ojalá sea objeto de próximas investigaciones que se publiquen”, cierra la doctora.
La genetista y becaria doctoral del Conicet Ania Manjon, que también participó del estudio, está estudiando ese tema.
«Un efecto preocupante del cambio climático es el incremento en las temperaturas máximas, en la frecuencia y en la duración de las olas de calor. La infertilidad masculina tiene aspectos genéticos pero también ambientales», arranca.
En las mujeres se habla tanto del reloj biológico, ¿también hay que empezar a entender que los hombres tienen un “termómetro biológico”?
“Sí. Se está viendo cada vez más que ‘la caída de la calidad’ no es inherente a las mujeres nada más (por la disminución de ovocitos). Ya se habla de infertilidad ‘en pareja’. Así que la edad, la salud en general y ahora estamos viendo que también la temperatura, pueden afectar la salud reproductiva masculina”, marca Manjon.
Otra de las conclusiones finales del estudio fue que, a mayor longitud de olas de calor, peor calidad seminal, y eso se vio tanto en hombres de menos y más de 40.
Los menores de 40 expuestos a olas de calor tuvieron un menor volumen de semen y menor cantidad de espermatozoides en general. Los mayores de 40 tuvieron además menor proporción de espermatozoides vivos.