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La mitad de la gente cree que la educación en Argentina es mala

A esta altura ya podría llamársele la “paradoja originaria” que explicaría por qué los argentinos demandamos tan poco por la calidad de la educación. Desde hace años se viene registrando el mismo fenómeno en las encuestas de opinión: una mayoría que cree que la educación en el país es mala o muy mala, pero a la hora de preguntársele por la formación de sus hijos en la escuela contesta que está bien.

Es como aquellas encuestas en la que la mayoría de los consultados dice que los argentinos manejan mal pero, claro, ellos manejan bien.

Para el especialista Guillermo Jaim Etcheverry, pareciera como que las familias argentinas son víctimas de una ilusión educativa: padres que necesitan creer que sus hijos “se salvan” de una tragedia educativa que avanza y siempre pasa por el costado.

¿Cambió algo con respecto a esta paradoja a partir de la pandemia? El Observatorio Argentinos por la Educación acaba de hacer una nueva encuesta, esta vez entre madres de alumnos de primaria públicas y privadas, representativa de todo el país, y el resultado sigue siendo básicamente el mismo.

El 90% de las consultadas considera que la educación de sus hijos es buena o muy buena, pero solo el 52% tiene una valoración positiva de la educación en la Argentina. Apenas el 1% afirma que la educación de sus hijos es mala, mientras que el 21% califica de esa manera la educación argentina.

¿Por qué se da este fenómeno tan paradojal? Clarín se lo preguntó a Sandra Ziegler (de FLACSO Argentina), autora del estudio junto a Gabriela Catri y Eugenia Orlicki, del Observatorio de Argentinos por la Educación.

“Esta disyunción se da por la tendencia a creer que la escuela elegida para los hijos los puede preservar de los avatares educativos. En cierto grado es el reconocimiento entre las madres entrevistadas de la fragmentación del sistema, en donde habría escuelas que sostienen mejores condiciones educativas. La respuesta reafirma la suposición de que quede puede haber un refugio en algunas instituciones que estarían al margen de la situación educativa global, por eso la diferencia entre los datos globales sobre la educación y los de la propia escuela”, dijo.

Es interesante ver las diferencias que hay según el nivel educativo de las madres encuestadas. La encuesta muestra una brecha de percepción más alta entre las de mayor nivel educativo: solo el 10% de las que tienen terciario o universitario completo considera que la educación en el país es “muy buena”, pero la cifra asciende al 46% cuando evalúan la educación de sus hijos. En contraste, entre las madres con secundaria incompleta el 22% cree que la educación en Argentina es “muy buena”, mientras que el 40% valora de igual forma la educación de sus hijos.

¿Cuánto puede todo esto estar frenando esto la demanda por mejor calidad educativa?

Ziegler dice no tener dudas de que “un reconocimiento tan alto hacia las escuelas de los hijos limita la demanda y la posibilidad de peticionar por la calidad educativa”.

“Opera una salida individual, pese a que entre las madres de mayores niveles de titulación hay una visión más crítica sobre las escuelas y señalan en mayor grado que la educación recibida por ellas fue mejor. Pero el conformismo que se registra en los datos plantea un freno a la demanda educativa por mejoras”, dice.

Los desafíos de la escuela

A las madres encuestadas también le preguntaron cuáles son los principales problemas que tienen la educación argentina hoy. El 51% mencionó la falta de recursos y materiales en la escuela, seguido por la falta de compromiso de las familias (48%), la formación de los docentes (44%) y los aprendizajes (42%).

¿Todo tiempo pasado fue mejor? Parece que los argentinos tenemos bien enraizado este concepto, porque el 44% de las madres encuestadas dice que la educación que reciben sus hijos es peor que la que ellas recibieron, mientras que el 39% considera que la educación ahora es “mejor” o “mucho mejor”.

Además, el 85% de las encuestadas considera que la educación les aporta a sus hijos herramientas para insertarse en el mundo del trabajo.

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