Carlos Salim Balaá Boglich, más conocido como Carlitos Balá, murió este viernes a los 97 años. Nacido el 13 de agosto de 1925 en el barrio porteño de Chacarita, uno de los humorista más influyentes de la historia argentina fue además uno de los hinchas más fanáticos del club “Funebrero” y por su impresionante impacto en la generación de niños a quienes divirtió y enseñó durante tantos años, convirtió a cientos de ellos en fanas de “Chaca”.
Mustafá, su padre libanés, y Juana Boglich, su madre hija de croatas, preferían otra profesión para su hijo, pero finalmente apoyaron su vocación artística, aunque nada querían saber del cambio de nombre. Incluso Carlitos ganó un concurso cómico en la radio con el seudónimo de “Carlos Valdéz”. Su padre, que lo estaba escuchando, no lo reconoció.
Un mural: el homenaje de Chacarita a Carlitos Balá
El club “Funebrero” tributó a Carlitos Balá, uno de sus simpatizantes más entrañables, en noviembre de 2018, cuando le dedicó un mural con su imagen que fue pintado por el artista Jorge Pagliano y que contiene una de sus frases célebres (”¿Qué gusto tiene la sal?”) sobre el paredón de la calle Matheu, lindero con los accesos a las Plateas del Estadio.
De esa inauguración se hizo cargo el propio Carlitos, quien fue honrado por el club, que entonces también le entregó su Carnet de Socio Honorario del club ante la presencia de su familia y dirigentes de la entidad.
“Chacarita es mi vida”
“Chacarita es mi barrio y mi club. Es decir que Chacarita es mi vida. Mis orígenes están ahí, como lo están mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. Gracias a los que realizaron este mural, es maravilloso, y gracias para la gente del club. Estoy muy emocionado, porque me han hecho recordar lo que significa Chacarita para mí”, dijo Balá en aquel acto en el que s emostró conmovido.
Carlos Balá, Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires
En abril de 2017, Carlos Balá fue distinguido como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura Porteña y su club, Chacarita Juniors, lo acompañó mediante la presencia de Diego Jahn, entonces vicepresidente segundo de la institución, quien le obsequió una camiseta estampada con su nombre.