Categorías
Noticias Sociedad

La mitad de los argentinos mayores de 75 años admite que casi no utiliza internet ni dispositivos tecnológicos

Contundentes. Así fueron los resultados de una reciente encuesta realizada por una empresa de tecnología que mostró –una vez más– la brecha generacional digital. La compañía Avast encuestó a doscientos argentinos de más de 55 años. Y el trabajo encontró que apenas algo más de la mitad (55%) utiliza internet en forma regular. Pero el 21% lo hace solo en forma ocasional y uno de cada cuatro adultos mayores (el 25%) afirmó no usarla nunca. “La mitad de dichos encuestados son jubilados y, lógicamente, la proporción de personas que no la utilizan aumenta con los años: por ejemplo, el 52% de los mayores de 75 años ya no la usa con frecuencia”, le dijo a este diario Javier Rincón, Director Regional de Avast. Y los datos recopilados por el Indec confirman estas cifras. Lo particular es que esta “grieta” es una de las que sí pueden cerrarse con facilidad, recurriendo a medidas y políticas educativas adecuadas.

“En los últimos años la inclusión digital de las personas mayores viene creciendo, sobre todo tras el aislamiento asociado a la pandemia”, le comentó Luciana Slipakoff, psicóloga especializada en gerontología. Y agregó: “Pero tenemos que hacer más para disminuir esta brecha, porque es un fenómeno que llegó para quedarse en la vida cotidiana y es esencial para la calidad de vida, ya sea para festejar un cumpleaños por Zoom con los familiares emigrados hasta mandar una receta a la farmacia o hacer una consulta médica por WhatsApp”.

Según Slipakoff –que es docente de la UBA en la cátedra de Tercera Edad y Vejez–, el problema para superar esta situación no reside tanto en la falta de cursos para adultos, que sí existen. El tema central es cómo enseñarles en forma efectiva para que su aprendizaje les sea realmente significativo en sus vidas y necesidades.

Para muchos adultos mayores formados en la época predigital, el acercarse a la tecnología es como aprender un idioma nuevo. “Para ellos es un proceso difícil y –a veces– frustrante, que requiere un esfuerzo por su parte y también precisa un instructor paciente”, dijo la experta. Y lo cierto es que muchos desean superar esta brecha. Por ejemplo, en la encuesta de Avast “el 34% de los consultados afirmó que desearía recibir ayuda de amigos o familiares para realizar actividades online”, aseguró Rincón.

Charlas. Por su parte Sebastián Fridman, psicogerontólogo y coordinador del área de Personas Mayores en el Centro Integral de AMIA, explicó que a veces “los mismos adultos consideran que la tecnología no es para ellos y prefieren el “cara a cara”. Pero en talleres especiales, donde comparten con pares y coordinadores capacitados, les vamos mostrando cómo usarla para tener mejor calidad de vida. Incluso el entender estas temáticas puede servirles para participar más y mejor de la conversación pública y la vida familiar. 

“Es que hoy”, según Slipakoff, “en los noticieros, en la mesa y en todos los ámbitos se usan términos que provienen de la tecnología como ‘linkear’, ‘postear’ o ’instagramear’. Si no los entienden, se quedan afuera de la charla”.

Consejos. Para esta psicóloga no hay que olvidar que todo aprendizaje conlleva un proceso de frustración y toma tiempo. Y recomienda: “Quienes aprenden tienen que poder tocar los dispositivos sin miedo, ver que no se rompen, practicar mucho, pedir ayuda y tener paciencia sin frustrarse”.

Por otra parte, el facilitador debe tratar de enseñarles los usos y las apps más acordes a los intereses de cada persona. Tal vez no les interesa usar Instagram, pero sí Facebook o hacer videollamadas. Otros tal vez prefieran usar Youtube para escuchar música. “Incluso, a veces, en los talleres gratuitos de tecnología que ofrece AMIA hemos mostrado cómo usar el Home Banking o una app de pago, para que los adultos mayores puedan seguir siendo autónomos”, recordó Fridman.

Por otra parte, muchas veces los obstáculos para usar herramientas de tecnología no solo están en el aprendizaje. “Pueden tener, por ejemplo, una dificultad en la vista que les complique usar la pantalla pequeña del celular o escuchar un audio de Wpp. Entonces una integración real podría ser enseñarles otros dispositivos”. 

En vez de cómo usar el smartphone ¿por qué no enseñarles a aprovechar una SmartTV o a conectar auriculares de calidad? Finalmente Slipakoff resumió que para achicar esta brecha tech etaria hay que pensar en la singularidad de cada necesidad y buscarle un sentido: “La clave del éxito es que puedan apropiarse de la tecnología”.

“Saber usarlo nos abre un mundo”

“Vengo a estos talleres desde hace cuatro años. En pandemia seguí haciéndolos por Zoom”, cuenta Flora Shorr, tallerista de las reuniones semanales de la AMIA. “¿Por qué los hago? Es que la tecnología me resulta útil. Pero también desconocida. Y sin el taller le tenía que preguntar a mis hijos que –a veces– no tienen tiempo o no tienen paciencia”. 

Shorr dice que muchas veces busca cosas y palabras en Google. Y lo usa para traducir. ¿Qué es lo más útil? “Todo. Por ejemplo, hoy aprendimos sobre el uso del QR y lo que significa ‘hasthag’. Y lo mejor es que me hace sentir bien, porque veo que mis neuronas y mi cabeza siguen bien”. Algo parecido contó Jorge Iosovitch: “Con los profesores acá podemos evacuar cualquier pregunta sin problemas. Y aprendimos a usar redes sociales, desde Facebook a Instagram y también Wpp. Lo bueno de esto es que nunca se termina, siempre tenemos cosas nuevas para sumar y que son útiles para la vida diaria. Saber usarlo nos abre un mundo”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *