Un estudio afirma que el 45,5% de los argentinos se encuentra atravesando actualmente una crisis, ya sea por razones propias (como pueden ser cuestiones individuales) o ajenas (situaciones sociales y económicas). ¿Cómo impacta la crisis en los argentinos?
Un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló que uno de cada cuatro argentinos tiene sintomatología ansiosa y depresiva. Según los datos de ese trabajo, en un 2023 marcado por un contexto económico inflacionario y recesivo, el 26,7% de la sociedad sintió malestar psicológico. La cifra es la más alta de las últimas dos décadas, período en que se realiza esta medición. A la espera del próximo relevamiento, las proyecciones indican que todo seguirá en aumento.
Otro estudio, en este caso del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), mostró resultados similares al revelar que el 45,5% de los argentinos está atravesando una crisis, ya sea vital o económica, y que el 9,4% de las personas está en riesgo de sufrir un trastorno mental, con los jóvenes como grupo etario más susceptible.
Este trabajo va de la mano con otro presentado hace unas semanas por Unicef que incluyó una encuesta a más de 6.000 personas en distintas provincias del país y reveló que seis de cada 10 adolescentes dijeron sentir depresión y ansiedad. En tanto que la ONU advirtió, también en un informe reciente, que la pobreza triplica las posibilidades de sufrir trastornos mentales. «Los problemas que genera constituyen a su vez un obstáculo para salir de ella», consideró Olivier De Schutter, el relator especial sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Es en este contexto que el Diario Crónica dialogó con María Elena Mora, una psiquiatra con una larga trayectoria en el Hospital Tobar García y en la atención individual de pacientes. «Sigmund Freud cuando escribió ‘El malestar en la cultura’ le adjudicó a la misma una importante influencia en el comportamiento humano, dándole forma a nuestros valores, creencias y normas, que a su vez rigen nuestros pensamientos, sentimientos y acciones», expresó.
«Retornar este escrito a la luz de estos tiempos es propiciar el diálogo entre los sujetos y lo sociocultural. Son tiempos de crisis económicas que llevan a precariedad laboral, inflación, deterioro de la calidad de vida y pérdida de proyecciones a futuro. Estas situaciones anclan a los sujetos en momentos de estrés y aumento de la ansiedad que, de sostenerse en el tiempo, llevan a cuadros depresivos», agregó.
Seguido, apuntó que “las franjas etarias hacen diferencias en las principales causas que producen ansiedad”. «En los adolescentes la discriminación, el bulliyng, el cyberbulliyng y las diferentes formas de acoso los atraviesan. Los adultos jóvenes, en tanto, se ven afectados por pérdidas o presiones laborales, casarse, divorciarse, ser sostén económico familiar o la muerte de parientes cercanos, por ejemplo», continuó.
Y cerró: «Aunque es posible reconocer presentaciones distintas según las edades, las consecuencias no se diferencian. El nivel socioeconómico, en tanto, determina la mayor incidencia en el ciclo estrés, ansiedad, depresión porque en las clases más carenciadas el acceso a la asistencia está menos disponible. La mirada tiene entonces que estar puesta en los dispositivos de salud mental que, a modo de red de sostén, puedan dar contención a estas problemáticas en aumento».
Adriana Narvaez de Feintuch, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Salud Integral en la Adolescencia (SASIA), consideró también ante el Diario Crónica: «Muchas veces me he referido a nuestro país como ‘Argentina, país neurótico’ porque estamos en un estado de permanente zozobra. En lo económico, en lo político y en lo cotidiano. Nuestra fórmula de vida es muy especial, vamos saltando de una brecha a otra».
«El malestar económico influye en la salud mental, aunque hay países que tienen una estabilidad extraordinaria, pero está estudiado que tiene mucho que ver con el clima y el aburrimiento. La inestabilidad es una variable importante cuando es continuada en el tiempo, como nos sucede a nosotros, que tenemos una sensación de vivir en una inestabilidad permanente. Esto es llevado a las familias y naturalmente repercute en los chicos y los adolescentes», consideró la licenciada en Psicología especialista en adolescencia, adultos y adicciones.
A la hora de marcar señales a las que hay que prestarle atención en los adolescentes, Narvaez de Feintuch, expresó: «Cuando se aisla y no quiere estar con sus pares y no habla, ese es el principal indicador para preocuparse y acudir a una consulta. También otro puede ser el dormir demasiado o no dormir, son acciones básicas de la patología depresiva».
«La crisis económica que afecta al país tiene su correlato en el psiquismo. Los jóvenes dedican muchísimas horas al trabajo, sacándolas de cualquier otra actividad personal. Esto trae consecuencias importantes. Por ejemplo, la inseguridad de poder mantener el empleo y cumplir con los compromisos económicos promueve una fuerte sensación de ansiedad y angustia frente a la situación laboral, dificultando la posibilidad de encontrar placer por la tarea bien lograda», opinó ante la consulta del Diario Crónica Susana Moguilevsky.
La licenciada en Psicología, luego sumó a modo de cierre. «La angustia puede alcanzar grandes magnitudes, desbordando el psiquismo y produciendo manifestaciones en el cuerpo como taquicardia, sudoración, mareos, vivencias de muerte, insomnio o cansancio crónico. Todas esto ya lo hemos visto los analistas que trabajamos hace muchos años en la crisis de 2000 y 2001. Pero, a diferencia de aquella época, esas respuestas corporales frente a las situaciones de estrés laboral ahora se dan con mucha más frecuencia e intensidad».