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Venció el cáncer, los miedos y se convirtió en un referente del MTB en Salta

Se crió en el campo. Soñaba con ser abogado. Al salir del secundario un cáncer le truncó la carrera. Tuvieron que amputarle un brazo para extirparle un tumor. Con mucho esfuerzo logró superar la enfermedad y hoy se convirtió en un verdadero referente del Mountain Bike en Salta. Se llama Matías Rueda (35), vecino de El Carril

Su historia es a todas luces inspiradora. Recordó que de niño recorría todos los días entre 5 y 6 km en bicicleta, desde una finca ubicada entre los cerros hasta la escuela. Así cursó la primaria y el secundario. Luego quiso estudiar abogacía y así lo hizo, hasta que diversas circunstancias de la vida le impidieron continuar. También se capacitó como bartender y trabajó en boliches y en eventos sociales. En 2005, días antes de que naciera su primera hija, comenzó a sentir una pequeña molestia a la altura del hombro. La molestia se convirtió en un intenso dolor, que se volvió insorportable. Fue entonces cuando Matías visitó a un médico y se sometió a una serie de estudios. El diagnóstico fue demoledor: le detectaron un osteosarcoma, es decir cáncer en los huesos.

“Todo eso se dio en medio del nacimiento a los siete meses de mi pequeña hija, quien permanecía en terapia intensiva. Fue muy difícil. Como papá estaba muy preocupado por ella y por otro lado debía sobrellevar la enfermedad”, recordó.

A partir de allí comenzó toda una historia de quimioterapias, infiltraciones, internaciones y de tratamientos tanto en Salta como en Buenos Aires. Finalmente la cirugía apareció como la última opción.

“Con las quimioterapias se me cayó el cabello, comenzaron las náuseas, por lo que no podía comer nada. No había calmante para la intensidad del dolor. Tenían que infiltrarme. El brazo izquierdo estaba hinchado, del tamaño de una pierna. Llegué a pesar 45 kg. Antes de la operación esperaba un milagro, que no sucedió”, recordó el joven deportista.

Tras la amputación de su miembro superior izquierdo, nuevos estudios determinaron que las células cancerígenas habían desaparecido. Matías había logrado superar la enfermedad. Pero quedaba un largo camino por recorrer. A partir de 2006 debia adaptarse a su nueva vida. Dos años más tarde, se fue de La Silleta para instalarse definitivamente en El Carril.

Pasaron casi 14 años hasta que en 2020 se subió de nuevo a una bicicleta. “Tenía muchas ganas de hacerlo, pero también tenía miedo. Siempre me gustaron los bicis. Además era mi medio de movilidad. Así comencé a rodar nuevamente. De a poco”, detalló Matías

Ese gusto por las dos ruedas lo llevaron a seguir por Facebook las distintas actividades que organizaban los grupos de MTB en Salta. Lo hacía como mero espectador. Se contactó por las redes sociales con el Team Aventura. “El 1 de enero del año pasado (2021) me vieron en la calle y me invitaron a una pedaleada hasta la Quebrada de Tilián. Fue mi primera salida en grupo. Les llamó la atención que yo pudiera hacerlo faltándome un brazo y no dejaron de alentarme y de apoyarme”, resaltó.

En una de esas salidas conoció a Oscar Aramayo, reconocido pedalista salteño, quien se encontraba organizando el Torneo Integración de los Valles. Así se sumó a la primera fecha que se disputó en Cerrillos. “Fui solo a ver, no a competir. Pero luego, la segunda fecha la tenía que organizar El Carril. Primero me pusieron a cargo de las inscripiciones. Después surgió la idea de sumarme. Mis compañeros me impulsaron a que lo haga de manera simbólica. Era un circuito de senderos de 34 km, arrancaba en El Carril hasta Tilián, para pasar por la rotonda de Chicoana hasta El Mollar. Y logré cubrirlo. No lo podía creer, pensé que nunca podría lograrlo, pero finalmente lo hice”, recordó. La terea no fue fácil. Tuvo que superar los miedos, los calambres y levantarse de tres caídas en los intrincados y barrosos senderos de los cerros.

La llegada a la meta fue emocionante. Lo esperaba toda la gente con aplausos y sirenas. Fue una experiencia inolvidable. Matías había vencido otro gran obstáculo en su vida. 

La segunda carrera de la que participó Matías fue en La Merced. En esa oportunidad, su presencia dejaba de ser simbólica para sumarse lisa y llanamente a la competencia. Los organizadores abrieron a esa altura del torneo una nueva categoría inclusiva. La decisión fue histórica para la disciplina, posibilitando la participación de un gran número de deportistas. “Comenzaba una nueva etapa para mí. Ya había comenzado a entrenar más a conciencia y a dedicarle tiempo el MTB. Con la ayuda de Ismael Laguna tuve que adaptar los frenos de la bici, para poder comandarlo desde una sola palanca”, recordó.

A las ganas de participar fue sumándole esfuerzo. Es una disciplina que requiere de una inversión considerable. Ahorrando y con ayuda familiar accedió a su primera bicicleta. Luego, para adaptarla se sumó la ayuda de sus pares. “Para correr tuve que comprar casco y toda la indumentaria. Hice un sacrificio económico importante. Gracias a Dios conté siempre con el apoyo de mis padres y de mucha gente amable del ciclismo, que me apoyó desde el principio”, destacó.

Con el tiempo y las participaciones, Matías fue sumando experiencias y también podios. Sus sueños se vieron cumplidos. La última competencia fue quizás de las más difíciles que le tocó protagonizar: “La vuelta a los diques”, en Coronel Moldes. Un circuito al que calificó de “durísimo”. “Trabajo y me empeño mucho en alcanzar mayor estabilidad. Siempre persisten los miedos de caerme, pero las ganas pueden más”, aseguró. 


Ahora se prepara para competir el 19 y 20 del corriente en el «Desafío de los Cerrillos». “Mi objetivo es abrir camino a quienes como yo tienen alguna limitación física y desean sumarse al MTB, pero no se animan. Mi tarea será guiarlos, apoyarlos y si se puede, inspirarlos. Ser parte de esta actividad es una experiencia increíble, vale la pena intentarlo”, concluyó Matías, quien se ha convertido en poco tiempo un verdadero referente de la disciplina en Salta.

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