‘Hoy tengo yoga’ se convirtió en una frase más que común en Argentina. En su combinación de actividad física, meditación y mindfulness hasta hace un puñado de décadas estaba circunscripta a los escasos amantes de la cultura asiática exótica. Pero ahora se volvió ‘mainstream‘. A punto tal que una flamante encuesta mostró que 4 de cada 10 adultos en nuestro país (el 41%) declara practicar alguna forma de meditación.
La consulta -que se hizo a nivel mundial e incluye a un millar de residentes locales- muestra que esta actividad se está volviendo más y más popular.
“Si comparamos con el 2018, vemos que la cantidad de gente que dice practicarla creció un 60%. Y es uno de los países donde se detecta un crecimiento mayor”, explicó Constanza Cilley, directora de la consultora Voices! y analista a cargo de la pata local de este estudio.
Según sus datos, de ese 41% que declara practicar la meditación, un 20% dice hacerlo con regularidad y un 21% de manera ocasional. En contraste, el 57% afirma meditar con menos frecuencia.
Esta actividad parece ser más habitual entre mujeres (48% ellas versus 35% en varones). Pero también se asocia más al paso de los años: en personas de 50 a 64 años está la mayor proporción de sus practicantes: 48%. Y lo mismo se repite entre quienes cuentan con mayor nivel educativo (43% con secundaria terminada y 35% con primaria finalizada).
Además, los ingresos (y el tiempo libre) también influyen. De hecho, estas prácticas también se incrementan entre los sectores socioeconómicos altos. Así, dice hacer yoga el 55% de los segmentos ABC1 frente al 43% en C2C3 y el 35% en DE (más bajos).
Finalmente, un punto obvio relacionado con el acceso: a nivel geográfico, se observa una mayor frecuencia de estas prácticas en CABA (49%) respecto a la gente que vive en el GBA (42%) y mayor aún al interior del país (40%).
Un punto que destaca Cilley: “en el mundo son los jóvenes los que lideran la tendencia global hacia estas prácticas, con -por ejemplo- el mindfulness. En cambio, en Argentina vemos que la meditación es más frecuente en las personas de 50 a 64 años, lo que sugiere que en el país esta práctica se consolida en las generaciones más adultas”.
En el top ten de los países practicantes del yoga es fácil adivinar el primero: la India, donde el 56% de su población lo hace de forma regular. Otro 23% lo hace “a veces”. Luego se alinean otras naciones como Pakistán, Marruecos, Filipinas, EE.UU., Malasia, México, Gran Bretaña, Argentina y cierra el décimo lugar Hong Kong.
¿Cuáles son los tres países donde menos se practica? Chile (7%); Noruega (66%) e Indonesia, donde apenas el 4% de su población lo hace.
Según le contó a PERFIL Emiliano Gatti, presidente del capítulo argentino de ‘El Arte de Vivir’ -una organización global que se dedica a la enseñanza de yoga y la meditación desde los años ´80-, “hace cuatro décadas, cuando Ravi Shankar comenzó a viajar a Occidente, el yoga era algo raro. Pero hoy está en todas partes y hasta se usa en campañas publicitarias. El crecimiento ha sido exponencial”.
De acuerdo a Gatti, en la última década, la práctica del yoga dejó de ser de nicho y pasó a la vida cotidiana de millones de personas. “En Argentina y América Latina hemos notado un incremento de más del 300% en la participación en talleres, clases y formaciones de yoga. Por ejemplo, durante el año pasado -solo de las actividades de nuestra organización- tuvimos más de 80 mil personas en eventos gratuitos, desafíos online, cursos y clases regulares”.
Gatti reconoce que “las razones más comunes que comparten quienes se acercan por primera vez a nuestras clases son las usuales: el estrés, la ansiedad, el insomnio, etc. Incluso muchos llegan ‘por curiosidad’ y se quedan por el bienestar profundo que experimentan. Al poco tiempo, notan que tienen más claridad mental, mejor calidad de sueño, más energía y hasta mejoran sus vínculos”.
Claro que también hay gente que ‘deja’. “La experiencia nos muestra que, cuando se accede a las herramientas adecuadas desde el inicio —y se comprende que el yoga no son solo posturas, sino un camino integral—, las personas no solo se quedan practicando, sino que profundizan. Por eso, conviene acercarse hacia un enfoque completo, que incluye posturas (las famosas asanas), técnicas de respiración, meditación, sabiduría ancestral y acompañamiento de expertos. Así entendido, el yoga no es solo ejercicio físico, sino una ciencia completa de vida que transforma cuerpo, mente y emociones”.
Según le explicó Constanza Cilley, directora de la consultora Voices! y analista a cargo de este estudio: “Creemos que la notable expansión de la meditación en la Argentina —que creció un 60% desde 2018— se inscribe en un cambio cultural más amplio que incluye el tránsito desde las religiones tradicionales hacia formas más personales, flexibles y diversas de espiritualidad”.
Para esta investigadora, “según nuestros datos, la pertenencia al catolicismo en Argentina pasó de cerca del 80% en los años ´80 a apenas arañar el 60% hoy. Esta transformación no implica necesariamente una pérdida de fe, sino una búsqueda de sentido personal por otras vías”. Ahí es, entonces, donde “la meditación aparece como un anclaje emocional, una práctica íntima que responde tanto al deseo de bienestar como a una necesidad profunda de conexión en un mundo acelerado y fragmentado”.
Desde su experiencia como difusor de estas prácticas desde hace décadas, Emiliano Gatti -presidente del ‘El Arte de Vivir en Argentina’, detalló que la gente se acerca a esta práctica por razones simples: “el estrés, la ansiedad, el insomnio o la sensación de estar desconectados de sí mismos. También hay una búsqueda de propósito o sentido. Muchos llegan por una necesidad emocional o espiritual, más allá de lo físico.
Y lo más lindo es que muchos vienen ‘por curiosidad’ y se quedan por el bienestar profundo que experimentan. Al poco tiempo, notan que tienen más claridad mental, mejor calidad de sueño, más energía y mejoran sus vínculos”.
Argentina siempre fue un país “psi”. Pero, como en otros espacios, evolucionó y ahora coexiste con el mundo mindfulness. Y ambas técnicas buscan el bienestar de las personas. Un ejemplo concreto es el de Marisa Misischia, una psicóloga especialista en mindfulness y manejo del estrés, que contó que “más que un pasaje, para mí fue una integración de saberes. El estrés puede ser causado por nuestros pensamientos y, buscando cómo aliviarlo, me fui perfeccionando en mindfulness.
Según esta experta, el hacer mindfulness da a los pacientes muy buenos resultados en materia de bienestar. “Son prácticas que impactan en su calidad de vida y bienestar y que se van sumando a su vida cotidiana. Es como ir a un gym de la mente, para lograr autorregulación emocional y autocuidado”. Misischia cuenta que trata muchos pacientes con alto estrés, ataques de pánico, depresión y dolor crónico, muchos derivados por médicos y psiquiatras.
Por otra parte, relata que “muchas veces comenzamos a obtener los primeros cambios tras intervenciones de ocho semanas. Pero a veces se necesita más tiempo de trabajo entre el paciente y el profesional de mindfulness. Claro que no es una panacea para todo. Hay ciertas situaciones que requieren de otros abordajes. Es un tema de analizar caso por caso para que cada persona reciba el tratamiento más adecuado a cada patología.
La experta también propone no banalizar esta actividad. “No es como ir a un spa. Requiere otro compromiso porque es algo que está relacionado con la salud mental”.