El tiempo en una pareja genera seguridad y confianza, un bastión que en estos tiempos de tanta vertiginosidad puede sentirse como una gran victoria. Y lo es. Sin embargo, esa misma costumbre que nos protege también puede llevarnos a relajarnos tanto que olvidemos que, aunque lo conocido tranquiliza, también puede empujarnos a un automatismo que poco a poco apague las ganas de compartir.
De a poco, podemos pasar de ser una pareja a ser socios, inmersos en una rutina donde incluso la sexualidad —si es que sigue estando— se reduce a cumplir con el “coito marital”. Cada uno hace lo que se espera, siguiendo pasos conocidos para sostener la frecuencia implícitamente establecida. Es como regar una planta para que no se seque, pero ponerle solo el agua justa, sin detenernos a pensar si todavía disfrutamos de hacerlo.
Aunque demos por hecho que nos conocemos lo suficiente, la comunicación, la intención y la conciencia son fundamentales para no caer en una meseta que nos llene de resentimientos. Y no se trata solo de sexualidad: mantener viva la llama en todos los aspectos del vínculo es lo que hace que una pareja siga siendo elegida. Pero en el plano sexual, el mito de que “si nos amamos, las ganas surgen solas” puede ser una trampa.
El deseo no siempre aparece por arte de magia. Así como nos esforzamos por cumplir con horarios, responsabilidades o impuestos, la intimidad también requiere trabajo y presencia. Y si estamos dispuestos a hacerlo, los frutos que se cosechan pueden hacernos mucho mejor que pagar cualquier deuda.
Tal vez pensar la sexualidad como algo que también necesita atención parezca una carga más. Pero cuando uno de los dos trae una propuesta de cambio o confiesa sentirse aburrido en el plano sexual, en lugar de sentirlo como una crítica o una amenaza, podemos verlo como un gesto de confianza. Esa persona no quiere irse: quiere quedarse, pero mejor. Quiere actualizar un aspecto del vínculo para disfrutarlo más.
El deseo necesita aire fresco, estímulos nuevos y, sobre todo, permiso. Permiso para decir lo que nos gustaría, para reconocer lo que nos aburre, para atrevernos a probar sin miedo a ser juzgados. Innovar no es romper todo, sino mover una pieza del tablero: probar un gesto diferente, una textura, un ritmo, una palabra.
Eso sí: para poder innovar hay que entender que la base de toda propuesta distinta —que por su novedad pueda implicar cierta vergüenza, exposición o miedo— es la comunicación. Hablar de lo que sentimos, no presionar, respetar los límites del otro, y sobre todo, asegurarnos de que haya consenso genuino. El “sí” nunca puede ser fruto de la insistencia, sino del deseo compartido.
Y si sienten que están necesitando aire nuevo, que la idea es divertirse, celebrar el vínculo y amplificar la sexualidad, entonces este puede ser un buen punto de partida. A continuación, comparto algunas propuestas poco conocidas que pueden ayudarlos a redescubrir el placer, la conexión y la complicidad.
Innovar no siempre significa incorporar juguetes, cambiar de posición o probar algo extravagante. A veces se trata de reaprender a mirar, tocar y sentir. Estas propuestas no buscan el rendimiento, sino abrir la percepción y recuperar la curiosidad por el otro.
A continuación, te comparto algunas experiencias que quizás no conocías, o que conocías sin saber su nombre. Cada una puede ser adaptada al ritmo, los gustos y los límites de cada pareja, sin importar la edad.
- Sensate Focus(Desarrollada por Masters y Johnson): es una práctica terapéutica centrada en el contacto consciente. Durante el encuentro, se prohíbe el sexo genital y el orgasmo: el objetivo es simplemente explorar la piel del otro sin expectativas. Ideal para reconectar con el cuerpo y liberar la presión del desempeño. Ayuda a reducir la ansiedad sexual y recuperar la sensibilidad perdida por la rutina; además sirve para descentrar la sexualidad de la penetración, trabajando como un plus el explorar otras opciones que salen de lo clásico.
- Body Mapping: consiste en descubrir nuevas zonas erógenas recordando que cada persona es única y reacciona de manera diferente a los estímulos; este descubrimiento se realiza a través del tacto, la temperatura o distintas texturas. Se puede usar plumas, telas, aceites, hielo o el propio aliento. Permite ampliar el “mapa erótico” más allá de las zonas clásicas, fomentar la comunicación corporal y aprender a pedir lo que gusta. Es sumamente necesario entender que el “otro” no sabe hasta que nosotros le explicamos o pedimos aquello que más nos erotiza.
- Edging: la técnica de “bordear el orgasmo” implica acercarse al clímax y detenerse antes de alcanzarlo, para luego retomar. Se puede hacer en solitario o en pareja. Despierta el autocontrol, aumenta la intensidad del placer final y promueve una sexualidad más consciente, centrada en el proceso y no solo en el resultado.
- Tease & Denial: una variante lúdica del edging. Uno de los integrantes provoca, estimula o seduce al otro, pero sin permitirle llegar al clímax. Juega con la expectativa, el poder y la entrega. Refuerza la comunicación, la confianza y el valor de la anticipación y claro genera mucho pero mucho deseo.
- Aftercare: es una práctica profundamente humana: el cuidado posterior al encuentro sexual. Puede ser abrazar, hablar, acariciar o simplemente permanecer juntos. En la calidad de la sexualidad es importante destinar tiempo también al agradecimiento final para hacer un “aterrizaje suave” al volver a la cotidianeidad. Favorece la contención emocional, la relajación y la sensación de seguridad. Refuerza la intimidad más allá del acto sexual.
- BDSM Soft: no se trata de golpes ni de dolor, sino de juego, roles y confianza. Puede incluir vendar los ojos, usar pañuelos, jugar con la dominación sutil o las órdenes eróticas. Trabaja la entrega y el control, la comunicación de límites y la creatividad erótica. Siempre con palabra de seguridad y consentimiento explícito.
- Juego de Roles: ¿Porqué no jugar a ser otros? Elegir personajes, situaciones o contextos ficticios (una cita a ciegas, un reencuentro, un juego de poder) para vivir un encuentro distinto. Permite salir del personaje habitual que cada uno ocupa en la relación y descubrir nuevas facetas de uno mismo y del otro.
- Tantrismo Occidental: más allá del misticismo oriental, el tantra puede entenderse como una forma de ralentizar el encuentro, respirar juntos, mirarse, sincronizar movimientos. Invita a convertir el sexo en meditación compartida, a disfrutar de cada gesto, a reconectar el cuerpo con la emoción.
Es importante tener en cuenta que si realizamos estas prácticas como si fueran una lista para cumplir no va a resultar muy provechosa la experiencia; la idea es que sepan que existen y tienen nombre, que puedan combinarlas e incluso que dispare la creatividad y la posibilidad de conversar y animarse a expandir el deseo porque ¿Qué mejor que hacerlo con la persona que más me conoce?
El cuerpo cambia, el tiempo pasa, pero el deseo puede seguir siendo una aventura compartida. Las parejas que se animan a hablar de su deseo, a reírse de lo que no sale, a probar sin exigencia, descubren que el verdadero erotismo no está en la técnica, sino en el vínculo.
Porque innovar no es una tarea sexual: es un gesto de amor. Y no hay nada más erótico que sentir que seguimos eligiéndonos, con deseo, con respeto y con complicidad.
