Cultivados hace poco más de una década, ofrecen vinos con bajo alcohol y una frescura notable, lo que deslumbra a los expertos.
Lo primero que llama la atención al caminar el viñedo son unas redes altas, como las que rodean las canchas de tenis, dispuestas como paredes en torno a las hileras de vides. Con vientos que superan los 100 kilómetros por hora, las “cortinas” de álamos que tradicionalmente se plantan en los viñedos para contenerlos aquí no son suficientes y hay que recurrir a redes especiales para proteger a las plantas.
En la Bodega Otronia, la más austral de la Argentina y del mundo, el clima extremo –el viento pero también las heladas– son el principal desafío. “Estas condiciones climáticas extremas tienen un gran efecto en los vinos, que hace que sean realmente especiales”, afirma Juan Pablo Murgia, enólogo de Otronia, bodega ubicada a tan solo 50 kilómetros de la frontera con Santa Cruz y que posee 50 de las 92 hectáreas de viñedos que actualmente se encuentran plantadas en Chubut
“El frío de un lugar como Sarmiento nos permite lograr vinos con una acidez natural destacable, pero también con una expresión, una pureza y una intensidad aromática muy especiales –explica Murgia–. Los vinos de Chubut ofrecen un perfil sensorial nuevo para la Argentina, totalmente diferente al de Mendoza”.
En menos de 10 años –la mayoría de los viñedos de Chubut fueron plantados en la década pasada– y representando un ínfimo 0,04% del total de los viñedos de Argentina, los vinos del extremo sur argentino se han hecho un lugar destacado en la crítica internacional. En el último informe sobre Argentina del crítico inglés Tim Atkin, por ejemplo, el mejor espumante del año y el mejor Merlot fueron de Chubut (Otronia Brut Nature Pinot Noir y 45°Rugientes Merlot, respectivamente).
“Chubut es la frontera sur de la viticultura de Argentina y del mundo”, escribió Atkin en su Argentina 2022 Special Report. “El clima es extremo pero la calidad de los vinos es impresionante, especialmente para el Chardonnay, el Pinot Noir y los vinos espumantes”, agregó.
Blancos y mucho más
“Desde nuestra primera vendimia en el 2017, los vinos llamaron la atención del mundo de los sommelier, que descubrieron en ellos una frescura que no estaba en los registros”, comenta Marcelo Yagüe, propietario de la bodega Casa Yagüe Vinos Australes, establecida en el valle de Trevelin, localidad del noroeste de Chubut que posee una denominación de origen propia para sus vinos (más precisamente una IG o indicación geográfica).
Con el Chardonnay a la cabeza, pero también con otras variedades acompañando, los vinos chubutenses han reformulado la consideración que se tiene de los vinos blancos en la Argentina. “La oferta de vinos blancos estaba un poco subvaluada, y con la llegada de los vinos de Chubut, que entran en el mercado con bajo alcohol, mucha fruta y una frescura increíble se pusoen valor variedades blancas como el Chardonnay, el Sauvignon Blanc, el Gewuztraminer y el Riesling”, sostiene Yagüe.
Entre las tintas, la variedad que se ha destacado es el Pinot Noir, que es la contraparte de los blancos en bodegas como Familia de Bernardi, Contracorriente, Familia Adamow o Viñas del Nant Y Fall, entre otras. Y no es casual: hasta ahora la mayoría de las variedades que han sido plantadas con éxito en Chubut son –como el Pinot o el Chardonnay–, de “ciclo corto”; es decir, que necesitan menos días de calor para madurar correctamente.
Sin embargo, el panorama está cambiando, lo que en parte responde al cambio climático: “En Chubut el cambio climático está haciéndose notar –asegura Yagüe–. Las heladas, por ejemplo, cada vez son menores. En 2017 teníamos más de 20 heladas por temporada, pero en los últimos años se redujeron a la mitad. Eso hace que los grados de maduración se eleven, e incluso los niveles del alcohol de los vinos van subiendo de a poquito”.
Pero independientemente de los cambios en la temperatura, la incorporación de nuevas variedades también es resultado de un mejor conocimiento del terruño. “Antes de tener la experiencia que tenemos hoy. y viendo las estadísticas de temperatura del lugar, decidimos elegir variedades de ciclo corto como el Pinot Noir y el Chardonnay, también pensando en la producción de espumantes –cuenta Murgia–. Así es como plantamos esas variedades inspirándonos en los grandes vinos de zonas frías, como la Borgoña. Después vimos que este lugar realmente tiene condiciones para desarrollar un montón de otras variedades, como Merlot, Torrontés, Malbec, Gewurztraminer o Resling, con unos resultados extraordinarios”.
En camino a ver la luz pronto, tanto el Malbec como el Torrontés de Otronia, nacidos en la frontera sur del vino, darán que hablar.