Argentina, 1985, con Ricardo Darín y Peter Lanzani, se convirtió en un éxito sin precedentes en la historia más reciente del cine argentino. Al cierre de esta edición, lleva vendidas 839.060 entradas, por lo que es la producción nacional más vista en lo que va del 2022, y se ubica en el puesto 11 entre todos los films estrenados en nuestro país este año.
Y seguirá ascendiendo, aunque a partir de este viernes 21 de octubre, Amazon Prime Video, una de las productoras de la película sobre el histórico Juicio a las Juntas militares por las graves y masivas violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura en nuestro país.
La película seguirá, igualmente en cartel en cadenas de cine independientes como sucede desde su estreno, hace tres semanas.Raúl Alfonsín, el día de su asunción como presidente, el 10 de diciembre de 1983
Pero al margen del éxito, algunos vieron -o quisieron ver- en el filme en el que Darín es el fiscal Julio César Strassera y Lanzani su compañero en la Fiscalía Luis Moreno Ocampo, un ninguneo al por entonces Presidente Raúl Alfonsín. En las redes sociales hubo voces que cuestionaron el “poco espacio” que ocupa en el filme el primer mandatario democrático elegido tras la dictadura.
Otros, entienden que Alfonsín, como decía la canción, aunque no lo veamos, siempre está.Santiago Mitre, Ricardo Darín y Peter Lanzani en la premiere argentina de la película
Santiago Mitre, el director de la película que representará a nuestro país para el Oscar al mejor filme internacional, quien está en Nueva York con Argentina, 1985, respondió que le resultaba «absurda» la polémica alrededor de una supuesta “desalfonsinización” en su película.
“Yo creo que la polémica es absurda desde el momento en que el Juicio a las Juntas es universalmente reconocido como el logro del gobierno de Alfonsín -arrancó-. No solo ese espíritu de época está presente de un modo innegable en la película, sino que el propio Alfonsín aparece dando su apoyo al fiscal Strassera. Alfonsín hizo lo que había que hacer: firmó el decreto, el Congreso aportó modificaciones, él las aceptó. Luego actuó la Justicia”.«El propio Alfonsín aparece dando su apoyo al fiscal Strassera», dice el director, Santiago Mitre a «Clarín»
-¿Y qué opinás de los que dicen que la película “ningunea” la participación de Alfonsín?
-El punto de vista es el de Strassera y los miembros de la fiscalía. Es una película que narra el Juicio a las Juntas, que es uno de los máximos logros del gobierno de Alfonsín.Enjuiciados. Massera, Viola y Lami Dozo van a sentarse. Strassera repasa su alegato
Y fue más allá. “Ahora, medir una película con una especie de ‘alfonsinómetro’ que vaya indicando si es más o menos ferviente con tal o cual figura, es algo que en mi opinión al propio Alfonsín le hubiera disgustado. Paradójicamente, la idea de que todo el juicio estuvo digitado por el Poder Ejecutivo (que hablaría mal de Alfonsín y su respeto a la institucionalidad) es lo que reclaman los alfonsinófilos; la idea verdadera, la de que fue un proceso en la que la injerencia del gobierno no fue total y en la que jueces y fiscales debieron batallar contra militares todavía poderosos y su influencia, les molesta”.
“Es muy bueno que una película abra debates -continuó-, pero a veces esos debates dejan lugar a una cierta mala fe o a alimentar peleas o cuestiones a las que la película no hace referencia, como las lecturas que han encontrado ¡en una película sobre 1985!, lecturas complacientes o funcionales al actual gobierno.”Moreno Ocampo y Strassera le pidieron a Hebe de Bonafini que se sacara el pañuelo para continuar la audiencia. La escena se replica en el filme.
“El error -finaliza- seguramente parte del hecho (tan común) de asumir que la película es un objeto didáctico que se puede examinar como si fuera un manual de historia escolar. Nunca la pensamos así y a mí personalmente me desagrada esa forma de concebir el cine.”
A continuación, dos escritores, Marcelo Birmajer y Carlos Gamerro (por orden alfabético) dan sus puntos de vista. Mientras uno dice que el filme “falla deliberadamente en el retrato del papel de Alfonsín en esta gesta”, el otro sostiene que “todo el espectro político se disputa el Juicio a las Juntas, todos lo quieren hacer suyo, aun aquellos que desean que nunca hubiera sucedido, pero saben que les conviene disimularlo”.Como hacía tiempo no ocurría, largas filas para entrar a ver una película nacional
Desde hoy, tanto en los cines como por el streaming, todos podemos ver la película y sacar nuestras propias conclusiones.
1985, otra perspectiva
Es celebrable el éxito de público que ha logrado Argentina, 1985 y que haya reabierto un debate central en la Argentina contemporánea: el debate que intentó sepultar el kirchnerismo a partir del infame discurso negacionista de Néstor Kirchner, como presidente de la Nación, en el ECuNhi, en 2004, cuando dijo que el Estado argentino no había hecho nada durante 20 años respecto a los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura 1976/1983.
La película no solo recuerda la acción inolvidable de la Justicia estatal y democrática, sino que resume, en un párrafo impecable, una verdad histórica: nunca en la Historia de la humanidad una democracia civil desarmada juzgó a un poder militar armado como se hizo en la Argentina, a partir de 1983.
