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Devaluación, un arma de doble filo

Corregir grandes desequilibrios económicos nunca es fácil ni gratuito. Dolor y sacrificio, son palabras que resuenan por estos días en Estados Unidos y Europa ante la crisis inflacionaria, un problema con el que la Argentina lidia desde hace décadas y por el que aún espera con angustia por una solución.

La inflación de julio pasado marcó 8,5% en las tierras de Joe Biden y trepó al 9,1% el mes pasado en el Viejo Continente, con perspectiva de mayor suba en los próximos meses. Datos que activaron un endurecimiento monetario que proyecta un período recesivo, cuyo grado de profundidad y extensión en el tiempo estará atado a los problemas que arrastra cada país. Mayor en el caso de Europa ya que, además de los shocks de oferta, debe resolver sus problemas de suministro energético derivados de las sanciones a Rusia por la guerra en Ucrania.

Pero en todos los casos coinciden en que acotar las medidas necesarias solo agravará el problema y generará una espiralización de la cual es muy difícil salir.

La Argentina es un claro ejemplo de ello. Hace un año, la inflación registraba 2,5% mensual. Hoy, esa marca que ya provocaba graves problemas en la sociedad, parece un objetivo muy complicado de alcanzar. Luego del pico de 7,4% que arrojó la medición de julio último, estudios privados proyectaron que el mes pasado se registró cerca de un 6,5% y que en septiembre el nivel no se contraerá demasiado, lo que lleva la previsión para todo el año a casi tres dígitos, cerca del doble del registrado en todo 2021. Es más, los modelos probados por la consultora FIEL señalan que, de no avanzar con soluciones de fondo, las estimaciones para el año próximo superarán esa cifra, ante la indexación de las diferentes variables en un tiempo que estará regido por el escenario electoral.

El nivel de desequilibrios en el país es más grande que el de los estadounidenses y europeos por lo que sin una corrección se complicará mucho más el día de mañana. El ministro Sergio Massa debe resolver hoy el problema de la inflación, pero también el de las cuentas fiscales y la necesidad de reforzar las reservas del Banco Central. Y ese cúmulo de problemas genera que cualquier solución a uno de ellos deba contemplar el posible agravamiento de otro.

Por ello, muchos economistas consideran que devaluar es un arma de doble filo, ya que si bien podría reducir la brecha cambiaria, incentivar un necesario ingreso de dólares y corregir el actual desbalance comercial; también aumentaría el costo de la deuda indexada y el gasto en subsidios que el ministro Sergio Massa busca reducir para achicar el déficit fiscal. Y lo que es peor aún, podría darle más intensidad a una inflación que mantiene a gran parte de la población bajo la línea de pobreza.

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