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Milei ajusta su estilo con el objetivo de lograr apoyos

Es otro tiempo. Lo que hasta hace nada era motivo de reconocimiento y parte esencial del protocolo de acción de los dirigentes, funcionarios y legisladores libertarios ahora es objeto de revisión y hasta de reproche.

El fondo es el mismo, pero las formas no. Al menos, por ahora, en esta etapa en la que el Gobierno quiere y está obligado a lograr objetivos fundamentales. En la Casa Rosada saben que tienen para eso un ventanal de oportunidad de no más de cuatro meses y que no pueden desaprovecharla con daños autoinfligidos, como los que se propinó en el primer semestre del año pasado y lo llevaron al borde del colapso hasta poco antes de las elecciones. El susto enseña.

La administración de los hermanos Milei está advertida de que no puede dilapidar chances ni esperar a cada rato un salvataje de Donald Trump y Scott Bessent, como el que lo salvó de una catástrofe cambiaria y financiera, primero, y de un serio tropiezo electoral, luego. Mucho menos cuando empieza el crucial año de elecciones de medio término en los Estados Unidos, y el apoyo al “amigo americano” está cayendo entre sus propios electores, cuya mayor demanda es por el funcionamiento de la economía. Y la intervención en la Argentina tiene en ese universo muchos detractores.

Por eso, el show pendenciero de la histriónica amiga presidencial y diputada Lilia Lemoine, el miércoles pasado, durante la jura de los nuevos diputados fue considerado un exceso extemporáneo e innecesario. También entraron en esa categoría algunos gestos y entreveros protagonizados por el saliente ministro de Defensa y flamante diputado, Luis Petri. Lo mismo ocurrió con las provocaciones que sumó la siempre voluptuosa Juliana Santillán, a la par de Petri. Ni hablar de las apariciones y de “la renuncia a la renuncia” a su banca de diputada de la senadora electa y objetada Lorena Villaverde. No ha lugar.

Martín Menem, el brazo de Karina Milei en la Cámara baja (y algo más) desde la presidencia de la Cámara baja amagó con sacar algunas tarjetas amarillas y terminó enviando advertencias a esos legisladores, aunque durante la sesión los provocadores hayan visto los eufóricos pulgares para arriba del propio Javier Milei, dirigidos hacia ellos. No todo lo que en el fragor de la batalla se festeja es considerado un éxito cuando llega la hora del balance.

“Fue una sesión menos escandalosa que muchas otras y el Presidente adoptó una postura muy contenida ante el clima de euforia que había, pero es cierto que lo de Lilia, Petri y Santillán no ayudó en nada y por eso se les hizo saber que no cayó bien y que no se debe repetir. Fue innecesario”, dijeron al día siguiente cerca de Menem. La vara con la que se mide el umbral del escándalo y el grotesco está baja en el mundo libertario, pero dicen que ha empezado a elevarse.

Eso es parte relevante del cambio que trae el comienzo de la segunda y última etapa del mandato de Milei, cuyos principales articuladores políticos, que hoy son su hermana y los primos Menem, ya han anunciado que empezaron a trabajar por su reelección en 2027.

Es ese un objetivo, pero también una herramienta. El propósito no es solo una construcción de sentido para ser instalada en la opinión pública, como estrategia de marketing electoral, y evitar que empiece a vislumbrarse la foto del pato rengo a merced de los predadores, con la que se identifica a los presidentes que entran en la etapa final de su mandato.

Lo que se busca, principalmente, con esos anuncios es crear una imagen de solidez y continuidad en el futuro, más allá del 10 de diciembre de 2027, como le exigen los inversores a los que el Gobierno todavía debe terminar de convencer de la sustentabilidad de su proyecto para que concreten sus demoradas promesas.

Eso importa más en el mileísmo que la sensación de hartazgo que provoca en la ciudadanía volver a tiempos proselitistas, generados por el propio Gobierno, cuando todavía los ecos y el desgaste de un extenuante año electoral siguen sintiéndose en el cuerpo social.

El oficialismo también busca aprovechar la ventana de oportunidad que le otorga el desconcierto y el caos reinantes entre los opositores, incapacitados para capitalizar que los beneficios prometidos del triunfo oficialista están lejos de percibirse masivamente. Por el contrario, lo que padecen vastos sectores sociales son varios efectos nocivos de la política económica del Gobierno. A excepción de la baja de la inflación (aunque estancada por encima del dos por ciento), la caída de la pobreza, con todos sus bemoles, el superávit fiscal y la calma cambiaria. Todo lo cual es mucho, pero ya no suficiente.

Esta es la razón, también, por la cual Milei y su equipo económico quieren avanzar a fondo en este cuatrimestre con la menor cantidad de concesiones posibles. Primero, con la sanción de presupuesto, sobre el que ya se adelantó que hay disposición a negociar, pero poco y siempre que no altere los equilibrios establecidos, un corsé con el cual se pretende, además de que no se toque casi nada de la iniciativa oficial, dividir a los delegados parlamentarios de los gobernadores. Lo que uno quiera ganar se lo tendrá que rebanar a otro, sin afectar los ingresos de la Nación. Eso es lo que se propone el Gobierno.

También en la primera etapa se procura que se apruebe la demorada “ley de inocencia fiscal” para que los argentinos saquen sus dólares del colchón. El objetivo primordial y urgente es que vuelquen los billetes verdes guardados al mercado, lo que ayudaría para mantener contenido el tipo de cambio, y, especialmente, empezaría a calentar un consumo que está congelado. Por ahora solo hay algunas recuperaciones tan heterogéneas como concentradas en los sectores de mayor poder adquisitivo, lo que empieza a darle más firmeza a los rasgos de una sociedad más desigual. Motivo, como se sabe, de malestares complejos de controlar cuando se cristalizan aún en países donde la macroeconomía da signos de robustez.

