Hollywood, con sus galas y festivales, se convirtió en un inesperado escenario de la disputa por el conflicto de Medio Oriente. Javier Bardem, Emma Stone, Pedro Almodóvar y Richard Gere se alinearon con la causa palestina y denunciaron el silencio de la industria frente a la tragedia en Gaza, mientras que Gal Gadot, Natalie Portman y Jerry Seinfeld, entre muchos otros, defendieron a Israel y cuestionaron los boicots culturales. Lo que antes parecía un espacio blindado para la celebración del cine hoy es una tribuna política en la que cada gesto, imagen o discurso deja expuesta la grieta que atraviesa la meca del séptimo arte.
El trasfondo es un conflicto histórico que desde 1948 divide a israelíes y palestinos, marcado por guerras, ocupaciones y atentados. Gaza, bajo control de Hamás desde 2007 y sometida a un bloqueo que la aisla, ha sido escenario de ofensivas militares y crisis humanitarias que generan condenas internacionales. En ese contexto, los artistas no se presentan como analistas geopolíticos sino como voceros de un mundo dividido.
Camino al Oscar. En el Festival de Cannes celebrado en el mes de mayo, un grupo de más de 380 personalidades del cine denunció lo que definieron como “genocidio” en Gaza y criticaron la pasividad de la industria. Entre los firmantes se encontraban Richard Gere, Susan Sarandon, Javier Bardem y Pedro Almodóvar, quienes reclamaron no permanecer en silencio frente a la tragedia humanitaria. La carta fue acompañada por gestos públicos, como la proyección de documentales sobre fotógrafos palestinos asesinados o pancartas que exigían un alto el fuego.
El Festival de Venecia también se convirtió en un campo de tensión, donde organizaciones como Venice4Palestine reclamaron que se excluyera de la programación a artistas como Gal Gadot, reconocida por su defensa del Estado de Israel. El director Julian Schnabel, presente en la muestra con “In the Hand of Dante”, se negó al pedido y defendió la libertad de creación de los actores más allá de sus posturas políticas. El director del Festival, Alberto Barbera, coincidió en que censurar por convicciones sería el fin de la esencia cultural. Sin embargo, la grieta quedó instalada y mientras algunos reclamaban un compromiso ético, otros insistían en separar el arte de la política.
La entrega de los Premios Emmy tampoco quedó al margen. Actores como Bardem y la comediante Hannah Einbinder subieron al escenario con mensajes explícitos. El español, con un keffiyeh palestino al cuello, denunció lo que llamó “genocidio en Gaza” y advirtió que perder trabajos en Hollywood es irrelevante frente al sufrimiento civil. Einbinder, que también lució un pin de la campaña Artists4Ceasefire, gritó “Free Palestine” en su discurso y aclaró que como judía tenía la obligación de diferenciar su identidad religiosa del Estado israelí. Emma Stone, aunque más discreta, firmó la petición de boicot cultural contra instituciones israelíes junto a más de 1800 artistas, mientras Almodóvar reafirmó que los festivales no pueden ser cómplices del exterminio.
La campaña Artists4Ceasefire se volvió emblema de estas protestas. Su pin rojo con una mano abierta y un corazón en el centro apareció en decenas de alfombras rojas como símbolo de reclamo por un alto al fuego inmediato y ayuda humanitaria urgente. Mark Ruffalo, Ava DuVernay y Ramy Youssef estuvieron entre los que lo portaron, gesto que dividió opiniones. La organización judía The Brigade lo denunció como “emblema de sangre judía” y acusó al movimiento de antisemitismo encubierto. Pero la visibilidad fue efectiva, el pin rojo convirtió el glamour en un llamado político imposible de ignorar.
Contraofensiva. Del otro lado, varias figuras se expresaron en defensa de Israel. Gal Gadot, aunque evitó declaraciones directas en los festivales, se transformó en blanco de campañas de boicot simplemente por su nacionalidad y apoyo abierto a las Fuerzas de Defensa israelíes en el pasado. Natalie Portman, nacida en Jerusalén, en distintos momentos defendió el derecho de Israel a existir en paz. Jerry Seinfeld, en un show en Australia, respondió con sarcasmo a un manifestante que coreaba “Del río al mar, Palestina será libre”: “Tenemos un genio, resolvió Medio Oriente”, dejando en claro su oposición a la desaparición de Israel.
Organizaciones como Creative Community for Peace salieron al cruce del movimiento de boicot, advirtiendo que se trata de una forma de discriminación y antisemitismo. Y la división quedó plasmada en dos cartas contrapuestas: por un lado, la de los 1800 artistas que anunciaron no colaborar con instituciones culturales israelíes, y por otro, la de más de 1200 personalidades de Hollywood, que rechazaron esa campaña y defendieron la libertad artística frente a la censura política.
La polarización en el cine refleja la fractura global. Las estrellas, acostumbradas a brillar en festivales, ahora cargan con el peso de decidir si hablar o callar frente a una guerra que divide al mundo. En ellos, todo adquiere un valor sobredimensionado, y sabiéndolo, no hacen más que amplificar un conflicto histórico, donde los espacios de celebración terminan convirtiéndose en otro escenario más de una guerra que parece no tener fin.