Juan Pablo Giménez (44) traza las últimas pinceladas en un mural de 12 metros de largo por 2,5 de alto en el Quartieri Spagnoli, el histórico barrio español de Nápoles donde se exhiben santuarios y pinturas con máxima devoción a Diego Armando Maradona. El trabajo con aerosol y pinceles sobre chapa le llevó 20 días y los vecinos de la zona ya están armando una fiesta para celebrar la nueva exhibición.
La pieza es invaluable por la emoción que despierta. En una de sus puntas está la imagen de «Diego Cebollita» (por el equipo donde dio sus primeros pasos) sobre la Copa del Mundo de la cual afloran las margaritas que le colocó Dalma en los botines durante un entrenamiento. En la otra, aparece el gol imposible de tiro libre a la Juventus en 1985.
Y en el centro, el corazón de la pintura, están las tres caras de Diego: la del director técnico, la de jugador del Nápoli y la de Campeón del Mundo con la celeste y blanca.
Juan Pablo es argentino y se crió en Lanús. Pinta ininterrumpidamente desde que tiene memoria y pudo delinear sus primeros garabatos con un lápiz. “Tener un pincel en la mano es una gran responsabilidad”, asume.
Juan Pablo Giménez (44), pintor argentino en Nápoles, junto a la cara de Maradona DT que pintó en un mural.
Pintor, dibujante o tatuador son las formas en las que prefiere ser catalogado Juan Pablo y dice que la palabra «artista» le queda grande.
Emigró rumbo a Europa hace siete meses por la situación económica de Argentina, que lo impulsó a cerrar su negocio de la galería Bond Street, ubicada en avenida Santa Fe y Rodríguez Peña. También dejó de participar en marchas, cortes de calle y acampes en la 9 de Julio, actividades que hacía como activista de izquierda y que también retrataba en sus pinturas.
“Las crisis producidas por todos los gobiernos hicieron que el país se convirtiera en un destructor de sueños. Siempre quise visitar ciudades europeas, pero las salvajes devaluaciones del último tiempo me empujaron a tomar la postura de no volver”, lamenta.
“Lo que más me molestó cuando me quise ir es que sentía que abandonaba la lucha, y eso me sigue dando mucha culpa. Por eso, tardé tantos años en tomar la resolución. Pero, un día entendí que ya no podía cambiar la realidad”, reconoce.
Una de las pinturas de Juan Pablo Giménez, el activista de izquierda que cortaba calles en Buenos Aires y ahora pinta murales en Nápoles.
Primero, se instaló en Barcelona para trabajar con tatuajes al lado de grandes personalidades y utilizar insumos de mayor calidad. Allí, el flechazo de Cupido lo acercó a una dibujante napolitana quien, al regresar a su tierra, expuso sus trabajos en Nápoles.
Entonces, recibió por Instagram una notificación que cambiaría su destino: le ofrecieron pintar en el mausoleo del Astro en el Quartieri Spagnoli. No dudó ni un instante. Aceptó la oferta, hizo sus valijas y tomó un vuelo sin fecha de retorno.
Pintura de Maradona en carbonilla por Juan Pablo Giménez
Ahora vive en Nápoles donde ilustra toda clase de retratos –desde cuadros hasta camisetas– de Maradona. “Diego me hizo napolitano. Me hacen encargos de los países más extraños. Hoy, por ejemplo, le tatué la firma de Diego a dos rumanos y a un irlandés”, le dice a Clarín mientras toma un descanso y cambia la yerba de su infaltable mate. Sus obras pueden apreciarse en el Instagram @jp_gimenez_dibujos.
La vida en Nápoles
“La ciudad es maravillosa, uno se siente como en casa. Se respira amor a Diego en cada lugar al que vayas. Además, los napolitanos son iguales a nosotros: hablan a los gritos, se enojan por nada, son cariñosos, incluso manejan peor que nosotros”, bromea.
