Durante años, la ciencia sostuvo que una copa de vino al día podía proteger el corazón. Esa idea se popularizó en 1991, cuando el programa “60 Minutes” habló de la “paradoja francesa”: franceses con dietas ricas en grasa, pero baja incidencia de enfermedades cardíacas. La explicación apuntaba al consumo moderado de alcohol, especialmente vino.
Sin embargo, investigaciones recientes desmienten ese argumento. En 2018, The Lancet afirmó que “el nivel más seguro de consumo de alcohol es cero”. La OMS y otras entidades reforzaron esa postura, al advertir que incluso dosis moderadas aumentan el riesgo de cáncer, enfermedades hepáticas y otros trastornos. Países como Canadá bajaron su recomendación de quince a dos copas semanales.
En diciembre de 2024, un metaanálisis de las Academias Nacionales de Ciencias de EE.UU. reavivó el debate al sugerir que el consumo moderado podría asociarse con mayor longevidad. Aunque no implica una recomendación oficial, plantea dudas que la ciencia aún no resuelve del todo.
Mientras tanto, nuevas investigaciones intentan ofrecer respuestas más claras. En México, se está aplicando un enfoque innovador para simular ensayos clínicos con datos reales y estimar los riesgos de manera más confiable. En España, el ensayo UNATI busca determinar cómo influyen el contexto, la dieta y la genética en los efectos del alcohol.
La ciencia no da respuestas finales, pero sí herramientas. Hoy, más que nunca, el derecho a decidir pasa por contar con información clara, actualizada y sin mitos.