Hace aproximadamente 160 millones de años, Crisálida, una de las casi 90 lunas que orbitaban Saturno, se volvió inestable, entró en el campo de gravedad del planeta gigante, se desintegró y sus restos formaron los característicos anillos. Este satélite perdido logró liberar a Saturno de la atracción del vecino Neptuno, con el que estaba sincronizado, y le dejó en la órbita que se observa en la actualidad.
Esta explicación inédita del origen de los anillos de Saturno se publica hoy en la revista Science y resuelve dos incógnitas simultáneamente: la edad de los discos que rodean el planeta y su inclinación. El físico e investigador principal del trabajo, Jack Wisdom, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), señala que su equipo simuló cientos de escenarios con múltiples variables hasta obtener un resultado acorde con las observaciones astronómicas. “No me gustan las catástrofes”, comenta irónico, pero el Saturno que vemos ahora con sus estructuras heladas “solo coincide con un final catastrófico para esa luna”.
El profesor de ciencia planetaria comenta que la “información vital” del estudio se tomó justo antes del suicidio programado de la sonda Cassini de la NASA, que se desintegró en 2017 contra la atmósfera del planeta. La gran pregunta era dónde se concentra la masa del astro: “Dependiendo de si la materia está en el núcleo uniforme o en la superficie, la inclinación planetaria será diferente y Saturno se comportará de una u otra forma”, sintetiza Wisdom.
Al comparar los modelos teóricos con lo observado por la nave, los científicos descubrieron que Saturno estuvo en algún momento sincronizado con Neptuno, pero ambos se liberaron cuando Crisálida se desintegró y se rompió el equilibrio gravitatorio entre ambos. Es la versión astronómica de Saturno devorando a su hijo. El resultado fueron los anillos de escombros que abrazan al planeta.
De ahí el nombre de Crisálida. Al igual que durante la metamorfosis de una mariposa, esta luna “estuvo inactiva durante mucho tiempo a la espera de una inestabilidad”, señala Wisdom. Cuando llegó el momento, se hizo pedazos y los anillos emergieron. Los responsables del trabajo calculan que este satélite tenía un diámetro de 1500 kilómetros, aproximadamente la mitad que la Luna.
El astrónomo del Instituto de Astrofísica de Andalucía René Duffard, que no participó en el estudio, celebra la importancia de este nuevo trabajo. El investigador destaca que el equipo de Wisdom fue capaz de “modelar muchísimos parámetros complejos con simulaciones” y demostró la hipótesis de cómo se formaron las estructuras heladas del planeta, así como la inclinación de su eje de rotación, que es de 26,7º. También destaca la información que aporta sobre Titán, la mayor luna del planeta, que se aleja a unos 13 centímetros por año. Este satélite es otro de los responsables del ángulo inclinado del gigante.
Duffard, especializado en asteroides, insiste en que las mediciones son “muy precisas” y reconstruyen la curiosa historia de Saturno y sus jóvenes anillos. El planeta se formó hace 4500 millones de años, pero sus discos tienen apenas 160 millones de años. Otra de las implicaciones de este trabajo sería que habría que dejar de hablar de gigantes gaseosos para llamarlos gigantes a secas. “Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno tienen un interior sólido y líquido, y atmósferas muy grandes, que es lo que se confundía con gaseoso”, postula el investigador. Júpiter y Saturno tendrían núcleos sólidos hasta cuatro veces mayores que la Tierra.
A largo plazo, Duffard aventura que este análisis será útil en el estudio de exoplanetas, ya que Saturno y Júpiter se suelen utilizar como referencia. “Igual que un geólogo estudia la superficie terrestre y la compara con la Luna, nosotros podremos usar esta nueva información para estudiar otros mundos –destaca–. Hemos descubierto más de 4000 planetas, hay posibilidades infinitas de estudio”.