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EEUU: la recesión se torna inevitable

EE.UU. se quebró. En mayo defeccionó el consumidor y empezó la recesión. O mejor dicho, comenzó la caída que de no mediar una contención rápida se convertirá en una recesión. Con la Fed de manos atadas es la crónica de una muerte anunciada. La producción declina desde principios de año y, si la demanda agregada se repliega, la economía cederá bajo el peso del exceso de inventarios como un castillo de naipes. ¡Urgente! ¡Teléfono para la Fed! Pero la línea está ocupada. La guerra contra la inflación es incondicional, declaró Jay Powell. Que la economía resista el “crescendo” de la política monetaria es la función reservada para el consumidor. Que su confianza se hiciera trizas no era el termómetro adecuado (por eso fracasó el pronóstico recesivo de octubre de David Banchflower).

Con los ahorros acumulados, y un patrimonio saneado, herencias del estímulo, el gasto de los hogares aguantó la pulseada hasta abril. Pero mayo – con una poda abrupta de 0,4% real – cambió la hoja de ruta. La data previa reveló su impronta con la novedad de una merma visible en las órdenes de negocios. La data de junio bajó otro cambio y confirma el tobogán. La suba de tasas a mitad de mes – 75 puntos base – fue un vaso constrictor adicional tras la otra sorpresa que deparó mayo, el mal número de la inflación al consumidor. ¿El destino está escrito? El consumidor aflojó antes que la inflación.

El aterrizaje comenzó con un cimbronazo. En el pasado, la política monetaria preventiva podía tomarse su tiempo, suspender la faena al calor (o más bien, la frialdad) de los sucesos, y evaluar los daños antes de volver a gatillar. Nótese que la Fed es un taller con una única herramienta. No puede atacar dos problemas a la vez si no se ponen en línea. La economía golpeó contra el suelo pero la inflación todavía retoza fuera del corral. Triplica la meta oficial de 2%. La política flexible actual quedó en off-side. Abatir la inflación es su prioridad absoluta. ¿Existe el riesgo de que la Fed apriete de más? “Por cierto. Pero la mayor equivocación sería fallar en restablecer la estabilidad de precios”, Powell dixit. Debe disciplinar la economía. Ya no es flexible sino rígido al extremo. El aterrizaje suave quedó en manos del consumidor. Si se retrae y retacea su colchón de ahorros, un duro desenlace está marcado.

La medición de la inflación de mayo jugó una mala pasada. Los precios al consumidor subieron 1%. Su variación interanual –8,6%- encendió las alarmas. En cambio, el deflactor del gasto de consumo –la vara predilecta de la Fed– trepó 0,6%. O 6,3% interanual. Adviértase que la versión sin alimentos y energía escaló 0,3%. Mantiene esa velocidad de crucero desde febrero. Lo importante es que constituye el mejor predictor de la inflación. Y los últimos cuatro meses se ancló en 3,7% anual. La pavura de mayo se basó en un hecho trivial: los precios minoristas se difunden dos semanas y media antes que el deflactor del consumo. Con otro orden de aparición, la visión sería de gran éxito y no de fracaso. Y otra, la decisión de política monetaria. Los precios de los commodities cayeron con fuerza desde entonces, y asienten. Junio innova con el enfriamiento de las presiones inflacionarias. Entiéndase: la evidencia tajante que busca Powell no está disponible aun, pero asoma con nitidez.

¿Demasiado tarde para poner a salvo la marcha de la economía? Sí. Aunque la Fed comenzará a fabricarse un margen de maniobra. Solo precisa que los datos fluyan. El mercado de bonos ya compró el nuevo escenario. La tasa de diez años en torno a 2,9% habla de un doble pico, del suyo propio (en 3,50%) y de la inflación. Es un primer certificado de aterrizaje (suave o duro, le da igual). La tasa de dos años trazó una parábola similar. ¿Y qué sugiere? Que la Fed tampoco transitará una suba de tasas cortas tan punzante como se preveía. El recreo de septiembre, la idea de Raphael Bostic, no es una quimera. El recorte de tasas se anticipará. No nos sorprenda que arranque también este año. Solo queda la Bolsa en la penumbra. Su suerte pende más de la capacidad de las compañías de proteger su rentabilidad en el bajón que de cualquier otra cosa, hasta que la Fed revea su política. Sin una crisis de crédito, entonces sí la Bolsa podrá tomar una revancha.

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