La polémica por el título de “campeón de liga” para Rosario Central llegó a la Casa Rosada. Por un lado, el presidente Javier Milei republicó un posteo que contaba la postura de Estudiantes de La Plata sobre la supuesta votación -que no existió- en la sede de la Liga Profesional. Por el otro, en el Poder Ejecutivo hacen silencio ante el nuevo escándalo que tiene a la AFA y a su presidente, Claudio “Chiqui” Tapia, como protagonistas.
Entre tanto hermetismo, apenas una frase desde la Casa Rosada. Cerca del presidente entienden que esto de los torneos y los múltiples campeones (habrá ocho a partir de 2026) “es como imprimir billetes: a la larga se devalúan”. Esa impresión no implica que haya una avanzada oficial contra la AFA de Tapia, que ahora será auditada por Personas Juridicas de la Provincia de Buenos Aires, y ya no por la Inspección General de Justicia, desde que la Asociación mudó su dirección al predio Lionel Messi, de Ezeiza. El encargado de auscultar sus cuentas y sus procedimientos será Axel Kicillof, el gobernador bonaerense. Y ya no el presidente Milei.
“Por más que quiera, no puede”, responden cerca del líder libertario acerca de una eventual intervención de la AFA, como le reclaman algunos en redes sociales. A partir de la mudanza de la casa madre del fútbol argentino a territorio bonaerense -gobernado por un peronista, aliado político del propio Tapia-,el Ejecutivo nacional ya no puede entrometerse en los líos de la pelota. Más allá del costo político que implicaría hacerlo: la FIFA suspendería automáticamente a todas las selecciones argentinas de las competencias internacionales. Nadie -absolutamente nadie- quiere, por ejemplo, un Mundial sin el vigente campeón.
¿Entonces? Hay quienes entienden que “la solución” a los problemas actuales debe venir del fútbol. Otros -muchos- defienden la gestión Tapia. Y están convencidos de que toda la espuma levantada a partir del delivery del trofeo para Rosario Central no es más que bronca acumulada contra el fútbol del interior. Y el interior profundo -el Consejo Federal- es el epicentro del poder de Pablo Toviggino, el tesorero de la AFA y la mano derecha de Tapia en temas de gestión. A él le agradeció Ariel Holan, entrenador del Canalla, por la copa ganada en los escritorios.
“Sabemos que si esta ola sigue así, a la larga nos lleva puestos a nosotros”, dice -muy por lo bajo- un dirigente ante la consulta por el futuro del fútbol argentino. Lo que más les llama la atención es que luego de una semana en la que el arbitraje estuvo en el centro de la escena por sus errores y sus decisiones a favor de los equipos del poder -los dos penales para Barracas Central ante Huracán, por ejemplo-, Tapia redobló la apuesta. Por un lado, defendió a los hombres de negro en un encuentro de la industria del fútbol en la Usina del Arte (Buenos Aires). Por el otro, resolvió -sin oposición a la vista- entregarle el título a Central. Y hacerle un guiño -otro más- a Ángel Di María.
“Nadie del fútbol lo va a frenar, porque la mayoría le debe favores”, razona otro dirigente. Entonces, si el fútbol lo mantiene y hasta le rinde pleitesía, hay Tapia para rato. El asunto es que los hinchas de los clubes braman en las redes contra sus propios dirigentes por apoyar sin condicionamientos a Tapia. Y ser parte de esta gestión que gobierna el fútbol argentino. “Apoyo a Chiqui porque cuido los intereses de mi club. Enfrentarlo sería perjudicar a mi institución”, concede otro directivo. Lo mismo piensa la mayoría de sus colegas. Traducido: hay que estar con Tapia. Y citan el ejemplo de Andrés Fassi, el presidente de Talleres, que lo combatió al punto de llamar a una conferencia de prensa para criticarlo y un año después, con el equipo al borde de la Primera Nacional, debió llamar a los medios… para pedirle disculpas a Tapia.
Un exdirectivo, que todavía mantiene sus nexos con el fútbol, concede que el título para Central “es un error”. Y agrega: “Se sobredimensiona por las formas. Y por el momento [que vive el fútbol argentino]”. En el fondo no deja de subyacer la lealtad de los campeones del mundo a la figura de Tapia, autoproclamado “hincha número uno de la selección”. Más de un integrante de la generación de los Messi, Otamendi, Agüero y el propio Di María todavía recuerda que fue el actual presidente de la AFA quien puso su propia tarjeta de crédito para pagar alojamientos o incluso viajes del equipo nacional en tiempos del FIFAgate.
Los más memoriosos recuerdan que no es la primera vez que Tapia define cosas casi de prepo y sin consulta ni votación. De un día para otro, y sin que casi nadie supiera -como ahora-, convocó a todos al predio de Ezeiza para un acto. Hubo cámaras y resolvió cambiarle el nombre al lugar: dejó de llamarse Julio Humberto Grondona y pasó a ser Lionel Andrés Messi. Los laderos de Don Julio quedaron enfurecidos. Aún hoy no lo olvidan.
En tanto, el apoyo incondicional de los futbolistas de la selección empieza a generarles un efecto búmeran. Un mural en el club El Torito, de Rosario, donde se inició Ángel Di María, fue vandalizado. “Ladrón” y “mercenario” son las dos palabras que se leen en el frente del club, que tiene a Fideo como protagonista principal. Es el mismo mural que ya había sido intervenido en mayo de 2024 con la frase “¿Todavía vas a volver?“. Eran tiempos en los que Fideo coqueteaba con el regreso a Rosario Central.
Un legislador porteño, Facundo Del Gaiso (Coalición Cívica) tuvo una idea mejor para intentar sanear el fútbol argentino. Propuso declarar “directamente campeón a Barracas Central” para evitar que ocurra una tragedia por los arbitrajes. Según contó, la iniciativa –que no genera efectos jurídicos, pero sí busca visibilizar un posicionamiento político– surge como respuesta a los reiterados escándalos arbitrales y a las influencias dirigenciales. Una ironía en medio de los despropósitos.
