Es cierto que en la Argentina hay otras prioridades. Los resultados de las pruebas Aprender, por ejemplo, exhiben la hondura del drama educativo. Pero el mundo sigue adelante y es bueno observar qué sucede en otras latitudes con algunos debates a los que -como mínimo- merecen que se les preste atención. Uno de ellos es la cuestión del horario de entrada a la escuela.
Hace años se viene acumulando evidencia (investigaciones sobre la química del cerebro) que indica que los adolescentes tienen un ritmo más nocturno. El famoso reloj biológico. Sumado a los múltiples estímulos culturales -chat, streaming, redes sociales-, el combo hace que se acuesten más tarde.
Pero como al día siguiente las clases empiezan bien temprano, en las primeras horas esos adolescentes están prácticamente dormidos y eso impacta en el rendimiento escolar. Incluso hace que se enfermen más, indican los estudios.
La novedad ahora es que, por primera vez, un Estado toma el tema en consideración. Fue California (EE.UU.) que, por ley, estableció que los las escuelas estatales secundarias no pueden arrancar antes de las 8 u 8.30, según el año del curso. La norma entró en vigencia el viernes pasado y obligó a los distritos escolares de ese estado a cambiar su calendario escolar. También a las familias a adaptarse: sobre todo quienes llevan a sus hijos al colegio.
El debate incluso llegó a la Argentina. Fue recogido por el diputado Julio Cobos, quien afirma que el país usa un huso horario que no le corresponde. Y presentó un proyecto de ley para modificarlo en todo el territorio nacional.
“Los alumnos son los principales damnificados en el desfasaje entre la hora solar y la oficial, porque comienzan su jornada en plena oscuridad”, escribió en Twitter. “Argentina tiene un desfasaje entre la hora oficial (-3) y el huso horario que realmente nos corresponde (-4) y esto provoca varios inconvenientes”, agregó.
Mientras tanto, en California crece la polémica. Muchos se oponen a la ley, bajo el argumento de que lo único que logrará es que los adolescentes se queden despiertos hasta más tarde y todo siga igual. Sin impacto educativo.
Es cierto que hoy Argentina tiene otras prioridades y que necesita más y no menos horas de clase. Tanto como la evidencia sobre los beneficios de que las clases arranquen más tarde. No estaría mal, al menos, que haya campañas para que las familias tomen conciencia de la necesidad de que los adolescentes se acuesten lo antes posible. Y luego, por qué no, ver si la experiencia de California no es, acaso, la más adecuada.