¿Por qué ni siquiera Scott Bessent, el mismísimo secretario del Tesoro de los Estados Unidos, puede frenar el apetito voraz de los argentinos por el dólar? La pregunta se vuelve obligada desde que la semana pasada la Casa Blanca ha decidido vender divisas en el país e incluso intervenir en el mercado de contado con liquidación y sin embargo la cotización sigue subiendo en todas sus versiones, lejos de la baja inicial que se registró en un primer momento al conocerse el respaldo estadounidense a la Casa Rosada.
«Es que hay muchas ineficiencias en el mercado», intentan explicar desde el equipo económico lo que sucede en el irracional universo cambiario de un país como la Argentina en los días hábiles previos a las elecciones legislativas. El Gobierno les ha dado un cariz plebiscitario y la posibilidad de un relanzamiento del gabinete pero sobre todo de un reseteo en el esquema cambiario están generando un proceso de dolarización de portafolios que no frena ni la aparición del país que imprime los billetes verdes como respaldo de última instancia.
De acuerdo con el ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, lo que está generando una «desconexión» entre las señales de respaldo que cosecha la Casa Rosada y el movimiento de la divisa es la «composición» del mercado que intercambia monedas en el país. «No es un mercado necesariamente dominado por los que lo tradean», explican, y discriminan entre los comportamientos de los actores minoristas y los jugadores de mayor tamaño, como empresas y bancos.
«La demanda minorista no es elástica al precio o a las tasas de interés», interpretan fuentes oficiales de alto nivel, en un lamento que podría traducirse en la calle de forma más llana: contra la sostenida adquisición de divisas desde el levantamiento del cepo no hay Bessent que valga. El secretario del Tesoro tuitea, se reúne con Caputo, vuelve a tuitear, pone sobre la mesa la posibilidad de un swap de US$20 mil millones, empieza a vender («comprar pesos», dice), vuelve a tuitear y anuncia otro paquete con bancos privados por otros US$20 mil millones y hasta se mete en el mercado paralelo, y nada cambia la tendencia.
¿No será que ya todos dan por muertas las bandas cambiarias, más allá de que afirmen que seguirán vigentes?, le preguntó ese diario a un importante vocero del Gobierno. La respuesta en un WhatsApp fue el emoticón de las manos abiertas en modo «qué querés que haga».
En la mañana de ayer, de hecho, el Banco Central anunció la firma del acuerdo de intercambio de monedas con Estados Unidos, que impactará en las reservas cada vez que se active algún tramo. «El objetivo de este acuerdo es contribuir a la estabilidad macroeconómica de la Argentina, con especial énfasis en preservar la estabilidad de precios y promover un crecimiento económico sostenible», detalló el organismo. Igualmente, el tipo de cambio no lo registró e igualmente se movió al alza. La cotización en el banco Nación rozó los $1500, cayeron activos financieros y el riesgo país quedó arriba de los 1000 puntos.
«La de las empresas sí son elásticas a los movimientos que hacemos, pero algunos días te dominan unos y otros días los otros», detallan en el equipo económico ante esa dinámica que ha vuelto eterna la previa de las elecciones. Es decir, que los colaboradores del ministro Caputo entienden que hoy quienes están corriendo a Bessent son más los ahorristas minoristas que otros actores. Lo venían mostrando los informes anteriores del balance cambiario y pareciera que la tendencia no la corta ni la propia Casa Blanca. El argentino promedio por ahora le gana hasta a quienes imprimen los dólares.
«La otra dinámica que es difícil de leer es cuándo los bancos abastecen al minorista quedándose cortos y cuándo deciden cerrar esos contratos cortos», indican en el Palacio de Hacienda. «Ellos sí arbitran tipo de cambio y tasa. Es un mercado muy poco desarrollado todavía, hay muchas ineficiencias», expresan. El diálogo se produce un rato después de la apertura de los mercados. A las 9:30 se había difundido el acuerdo del swap. Pero al poco tiempo la tendencia estaba inalterada.
Ya entrada la tarde, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, difundió por X que se puso en marcha un programa de recompra de deuda soberana «destinada a reducir el costo de financiamiento del país y fortalecer la inversión en educación», mediante el apoyo de financiamiento con tasas más bajas «gracias al apoyo de agencias y organismos multilaterales». Se ha designado al banco JP Morgan como banco asistente, dijo el funcionario del Palacio de Hacienda. Su CEO global, Jamie Dimon, llega esta semana a Buenos Aires, como adelantó en exclusiva El Cronista el viernes pasado.
«Bessent no logra torcer la desconfianza en el peso», sintetiza el sociólogo Ariel Wilkis, de la Universidad de San Martín, que difundió este lunes a la tarde el último Índice de Confianza Social en la Moneda. La medición de octubre de 2025 registró 2,95 puntos sobre 5, «apenas observado en agosto (2,90) y con valores de confianza críticos.
Sin embargo, la intervención de la Casa Blanca al menos frenó el derrape de acuerdo con la medición. «La mejora es coyuntural, asociada a cierta calma cambiaria posterior a anuncios de apoyo financiero internacional, más que a una recomposición profunda de expectativas. Refleja más un alivio«, indica el documento, que detalla que el 40% de los encuestados no cree que el gobierno estabilice el valor del peso y el 49% considera que la inflación será alta o muy alta los próximos meses.
