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Milei debilita al PRO

Dos movimientos de Javier Milei después de la gran victoria encadenan de nuevo una estrategia que forma parte del libreto medular de la administración libertaria. La primera maniobra, premeditada, resultó aquella cena con Mauricio Macri el último viernes que terminó frustrando al ingeniero. La segunda provino de un manotazo en una galera: la nominación del diputado Diego Santilli como futuro ministro del Interior. Esos episodios se vinculan, sin disimulo, con aquella primera batalla que dispusieron los hermanos Milei cuando desafiaron al PRO en la Ciudad y con un caudal módico de votos se llevaron un triunfo resonante.

El hilo conductor sería la renovada voluntad del Presidente de diluir progresivamente al macrismo y absorber todo el segmento de votantes de la derecha y también lo que pueda centro imaginario. Existe un trabajo de las consultoras La Sastrería y Trespuntozero, de Raúl Timerman y Shila Vilker que explica a trazo grueso las razones del voto que permitió a Milei imponerse en las legislativas. El 28% de los consultados (núcleo duro) aseguró que el apoyo dado obedeció a las afinidades políticas e ideológicas con el Gobierno. El 13% (núcleo blando) sostuvo que lo primordial resultó evitar que triunfase el kirchnerismo. Ambos guarismos suman con exactitud el 41% (40,7% con rigor estricto) que cosechó el oficialismo y lo rescató de su mala situación.

Las interpretaciones de aquellas cifras no son similares. La tarea de Milei consistiría ahora en persuadir y acercar al redil a aquellos que continúan votando sobre todo con el espíritu “anti”. Quizá se trate de aquellos que despectivamente denomina como “ñoños republicanos”. En ese contexto se inscribió el desaire presidencial a Macri en Olivos. La actitud no tuvo relación únicamente con la renuncia de Guillermo Francos, ahora ex jefe de Gabinete. Un funcionario que el ingeniero pretendía que siguiera en el poder. Se vinculó con el momento en que estalló la crisis: aniquiló cualquier expectativa sobre la cumbre.

Podrá afirmarse que la comunicación pública repentina corrió por cuenta de Francos. Verdad. Pero el Presidente no hizo nada los días previos para administrar aquel capítulo. Dejó correr un mar de rumores y nunca atendió la solicitud de una charla a fondo pedida por el ex jefe de Gabinete.

También es cierto que al ex presidente lo invadió una ofuscación que no logró reprimir. Sacó un tuit muy crítico contra Milei y su designado titular del equipo de ministros, Manuel Adorni. En exceso contrastante con los elogios que debió brindar ni bien el Presidente difundió que Diego Santilli será el nuevo ministro del Interior.

Esa novedad poseería varios significados. El primero apunta a que el Gobierno no parece haber renunciado al diálogo prometido -exigido también por Washington y el Fondo Monetario Internacional- para esta segunda etapa. Francos tenía para esa misión sobradas aptitudes. También las posee Santilli.

La aparición del ganador de Buenos Aires como candidato a diputado representa un reseteo de contenidos en la estructura del poder. Adorni estará, se supone, en el trabajo de coordinar la gestión de Gobierno. Santilli, en el enlace con los gobernadores y sectores de la oposición a los cuales conoce en todos sus orillos. Quizás haya llegado para los libertarios el momento de cierto maquillaje en el relato sobre “la casta”. Encajaría mejor la idea de un recambio generacional que se hace por naturaleza. Tampoco Santilli es un niño (58 años) pero encarna una camada que recién llega a los primerísimos planos. No viene de ninguna organización barrial: ha transitado por el peronismo, el PRO y ahora La Libertad Avanza. Bastante para cerca de tres décadas de política.

La irrupción de Santilli sucedió por un golpe de imaginación. Milei había quedado en una encrucijada cuando su joven asesor, Santiago Caputo, reclamó poderes extraordinarios para ocupar un cargo formal a los cuales se opuso con tenacidad Karina, El Jefe. Surgió entonces la opción del diputado bonaerense como una pieza que encajaba a la perfección en el rompecabezas oficial. Es un negociador compulsivo, posee a futuro potencialidad política y significó una respuesta directa a los reclamos de Macri. Como broche, por ahora, Caputo junior aceptó seguir desempeñándose en la casi clandestinidad.

Habrá que pasar, sin embargo, del dicho al hecho. La predisposición conversadora de Santilli se encontrará rápido con las demandas insatisfechas de los gobernadores. La mayoría de ellos (15) sufrieron en sus provincias el rigor de las urnas que Milei supo nacionalizar. Es probable que el futuro ministro del Interior se tope con una primera demanda multimillonaria. El retraso en la transferencia de fondos de la Nación para los sistemas previsionales de 11 provincias. La más importante, judicializada, es la de Buenos Aires con 1,6 billones de pesos. Claro que Axel Kicillof parece no estar contemplado como interlocutor por Santilli.

Otros gobernadores (Gustavo Saénz, de Salta, y Raúl Jalil, de Catamarca) pidieron también mayor celeridad al momento de que el Gobierno ejecute sus decisiones. Se trata de un problema que padecía Francos en el sistema de poder libertario que imperó hasta el 26 de octubre. ¿Contará Santilli con esas facilidades? ¿Deberá coordinar su tarea con Adorni? ¿Cómo acoplará las negociaciones con Luis Caputo, el ministro de Economía, gendarme junto a Milei del equilibrio fiscal? Eso está por verse, pero el futuro ministro ya mostraría el primer saldo: la aprobación del dictamen libertario del Presupuesto en Diputados.

Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad y futura senadora, se quejó hace semanas de que en las negociaciones los gobernadores “solo saben pedir plata”. Llamativo: es lo mismo que hace el Gobierno que integra cada vez que se abre un canal con Washington y el FMI. Quizá no se ha dado cuenta. Es la precariedad vernácula.

La ex candidata a presidenta también colabora con empeño para desairar a su ex jefe, Macri. Arrió a 7 diputados del PRO hacia La Libertad Avanza. Pisará fuerte en el Senado para opacar a Victoria Villarruel, la vicepresidenta aislada por Milei. Los acólitos de Bullrich parecen poseer muchos deseos de pertenecer. No se callaron cuando el ex presidente criticó a Milei por el nombramiento de Adorni. Tampoco cuando dijo que no está enojado sino “decepcionado”La clásica premura política para correr en auxilio del vencedor.