“Debés estar ganando una fortuna con el rulito. Por eso me boludeás tanto”. La obsesión de Francisco Hauque, operador financiero, era cobrar lo que le debía Elías Piccirillo, su ex socio, a quien le había prestado nada menos que US$6 millones para que los pusiera a generar intereses. Se conocían del complejo Al Río, Vicente López, donde fueron vecinos, y formaban parte de un circuito que proliferó durante los dos últimos años del gobierno de Alberto Fernández y que operaban unos pocos, los que tenían acceso a dólares del Banco Central (BCRA) en pleno cepo cambiario. Compraban la divisa a unos $300 y la vendían en el mercado parelelo, arriba de $800. “El rulito”. Un negoción.
La frase está en uno de los audios grabados en 2024 e incorporados en la causa que lleva adelante el juez Sebastián Casanello, que esta semana hizo allanamientos en las oficinas y los domicilios de cinco funcionarios del BCRA por presunta connivencia con el sector que debían controlar. Hauque estaba urgido porque, para él y para varios del sector financiero -los pocos que hacían “el rulito”-, algo se había modificado con el cambio de gobierno. Cuando Javier Milei asumió, el dólar oficial pasó de $366 a $800 y, según recuerdan dueños de cuevas y casas de cambio, unos 40 operadores quedaron descalzados. Fueron meses de múltiples mexicaneadas. Meses antes, muchos de ellos daban por sentado que Sergio Massa, entonces ministro de Economía y ya candidato, sería presidente y el circuito seguiría. “El rulito”.
¿Era lo mismo para Hauque con Milei? ¿Y sin brecha? ¿Sus US$6 millones estaban a salvo? Piccirillo le estaba pagando sólo el interés, US$300.000 por semana, y tampoco parecía haber entrado en una espiral de prosperidad, sino al contrario: el rulito y los contactos se habían cortado. Aunque intentara convencerlo de seguir con la inversión. “Vos pusiste 6 y te llevaste US$300.000 por semana durante todo el año. Eso te generó 8. Hoy me estás pidiendo la salida de esos 6. Está OK”, le explica Piccirillo en otro audio, pero no terminaba de cumplir porque, como argumentan todavía en su entorno, “en el mundo de los negocios, las deudas se pagan con negocios”. Pero no era la idea de Hauque, que quería el capital. “Bien afuera me dejaste y encima un palo de menos me querés dar”, le insiste en otro momento a su ex socio, a quien amenaza con punitorios: “Por toda la boludeada vas a tener que darme 3 palos arriba de lo que me debés”.
El de los cambistas es un universo complicado. ¿Piccirillo empezó a tener miedo? No está claro, pero lo concreto es que, al igual que Leonardo Fariña en los tiempos del kirchnerismo, decidió levantar el perfil o al menos no hizo ningún esfuerzo por atenuarlo. Al revés. En mayo de 2024, por ejemplo, se casó con Jésica Cirio e hizo una fiesta. Inició además un plan para sacarse de encima el problema. Contrató a varios policías que lo ayudaron, sin éxito, a intentar plantarle a Hauque una prueba con un arma y dos kilos de cocaína luego de una comida en el Palacio Duhau, razón por la cual hoy Piccirillo está procesado y tiene prisión domiciliaria. En ese elenco de contratados estaba Carlos Sebastián Smith, “el Lobo”, un exmiembro de la Policía que había trabajado con ambos en la custodia de caudales y al que Piccirillo le encargó grabar y armarle un expediente a Hauque.
“El Lobo” grabó todo, pero la operación falló y dio pie a una causa que cayó en el juzgado de Casanello y que procesó a Piccirillo por secuestro coactivo, transporte de estupefacientes agravado, encubrimiento agravado y portación ilegal de arma. Expeditivo y resiliente, “el Lobo” se ofreció entonces como imputado colaborador y presentó su testimonio y, lo más relevante, un pendrive donde tenía todo grabado y que guardaba en su camioneta. Cuando el fiscal, Franco Picardi, escuchó el contenido, entendió que había otro delito: acaso en connivencia con funcionarios que hacían la vista gorda a los controles de casas de cambio, un grupo de financistas estaba haciendo negocios con la brecha. Lo integraban Piccirillo, Hauque y otro socio, Martín Migueles, vinculado ahora con Wanda Nara. En el peor momento del desfase cambiario, octubre de 2023, la brecha llegó al 215%. Picardi elevó entonces el caso a sorteo y cayó en el juzgado de Casanello, que le delegó la semana pasada al mismo fiscal la investigación. Es el motivo por el cual allanó el lunes a los cinco funcionarios del BCRA.
Los cinco son del área de supervisión de entidades financieras y entregaron sus teléfonos y computadoras. Son Fabián Violante, gerente principal; Diego Volcic y María Valeria Fernández, inspectores jefe de Supervisión, y Analía Jaime y Romina García, inspectoras Generales de Supervisión. Todos, con excepción de García, dieron también sus claves.
Los audios de la causa le permiten hasta ahora al fiscal inferir que pueden haber sido cómplices. En una de sus conversaciones con Piccirillo, Hauque amenaza con involucrar a todos. “Van a ir todos en cana. No hay manera de que esto termine bien”, dice, y agrega: “Sabés que la puedo meter en cana a Romina”. En otro mensaje postea una foto de Violante y otro funcionario no precisado en el dictamen, sobre quienes proyecta metafóricamente que estarán complicados. “Son pollos. Todos”, dice, como quien imagina un horno. Estos funcionarios están ahora preocupados, pero con un argumento de defensa: dicen que oportunamente informaron a la Unidad de Información Financiera todo lo irregular que vieron y que, en todo caso, las demoras para avanzar fueron de la Justicia. Además, que la entrega de dólares a los bancos se decidía en la mesa del BCRA, que dependía de las órdenes del directorio, muchos de los cuales eran afines a Massa. “Tengo miedo”, dijo uno de ellos.
Razones no faltan porque se trata de cuestiones muy sensibles que involucran a poderosos. En febrero pasado, en medio de la pelea con Piccirillo, Hauque enfrentó las cámaras de América 24. Luis Ventura, que lo entrevistaba junto con Facundo Pastor y Marina Calabró, fue directamente al meollo del asunto: ¿Quién te dio los US$6 millones? “Había más personas -contestó Hauque-. Empresarios, políticos, gente importante”. ¿Podés nombrarlos?, insistió Pastor. Respuesta: “No. La verdad es que tengo miedo. No sé cómo llegué hasta acá”./Lanación
