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La última carta de Sergio Massa

La última semana fue pródiga en actos simbólicos que alimentan a una parte de la sociedad que vibra con la grieta. En el medio de eso estamos los que creemos que podemos construir un país social y económicamente más justo, con instituciones confiables, dirigentes honestos y medios de comunicación que se dediquen a informar en vez de a operar.

Un día antes de conocer el veredicto de la causa Vialidad que terminaría condenando a la vicepresidenta Cristina Kirchner por defraudación al Estado y absolviéndola de la acusación por asociación ilícita, se conoció un chat privado y de origen ilegal, entre jueces, fiscales, empresarios de medios y funcionarios del gobierno de la CABA que dejaban a la luz lo poco que podemos confiar los ciudadanos de a pie en aquellas personas que deciden sobre nuestra libertad y nuestro patrimonio. Nada menos.

Huelga decir que no parece casualidad que estos chats se hayan filtrado un día antes de conocerse el fallo, todas cuestiones que deberán investigarse y penalizarse debidamente; pero eso no le quita ni un poco de importancia a lo que ya podríamos definir como el escándalo judicial del año. El mismo poder que se opone sistemáticamente a pagar impuesto a las ganancias amparados en la necesidad de mantener su independencia económica, no parecen preocuparse por recibir dádivas de quienes podrían claramente condicionar sus sentencias ni por intentar ocultar las pruebas que lo testifican.

Para poder creer que los juicios siguen procesos constitucionales y que las personas condenadas no ameritan una segunda lectura sobre su eventual culpabilidad, necesitamos estar convencidos que las personas que encarnan esas instituciones sean prístinas y honestas, que no tengan manchas en su trayectoria y que no reciban presiones de intereses espurios cuando hablen por sus sentencias.

«No parece casualidad que estos chats se hayan filtrado un día antes de conocerse el fallo».

En este contexto se conoció también el dato de pobreza e indigencia que publica periódicamente la UCA. Sobre el asunto, Agustín Salvia, probablemente una de las personas más autorizadas para hablar sobre el tema en Argentina, ha dicho que en el último año la escalada inflacionaria hubiera justificado un salto importante en dichos valores, cosa que afortunadamente no ocurrió. Lo atribuyó al dinamismo que muestra por estos tiempos la economía popular que viene creciendo sostenidamente en los últimos años y a la firme política de apoyo a los sectores más vulnerables que aplica el gobierno nacional en materia de planes sociales. Esto podría ser un tema menor si no fuera porque aparecen cada vez con más fuerza distintas voces de sectores políticos más conservadores y radicalizados sugiriendo la necesidad de eliminar los planes para crear trabajo.

Cual si fuera magia, los que trabajamos hace varias décadas en el sector privado sabemos bien que no se trata de soplar solamente para hacer botellas. En un mundo cada vez más complejo y tecnificado, si queremos reconvertir a los que se cayeron del sistema tendremos que planificar una capacitación masiva y focalizada que les devuelva empleabilidad a los que hoy podríamos definir como analfabetos tecnológicos, aún con secundario completo.

Pero no nos engañemos. El Mundial terminará en una semana y luego de un tiempo de reflexión y merecido festejo, más allá incluso de los resultados de las semifinales, volveremos a encontrarnos con una realidad acuciante y compleja.

Es ahí donde se le juega al ministro Sergio Massa su última carta que, bien jugada, puede ser un as de espada que le de un pasaporte en la carrera electoral del Frente de Todos.

«¿Qué necesita el ministro Sergio Massa para lograr un milagro?».

Inflación menor al 4% mensual, dólar oficial y financiero bajo control, importaciones fluyendo con cierta razonabilidad en una economía que crecerá mucho menos que en 2021 y 2022 pero sin atravesar las tinieblas de la recesión; y una deuda en pesos que se vaya «rolleando» sin mayores sustos a la espera de definiciones de otro tipo que vendrán hacia fines del año próximo.

Pero ¿qué necesita el ministro para lograr este milagro? Varias cosas. Un plan macro que lo sostenga, sí. Un diálogo con los sectores empresarios y sindicales que propongan pretensiones moderadas, claro. Una sintonía política de unidad dentro del frente que representa, también. Pero lo más importante, lo que define la factibilidad de todo se resume en reunir u$s 15.000 millones en el primer bimestre del 2023 provenientes del segundo dólar soja en ejecución, del pase a disponibilidad de una parte del swap chino en negociación y, lo más difícil de todo, de conseguir que el nuevo gobierno de Brasil nos ceda los DEGs que le fueran asignados por el FMI y que, dada la fortaleza de sus reservas internacionales, no necesita. Nadie dijo que era fácil ganar al truco, pero tampoco imposible./ANTONIO ARACRE (El Cronista Comercial)

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