Una bolsa blanca, arrugada por el viaje desde Guangzhou, China, aparece en primer plano. “Llegó”, dice @iamagostinag en TikTok, y una sonrisa es la transición entre la ansiedad y la dopamina. En menos de un minuto, saca remeras, un jean, un top con encaje.
“Este es el quinto pedido que hago este año, y todavía me queda uno más gratis”, explica mientras acomoda todo en el sillón. No lo dice, pero lo muestra: el haul (ese acto de exhibir cada ítem comprado) es una ceremonia «liberada». Un botín low cost que atravesó dos océanos con «envío gratis».
Cada video como ese es parte de una marea consumista que no para de crecer en el país desde las redes sociales: muestran qué compran, cuánto tardó, cuánto pagaron, si es o no igual a la foto. Una economía del entusiasmo made in China, en bolsas con cierre hermético y clips de 60 segundos.
Toda Argentina, hoy, habla de Shein. Y de sus precios irrisorios.
«Che, ¿compraste en Shein?», se escucha en los asados -en realidad, entre mujeres, la mayoría de los usuarios globales-, inmediatamente seguido de: «¿Qué onda la calidad?».
Porque si hay algo ya instalado en este boom es que hay cierto equilibrio, se podría decir que hasta cierta igualdad: muchas más personas pueden acceder a comprarse ropa, en un país donde se vende carísima. Y, a la par, se admite que lo que llegue recibirá de un «bastante bien, eh«, para abajo.
Pero en medio de esta inundación de ropa importada, de a poco (y también desde las redes) está surgiendo un sentimiento «anti-Shein». No tiene nada que ver con la crisis de la industria textil nacional: al revés, los comentarios se inclinan más hacia lo costoso de comprar acá, con «camperas de marca media a más de $ 200.000, contra las mismas a $ 54.000». Tiene que ver con el impacto ambiental.
Pasa en todo el mundo, pero ¿qué hay detrás del boom local de Shein?
Shein la creó en 2015 Chris Xu, hoy un multimillonario empresario chino de 41 que empezó en 2008 con un sitio de venta de vestidos de novia. La plataforma china de ultra fast fashion (se llama así porque lanza hasta 10.000 nuevos modelos por día, con una rapidez de producción inigualable) despegó acá desde que el Gobierno argentino hizo más fácil poder importar por sistema courier, puerta a puerta, y amplió a 400 dólares la franquicia anual, en 12 pedidos de hasta 50 dólares, que llegan a domicilio por correo privado sin quedar «trabados» en la Aduana, que era el principal foco de las quejas.
Además, tanto Shein como Temu (su competencia directa, también china), por las restricciones de Donald Trump en Estados Unidos, están volcándose a América Latina, subvencionando sus ventas en Argentina con precios imposiblemente bajos, envíos sin costo y un misil de ofertas que arrancan en «30% por primera compra».
¿Qué empieza a hacer ruidito de Shein? Lo mismo que pasó, por ejemplo en Francia, que se convirtió en el primer país en legislarle en contra, «para proteger el medio ambiente y el comercio».
Impuso sanciones de hasta siete euros por prenda puesta en el mercado en 2027, y diez euros para 2030, más un impuesto al consumidor de entre dos y cuatro euros sobre los pequeños paquetes entregados por empresas establecidas fuera de la Unión Europea.
Dora Becher, periodista especializada en moda y editora general de la revista L’Officiel Argentina, sabe que «la moda impone un ritmo del que es difícil quedarse al margen». Pero dice a Clarín que ese ritmo ahora «se aceleró» completamente.
«Con la moda rápida la ropa nueva pasa a ser vieja de inmediato. El modelo de negocio se basa en la producción de prendas a gran escala y bajo costo, y crece especialmente por las redes sociales que difunden en forma veloz las tendencias y promocionan el consumo», puntúa.
Si bien Becher reconoce que no sólo Shein contamina, y que muchas empresas de moda vienen incorporando políticas de sostenibilidad y cuidado del medio ambiente, remarca que “las propuestas de ropa y accesorios que responden a tendencias fugaces aumentan el uso de recursos, la contaminación y los desechos textiles que impactan en el planeta”.
«Frente a este deseo de poder acceder al consumo, particularmente en Argentina, con tantas restricciones, para la gente resulta muy importante poder encontrar opciones accesibles y que al mismo tiempo le generen un poco de aspiracionalidad, no tanto por la marca, sino por el look, por poder tener alguna de las prendas que ven en TikTok», explica a Clarín Ximena Diaz Alarcón, investigadora de tendencias del consumidor y cofundadora de la consultora YoUniversal.
«Acá hay una tensión grande de consumo: la de aspirar a participar de una tendencia que ven en las redes, y no poder consumir esa prenda en Argentina, a veces porque no está o por el precio. Ahí es cuando aparecen estos grandes retailers, como Shein y Temu, estimulando un consumo ilimitado, con precios hipercompetitivos a los que ninguna marca nacional puede hacer frente«.
En ese tironeo perfecto, que da rienda suelta al consumo, aparece un dilema.
«Sobre todo en la gente joven, se genera otra tensión, y lo tenemos en estadísticas a nivel nacional: el 90% de los que compran en Shein tienen conciencia y preocupación sobre el cambio climático, pero solamente el 13% puede consumir de acuerdo a estas preocupaciones -refuerza la especialista-. Están preocupados, sí, pero el bolsillo no los deja consumir de acuerdo a sus preocupaciones por el planeta«
Es que Shein y Temu, con su delivery internacional, permiten en nuestro país lo que Díaz Alarcón señala como «poder querer lo que quiero, cuando lo quiero y pudiéndolo pagar».
«En Francia, capital mundial de la moda, se prohibió la promoción del fast fashion, pero acá también habría que regularizar. Hay que tener en cuenta que este tipo de industrias son de las más contaminantes, por el exceso, las prendas se terminan descartando, como en el desierto de Atacama, donde hay pilas textiles que son un gran problema ambiental», apunta.
En 2023, Shein reportó una huella de carbono de 16,7 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO₂e), casi el doble frente a las 9,17 millones de toneladas de 2022, de acuerdo con su propio informe de sostenibilidad.
Para 2024, las cifras crecieron aún más: las emisiones totales se elevaron un 23,1%, alcanzando 26,2 millones de toneladas CO₂e. Según un informe de Bloomberg, el aumento se produjo tanto en la fabricación (11,2 mt) como en el transporte (8,52 mt), que subió un 13,7% respecto a 2023, «por el uso intensivo del flete aéreo para cumplir con las entregas ultra rápidas».
Esto convierte a Shein en la mayor fuente de emisiones en su industria, superando a gigantes como Inditex (la dueña de Zara), que reportó solo 2,61 Mt CO₂e en transporte.
Para enfrentar este problema, la compañía comunicó que en mayo obtuvo la validación de sus objetivos de reducción por parte de la Science Based Targets Initiative (SBTi). Se comprometió a reducir sus emisiones en un 42% para 2030.
Sin embargo, críticos advierten que tras casi triplicar emisiones desde 2021, los objetivos pueden ser insuficientes si el modelo de negocios continúa creciendo sin control. Además se cuestiona si los compromisos logísticos y de reciclaje podrán revertir la tendencia si la demanda sigue en alza.
Las críticas también vienen de influencers. En Argentina, más de 100 creadores promueven la plataforma, pero otros publican advertencias. En TikTok e Instagram hay hashtags como #boycottShein por causas ambientales.
El New York Times advirtió sobre otro lado oscuro más en el modelo de negocio de Shein: «Producción acelerada, falta de trazabilidad y condiciones laborales cuestionables«. En esa «oscuridad», resaltó que la compañía aprovecha «lagunas fiscales para abaratar costos, además de enfrentar acusaciones de explotación laboral y copia de diseños«.
Al igual que lo hizo la BBC, el medio estadounidense reflejó los datos de una investigación que viene haciendo la ONG suiza Public Eye, en el que reveló que los trabajadores de algunas fábricas que le proveen a Shein trabajan una cantidad excesiva de horas, por encima de lo que establecen las leyes laborales. La respuesta de Shein es que hace auditorias periódicas y que tiene un control de conducta estricto para sus proveedores.