Pintor argentino en Nápoles. Parte del mural de Maradona en el santuario Quartieri Spagnoli
Un dato curioso. En Nápoles, Diego jugó su último partido hace más de 30 años y, sin embargo, en cada balcón siguen colgando una bandera argentina con su rostro. “Otras maravillas de esta tierra son los cuadros de Caravaggio y su historia: el otro día me invitaron a una casa y en el medio había un aljibe del año 700”, señala.
La ilusión del retorno
Otra de sus pasiones es retratar escenas de los manifestantes porque considera que el artista tiene como misión incomodar al poder. “Los pintores que tenemos en estos tiempos son decoradores de living que se acomodan al gusto de quienes pueden pagar un cuadro. Si el arte no molesta, no sirve”, ensaya confiado en su capacidad transformadora.
En cuanto a sus últimas vivencias en Argentina, recuerda: “Me tocaba cortar el Puente Pueyrredón porque vivía en Lanús. Me despertaba a las 4 con un frío terrible y, muchas veces, con miedo porque éramos pocos y la policía siempre estaba lista para reprimir».
Y sigue: «Extraño aquella sensación de sentir temor y, al mismo tiempo, permanecer en el lugar donde estaba porque entendía que era lo correcto. Sabía que me iban a doler los palazos, pero que me sentiría peor si me quedaba en mi casa de brazos cruzados”.
Pintor argentino en Nápoles. Parte del mural de Maradona en el santuario Quartieri Spagnoli.
Antes de emigrar, participó de un acampe en la 9 de julio. La imagen todavía permanece en su retina. «Aquella impresión de tristeza que me dejó ver gente con hambre todavía me llena de bronca”, desliza.
Consagrado al amor maradoniano
El protagonista del local de Buenos Aires, donde trabajó durante 16 años, era un cuadro gigante de Maradona que estaba colgado a la pared. Recuerda que un día, alguien del entorno del Diez le propuso conocerlo y se sorprendió ante la negativa de Juan Pablo.
Una de las pinturas de Giménez sobre manifestaciones.
¿El motivo? “Estoy en deuda con Diego y pensé que la mejor forma de agradecerle era no molestarlo por su estado de salud. Dejarlo tranquilo en su privacidad, ahorrarle la incomodidad de las fotos, los autógrafos y las palmadas. En ciertas ocasiones, la mejor forma de querer es la ausencia, mantenerse lejos”, explica.
Y expresa: “Diego tiene la sonrisa más linda del mundo. Solo quienes abrazan las causas populares y enfrentan al poder, se pueden reír tan lindo”, declara como un manifiesto.
Cada vez que revive una jugada o escucha algún reportaje experimenta algo parecido a la felicidad. “El problema es que todo recuerdo siempre es triste, y en este caso, evoca una felicidad que ya no está”, inspecciona.
Pintor argentino en Nápoles. Parte del mural de Maradona en el santuario Quartieri Spagnoli
La devoción por Diego también llegó a las pizzerías napolitanas. “El dueño de una de ellas quiere pintar su rostro en cada pizza. Estamos explorando pinturas comestibles y tonalidades para la salsa”, le cuenta a este medio.
Incluso, el propio hijo del Diez, Diego Maradona Junior, quien vive en Nápoles y hoy es director técnico de un equipo de la ciudad, le encargó un cuadro y le envió un video. “Amigo, te agradezco mucho por todas las cosas que hiciste por mi viejo”, se lo escucha agradecer emocionado.
Diego Maradona Junior, hijo del Diez y de Cristiana Sinagra, le agradece a Juan Pablo Gimenez todas las cosas que hizo por su padre.
«En caso de que existiese un cielo se entraría así: sucio, con los botines llenos de tierra y pisando una pelota embarrada. Porque se puede limpiar el barro, lavar los botines y la pelota pero, a los que no les guste la mugre, esos, no pueden entrar al cielo. 10 meses extrañando a Diego», posteó en su Instagram el 5 de octubre de 2021 con una imagen del Diez, rodeado de ángeles, pisando una pelota con su pie derecho.