El kirchnerismo intentó ocultar estos hechos históricos no por oponerse a supuestas defecciones en este orden de sus rivales políticos, sino para ocultar su innegable complicidad con las Juntas militares y sus crímenes: la autoamnistía propuesta por su candidato, Luder, en 1983, y el indulto ejecutado por su candidato, Menem, en 1989 y 1990.
La narración ficcional de la relación entre el fiscal Strassera y sus hijos es maravillosa. Estos son solo algunos de los méritos, no todos, que nos brindan los artistas, en los distintos rubros de la película.
El aspecto donde la película, en mi opinión, falla deliberadamente, es en el retrato del papel de Alfonsín en esta gesta. De hecho: no hay retrato. Mientras que cada uno de los protagonistas principales tiene un actor que lo representa, incluso el cómplice Luder (el representante del proto kirchnerismo); los hacedores del filme eligen no mostrar a Alfonsín, ni siquiera en forma documental, como sí hacen con el ministro del Interior de aquel gobierno democrático, Antonio Tróccoli.
A Alfonsín le dedican una línea al comienzo del filme, y una voz, en off, sin imagen, en la mitad. Nada más. ¿Por qué? Es inaceptable. La película aclara que está basada en hechos reales. ¿Por qué aparece Luder, aparece Tróccoli, pero no aparece Alfonsín? Acusar a Tróccoli de “facho” por señalar los crímenes de los terroristas montoneros y del ERP, también me parece una deliberada reversión inaceptable de la historia argentina.
Era el ministro del Interior del gobierno de Alfonsín, el principal protagonista, ese gobierno de Alfonsín, de que la Justicia, en oposición al Perón y a los Kirchner del “al enemigo, ni justicia”, metiera presos de por vida a Videla y Massera, hasta que Menem, el candidato de los Kirchner, los indultó.
Cuando la esposa de Strassera le dice al fiscal que Alfonsín no se mete en la sentencia, respetando la división de poderes, debería agregarle que sin Alfonsín esos juicios nunca se hubieran llevado a cabo, y que si hubiera ganado Luder, en la Argentina se podría seguir asesinando y torturando por motivos políticos, como antes lo había hecho la Triple A de Perón. Sí hay héroes: Alfonsín y Strassera.
Nunca más, todos los días
Por Carlos GamerroCarlos Gamerro. Foto: Luciano Thieberger
Empecemos por lo menos importante. A partir del estreno de Argentina, 1985, de Santiago Mitre, se desató una polémica en medios y redes: que si la película minimiza el rol de Raúl Alfonsín en el histórico Juicio a las Juntas, que si lo ningunea; como corolario, si el radicalismo le ha regalado la causa de los derechos humanos al kirchnerismo, o se la ha dejado robar por éste.
En cuanto a lo primero, no está de más recordar que se trata de un largometraje y no de una serie documental, y que si vamos a hacer una lista de minimizados y omitidos habría que empezar por Jaime Malamud Goti y Carlos Nino, quienes diseñaron la estrategia del juicio para el Presidente y su renuente gabinete, por la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, etc.
La segunda apreciación me mueve a invocar un principio algo general: no se puede regalar lo que ya no es de uno; no nos roba quien recoge lo que hemos dejado tirado. Con la claudicante Ley de Punto Final de 1986, y la infame Ley de Obediencia debida de 1987, el radicalismo abandona las políticas de memoria, verdad y justicia, devolviéndoselas a las organizaciones de derechos humanos, hasta que fueron retomadas como política de Estado en la presidencia de Néstor Kirchner, y algunas de las posteriores.
Pero esto, como anticipé, no es lo que más me importa. Lo que me importa es lo que viví en el cine. Lloré. Lloramos. Aplaudí. Aplaudimos. Ir a ver Argentina, 1985 no es como ir a ver una película más: ahí, en la anónima comunión de las butacas, sucede algo del orden del ritual, de la celebración colectiva.
Porque, a diferencia de muchos países que vivieron dictaduras parecidas, el nuestro tuvo la oportunidad de juzgar a los responsables, y supo aprovecharla. Podría no haber sucedido -una y otra vez, la película se encarga de recordárnoslo-, y no hubiera sucedido si ganaba las elecciones el peronismo de Luder, pero sucedió. Para siempre.
Por primera vez en la historia mundial los responsables de un golpe de Estado y sus crímenes atroces, inconcebibles, fueron juzgados y condenados en su país, por un tribunal civil, con sus propias leyes. A partir de ahí la sociedad argentina, a diferencia de lo que sucedió en muchos países vecinos, deja de ser una sociedad dividida, al menos en lo que a la dictadura respecta. Nadie aplaude, en el cine, a Videla. Nadie silba a Strassera.
Vuelvo ahora a la polémica, con otro espíritu: sí es importante, y significativa; es más, es una polémica que nos honra. Todo el espectro político se disputa el Juicio a las Juntas, todos lo quieren hacer suyo, aun aquellos que desean que nunca hubiera sucedido, pero saben que les conviene disimularlo.
El consenso no necesariamente implica acuerdo: significa que hay cosas que ya no se discuten. Gracias a ese consenso, fascistas a medio cocinar como Milei y Espert no se animan a convertirse en fascistas hechos y derechos. Por ahora. Todo consenso, por su propia naturaleza, es frágil, y debe ser renovado cotidianamente. Películas como Argentina, 1985 ayudan a construirlo y sostenerlo.