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La razón por la que caminás rápido sin pensarlo

Muchas veces, al caminar con amigos, notamos que, sin darnos cuenta, aumentamos la velocidad del paso, como si estuviéramos apurados sin motivo. Aunque puede parecer un gesto insignificante, este comportamiento tiene raíces profundas en la psicología.

La psicóloga Leticia Martín Enjuto explicó en una entrevista con el medio CuerpoMente que caminar rápido no es solo un hábito físico, sino una manifestación de cómo una persona se relaciona con el entorno y gestiona sus emociones y pensamientos.

Uno de los rasgos más notorios en quienes caminan con rapidez es su personalidad activa y enfocada en metas. Según Martín Enjuto, suelen ser personas “enérgicas y decididas”, con una fuerte resistencia a perder el tiempo.

Este estilo de caminar revela una actitud proactiva frente a la vida: quienes mantienen un ritmo acelerado no esperan que las cosas ocurran por sí solas. Por el contrario, siempre tienen un plan en mente y buscan avanzar hacia sus objetivos de forma eficiente, aprovechando al máximo cada momento.

Además, el ritmo acelerado al caminar también puede vincularse con rasgos de extroversión. La experta explica que quienes mantienen este paso suelen estar cómodos, interactuando en entornos sociales y se adaptan con facilidad a nuevas situaciones. Su mente inquieta está abierta a experiencias desconocidas y su actitud resolutiva les permite reaccionar de manera decisiva ante imprevistos.

Esta forma de caminar puede transmitir confianza y seguridad personal, proyectando autoridad y control sobre el entorno, lo que refuerza la percepción de competencia y liderazgo en ámbitos laborales y personales.

Sin embargo, existe otro perfil de individuos que también tiende a caminar rápido: los intranquilos. Esta costumbre, como señala Martín Enjuto, puede estar asociada a la impaciencia y una intolerancia a la lentitud.

Para estas personas, las esperas o retrasos diarios tienden a generar frustración, manifestándose en la necesidad de mantener siempre un ritmo ágil, incluso en actividades rutinarias. La psicología sugiere que esta urgencia puede estar relacionada con la sensación de que «nunca hay tiempo suficiente», un enfoque que puede llevar a un estado de exigencia continua, dificultando la relajación y fomentando una búsqueda incansable de eficiencia.

Es importante considerar que el ritmo acelerado no siempre indica una predisposición positiva. Desde el análisis psicológico, existen situaciones en las que caminar rápidamente se convierte en un indicativo de una dinámica menos saludable, como la adicción a la actividad.

Este fenómeno ocurre cuando las personas otorgan un valor casi exclusivo a su productividad, relegando su bienestar emocional a un segundo plano. En estos casos, la rapidez en los movimientos diarios se transforma en un mecanismo de defensa para evitar enfrentar emociones incómodas o pensamientos molestos.

Cuando el cuerpo traduce la presión interna en movimiento continuo, puede surgir fatiga mental o desgaste emocional, especialmente si la velocidad al caminar se utiliza para canalizar tensiones internas o gestionar el estrés.

Esta dinámica puede dificultar la desconexión y el descanso auténtico, llevando a estas personas a vivir en un constante estado de actividad que, a la larga, podría resultar perjudicial para su salud mental. Éste es un factor a tener en cuenta, especialmente en una sociedad como la argentina, donde el ritmo de vida es acelerado y la presión por ser productivo se siente en cada rincón.