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Todavía conviene comprar dólares? 

Después de varios meses de calma cambiaria, en los últimos días el dólar volvió a moverse y reactivó una pregunta clásica: ¿sigue siendo la mejor estrategia de resguardo? Para muchas personas, la respuesta sigue siendo automática: sí, hay que dolarizarse. Pero la realidad es un poco más compleja. Ni siquiera el dólar es infalible.

En Argentina, el dólar es algo más que una moneda. Es una reacción cultural que se repite desde hace décadas. Una herencia de crisis que nos enseñó que, frente a la incertidumbre, conviene refugiarse en el billete verde. Y en muchos casos, con razón: cuando la inflación sube, el dólar aparece como sinónimo de previsibilidad.

Sin embargo, el contexto actual es distinto al de otros momentos. Si bien el dólar volvió a moverse en los últimos días, lo hizo sin los saltos abruptos a los que estamos acostumbrados. Veníamos de varios meses de relativa estabilidad, algo poco frecuente en nuestra economía. 

Esa calma -aun si es pasajera- abre una posibilidad poco habitual en nuestro país: detenernos a pensar antes de actuar. Preguntarnos si tiene sentido seguir respondiendo con la misma receta de siempre.

La costumbre de dolarizarse no está mal. Lo que debemos revisar es si lo estamos haciendo por decisión o simplemente por reflejo. Porque incluso cuando optamos por el dólar, si lo dejamos quieto, inmovilizado, sin ningún tipo de planificación, puede perder valor. 

La inflación en Estados Unidos, aunque más baja que la local, también existe. Y guardar dólares durante meses sin hacer nada con ellos puede significar una pérdida de poder adquisitivo más silenciosa, pero igual de concreta.

Hace algunos años, cuando el dólar saltaba de forma descontrolada y los precios en moneda dura eran más estables, la lógica era clara: quien podía ahorrar, compraba dólares y se quedaba ahí. Hoy el panorama es diferente. El tipo de cambio se mueve con mayor previsibilidad, y al mismo tiempo, existen instrumentos para proteger el ahorro y hacer que rinda, sin necesidad de grandes conocimientos ni grandes montos. 

Desde Obligaciones Negociables que pagan intereses en dólares hasta fondos comunes de inversión con distintos niveles de riesgo y cobertura, pasando por opciones en pesos que ajustan por inflación o por tipo de cambio, hay más alternativas de las que solemos imaginar.

Lo más importante es que este mundo no está reservado a un grupo de especialistas ni a grandes patrimonios. Cualquier persona que logre ahorrar algo puede empezar a tomar decisiones más informadas. 

El cambio comienza, muchas veces, por dejar de pensar en términos de todo o nada -todo en pesos o todo en dólares-, y empezar a considerar estrategias más equilibradas, diversificadas y acordes a los objetivos de cada uno.

Además, existen distintas posturas entre economistas sobre si el dólar está actualmente barato o caro. La realidad es que nadie puede predecir con exactitud su valor futuro. Sin embargo, el hecho de que el gobierno posea herramientas y la intención de llevar el dólar hacia una banda inferior cercana a ciertos niveles también lo convierte en un jugador clave en la oferta y demanda de la divisa. Por ello, la diversificación, invirtiendo tanto en pesos como en dólares, se perfila como una alternativa interesante y prudente.

Proteger el ahorro no es simplemente cambiar de moneda. Es pensar qué se hace con ese dinero, en qué plazo, con qué propósito, y con qué nivel de riesgo se está dispuesto a convivir. No hay fórmulas mágicas ni garantías absolutas, pero sí hay caminos más sólidos que la reacción impulsiva.

Ahorrar en dólares puede seguir siendo parte de una estrategia. Pero no debería ser la única. En un país como el nuestro, acostumbrado a vivir entre picos de euforia y momentos de angustia, construir cierta estabilidad financiera personal depende más de tener un plan que de acertar con el timing del próximo salto cambiario.

En definitiva, la pregunta no es solo si conviene comprar dólares. La pregunta real es si estamos dispuestos a salir del modo automático y empezar a tomar decisiones más pensadas. Porque el verdadero resguardo no está en el billete, sino en la estrategia que lo acompaña.