Al mismo tiempo, se aceleró la discusión del proyecto de reforma laboral, que también el Gobierno considera crucial y, contra la opinión de interesados y expertos, utiliza como argumento en su favor la destrucción de puestos de trabajo formal del sector, que se ha sumado a las suspensiones, registrada durante la primera mitad de su administración y con una leve aceleración en el último mes.

“El 98% del proyecto está y lo tiene Patricia [Bullrich], que ya empezó a moverlo en el Senado”, dice uno de los altos funcionarios que participó de su elaboración desde el origen y que tiene un estrecho vínculo con el Presidente.

En ese terreno, desde las oficinas del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, uno de los principales impulsores y gestores de la reforma, dan casi por hecho que pasará los filtros, aunque admiten que habrá algunos cosas que se negociarán. ¿Lo que está abierto a discusión será solo ese 2 por ciento que falta para llegar a tener el total de la iniciativa que se terminará tratando en el Congreso?

Probablemente pueda ser algo más, ya que quienes conocen a Sturzenegger dice que su máxima es: “Yo les corro el arco lo más lejos posible para que al final sientan que estoy dispuesto a acercárselos un poco y cerrar la negociación lo más cerca posible del punto deseado”. Tácticas trumpistas, que en medio de la crisis de representatividad del sindicalismo y las escenas de canibalismo dentro del perokirchnerismo en declive parecen destinadas a tener éxito.

En defensa del maximalismo de Sturzenegger, sobre el que algunos de colegas del Gabinete y allegados al Presidente esgrimen dudas o cuestionamientos, sus colaboradores elaboraron una lista de 14 de desregulaciones de muy diversa índole e impacto llevadas a cabo, con los respectivos efectos positivos que tuvieron. Obviamente, algunos sectores afectados tienen otra mirada y el resultado en ciertos casos es más matizado o muy incipiente.

De cualquier manera, le sirven para empujar la nueva etapa de reformas y desregulaciones, para la cual se resolvió no ir con una nueva “Ley Bases II”, sino con proyectos desagregados. Entre ellos se vienen reformas educativas y digestos ultrasimplificadores de regulaciones en diversas materias, como salud, medicamentos, cuestiones comerciales e industriales, que acelerarán el desmantelamiento de áreas del Estado. La gran incógnita es si lo lograrán como hasta ahora, sin mayores conflictos. Pero no es una pregunta que se hagan en la cima del Gobierno

Esa decisión de fragmentar las nuevas medidas de transformación de roles y atributos estatales, en lugar de presentarlas en un solo megapaquete, es otra demostración del cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso en favor de La Libertad Avanza (LLA).

El hecho de haber logrado hacerse de la primera minoría en Diputados, así como la sensible pérdida de bancas y las diferencias internas del bloque kirchnerista del Senado, llevaron a iniciar un proceso más incremental que disruptivo.

Ese escenario es el que valida y explica el cambio de modos con el que desde la Casa Rosada se encara esta etapa, aunque todos saben que el león puede volver en rugir en cualquier momento y que la contención aplicada después de la derrota bonaerense no significa que se haya vuelto herbívoro. Todo lo contrario. Dicen que “está más carnívoro que nunca”, solo que mientras las presas están aturdidas y sin capacidad para desafiarlo, procuran no despertarlas para llevarse todo.

Milei reboza de confianza. El triunfo electoral lo tonificó no solo por efecto del resultado y el impacto que tuvo en todo el universo opositor y hasta en sus aliados críticos, como los macristas.

Ademas, se atribuye haber sido él esta vez el estratego de la campaña oficialista. “A mi me trajeron dos opciones. Ir por todo o hacer arreglos en varios distritos. Yo opté por la primera, porque si no iba a quedar preso de esos acuerdos como le pasó a Mauricio [Macri] después de ganar en 2017. Eso empezó con el triunfo en la ciudad [de Buenos Aires] y ahí pasamos de La Libertad Avanza a la libertad arrasa”, cuenta uno de sus colaboradores.

Ya se sabe que su hermana, con los Menem y su armador bonaerense, Sebastián Pareja, eran los impulsores del “vamos por todo” y que Santiago Caputo gestionaba algunos arreglos.

El resultado y las secuelas de la opción triunfante se verifican en estos días. Que después del escandaloso final de su exprotegido Sergio Neiffert el asesor haya mantenido al frente de la Secretaría de Inteligencia (SIDE) a alguien de su absoluta confianza, como Cristian Auguadra, quien llevaba las cuentas de la familia, no implica que haya vuelto a regir “el triángulo de hierro”.

Hoy, la geometría del poder se resuelve más que nunca en una línea de solo dos puntos: Javier y Karina Milei. El resto son figuras con mayor o menor relevancia e incidencia que orbitan e interactúan con ese eje lineal. Los resultados determinarán quiénes adquieren más o menos volumen de acá en más. O dejan de pertenecer el universo gubernamental.

En ese escenario está puesto a prueba el flamante ministro del interior, Diego Santilli, sobre quien ejerce una celosa supervisión el jefe de gabinete, Manuel Adorni, destacado integrante de la escudería karinista. Para él, el plazo para mostrar resultados es más perentorio, ya que la forma en que se dirima la discusión del presupuesto 2026 será la base sobre la que discutirán los demás proyectos.

Hasta la más leve recuperación de la capacidad de veto de los gobernadores y sus legisladores puede alterar planes del oficialismo triunfante. Y, sobre todo, cambiar el tono moderado por el regreso de los rugidos leoninos.