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Atención. La epidemia de felicidad impostada en las redes sociales puede ser un peligro

Bombardeados de información, llevamos una vida en modo fast y buscamos soluciones a golpe de clics. En la vertiginosidad de las redes sociales, el sufrimiento es tema tabú y la felicidad se convierte en un mandato. Seguramente nos cruzamos con más de un reel ofreciéndonos en pocos segundos una «receta» para cumplir con distintas expectativas autoimpuestas por la modernidad: ser la mamá ideal, dormir mejor o facturar miles de dólares desde tu casa.

“Estoy harta de la cantidad de gente en Instagram que te enseña cómo tenés que vivir la vida. A mí me agotan, pero a muchas personas les hacen daño”, despotrican dos locutoras en un programa de radio. Es que el exceso de positividad hoy se perfila como una exigencia social que puede cumplirse con solo desearla.

En tal escenario, el cortometraje «Positiva», dirigido por Martín De Iuliis, expone una crítica social a este fenómeno del que se desprenden gurúes de autoayuda con slogans simplistas como «estás mal porque querés estar mal». En su propuesta audiovisual, una mujer padece ansiedad y se niega a salir de su casa hasta que escucha el podcast de un influencer motivacional que la insta a escapar del encierro. Al final, lo termina asesinando por el daño que le produjo su discurso.

Siento que vivo como si fuese un resonador porque hay demandas externas que me desbordan y me hacen sentir la obligación de estar de guardia permanente, como si no tuviera derecho a descansar. Este comentario es un trend topic que se repite entre los internautas.

Daniela Dini es periodista, coach y consultora en comunicación. En diálogo reflexiona sobre la “cultura de lo urgente”, en la que la digitalización marcha a la velocidad de las máquinas, y propone salir del “modo robotizado” para conectar con nuestra capacidad de asombro, frenar la catarata de información, limpiar el cerebro y conectar con algo que nos haga más humanos.Las redes sociales dejan fuera del radar la parte de la vida ausente de sonrisas. Foto: Shutterstock.

“Todo el tiempo buscamos respuestas rápidas para preguntas existenciales. El scrolleo permanente hace que perdamos el sentido de lo que nos interesa y el poder de discernimiento de lo que estamos viendo. Hay que poder distinguir que la red es una parte editada de la vida”, advierte Dini.

¿Felicidad o faltacidad? La búsqueda de felicidad es un cuenco lleno de teorías. No sabemos qué significa, pero la necesitamos. En su último libro, Gabriel Rolón postula que no se encuentra en las falsas metas que nos propone la cultura contemporánea. “Si existe una felicidad será una felicidad en falta. Solo existe la faltacidad”, reflexiona. Byung-Chul Han también habla de la posibilidad de una felicidad doliente.

«Vuelvo a enunciar: ser feliz está de moda. ¿Quiénes son los referentes de semejante imposición?”, cuestiona Adriana Guraieb, divulgadora y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). “Los gurúes que habitan las redes sociales”, responde. El Diccionario de la Real Academia los define como personas que se consideran maestros, guías espirituales o autoridades intelectuales que ejercen influencia en sus seguidores. “La idea de que el gurú captó lo que necesitamos escuchar es ilusoria. Sólo alimenta la creencia de que con esa respuesta vamos a alcanzar algo”, cuestiona Dini.

Por eso, Guraieb sostiene que sus discursos devienen en un espiral infinito de desdichas. “Como no me siento feliz, debo ponerme una máscara de sonrisas y palabras “positivas” para pertenecer y no ser estigmatizado por ser “infeliz”. Este esfuerzo produce estados de angustia. El único camino para madurar emocionalmente es diferenciarse y animarse a ser uno mismo”, formula.

En sintonía, Augusto Salvatto -consultor en innovación y economía del conocimiento- habla de una “epidemia de felicidad impostada” y dice que la presión por demostrarla deriva en “una alegría fingida para las redes” con el propósito de posicionarnos frente a la mirada del otro. «Mientras tanto, a nuestro alrededor y de forma silenciosa, se esparce el virus del malestar. En América Latina, el consumo de ansiolíticos y estabilizadores de ánimo creció un 60% en los últimos cinco años», argumenta.

Es que las redes sociales son el entorno ideal para este tipo de contenidos simplistas o de falsa positividad porque todos queremos consumir lo que es perfecto. Siempre mostramos la parte más linda de nuestra casa o el look con la mejor ropa. En este contexto, es fácil dejarse llevar por alguien que te explica cómo lograrlo. Así lo interpreta De Iuliis. ¿Cuál es la clave para evitarlo? “Cultivando el pensamiento crítico y recuperando la capacidad de hacernos preguntas”, asume Dini.

En “La era del malestar. Algoritmos y redes antisociales”, Augusto Salvatto plantea que el malestar se convirtió en un huésped invisible de nuestras sociedades e invita a pensar cómo adoptar procesos de digitalización responsables.

¿Cuál es la importancia de la responsabilidad en la comunicación digital? Casi todo lo que publicamos es potencialmente viralizable . “Esto nos obliga a tener una responsabilidad y un cuidado que no estaba presente en la lógica del origen de Internet. Sin embargo, las “técnicas” para obtener más views esconden una dinámica perversa de captar atención casi a cualquier precio”, opina Salvatto.

Por su parte, Martín De Iuliis, licenciado en producción y realización audiovisual, advierte sobre el peligro de ofrecer un mensaje en un momento y contexto equivocado. “Tendemos a concentrarnos en un @, sin tomar conciencia de que detrás de las cuentas que leen o ven el contenido que compartimos hay personas con historias muy diferentes. Muchas veces, estos personajes, que hablan tan fácilmente sobre el éxito y la positividad, explotan comercialmente la fe del usuario, vendiendo cursos de todo tipo”, explica.

Lo que suele suceder del otro lado de la pantalla ante este panorama es previsible: la gente se termina endeudando para consumir falsas soluciones a grandes problemas que no tienen una única solución. Vale citar a Cory Allen: «No tenés que vivir con ansiedad por las expectativas extrañas de otros. Permitite ser humano en vez de forzarte a ser una máquina. Tu corazón, tu sistema nervioso y tus glándulas suprarrenales te lo agradecerán».