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Intento de golpe de Estado en Brasil: ¿un cisne negro para la producción argentina de autos?

En su esmero por difundir buenas noticias económicas, Sergio Massa se reunió la semana pasada con los CEOs de la industria automotriz. Celebró que, con casi 537.000 vehículos fabricados, el sector cerró el mejor de sus últimos ocho años. Anticipó, también, que avizora un escenario de producción de, al menos, 610.000 unidades para 2023El motor de ese crecimiento serán las exportaciones, que subieron más de 24% en 2022 y representaron el 60% del total de autos que se hicieron en la Argentina el año pasado.

Sin embargo, los miles de partidarios de Jair Bolsonaro que el domingo avanzaron sobre el Palacio de Planalto, el Congreso y la sede de la Corte Suprema de Brasil empezaron a delinear una figura que, si el episodio evoluciona en una crisis política de mayor duración, podría convertirse en un cisne negro para las terminales argentinas.

De las 322.300 exportaciones de vehículos de 2022, el 63% fue a Brasil, por lejos, su mayor mercado. Los siguiente en participación fueron Colombia (6,3%), Chile (6,2%) y Perú (5,5%). Sólo los supera América central, en su conjunto, con un 10 por ciento.

La foto no variará mucho este año. Todos los planes de las automotrices locales se basan en más despachos al socio mayor del Mercosur. Por eso, cualquier amenaza sobre el nivel de actividad económica del país vecino -y pocas tan temibles como una crisis institucional- provoca algún escalofrío. Por mínimo que, todavía, sea ese riesgo. Como la alarma del auto, que suena igual, tanto por la rotura de un vidrio o una simple vibración.

«Es de Perogrullo. Pero, cuando Brasil tiene un problema, nos impacta», reconocen en una de las mayores exportadoras de vehículos. A veces, detrás de lo obvio, se camuflan los detalles. Que es adonde, se sabe, suele estar el Diablo.

En 2022, el mercado brasileño de automóviles, vehículos comerciales livianos, camiones y buses movió 2,11 millones de unidades, difundió Fenabrave, la cámara de concesionarios de ese país. Es un estancamiento contra 2021; de hecho, 0,71% abajo. Para 2023, proyecta sólo 0,1% arriba. Su pronóstico, que contrasta con la suba de 2,2% de Anfavea -la asociación de fabricantes-, se basa en un escenario de bajo crecimiento económico y una Selic, la tasa de referencia de la economía brasileña, en su actual 13,75% durante, al menos, este semestre.

Fenabrave lo difundió la semana pasada, cuando Lula estrenaba mandato y el tsunami verdeamarelo que arrasó las sedes de los tres poderes sólo era el sueño de una noche de verano del bolsonarista más fanático.

Con mayor penetración del crédito en la economía que en la Argentina -en especial, para la venta de autos-, cualquier factor que cause incertidumbre tiene fuerte impacto en la actividad. En tal sentido, pocas cosas inquietan más al capital financiero que una crisis política de derivación incierta, con potencial de evolucionar a ser social por la grieta existente en Brasil. Una retracción de inversores que restrinja más el crédito enfriará el mercado automotor y, en consecuencia, a las exportaciones de autos argentinos.

Más allá de algún tanteo a Daniel Scioli, de excelente relación con muchos en el sector, las automotrices locales aún están lejos de conformar comités de crisis o revisar planes. «Todavía es muy prematuro», dice un ejecutivo. Que Brasil haya tenido un lunes sin sobresaltos financieros es un síntoma positivo, apunta. «La crisis, por ahora, se resuelve dentro de las instituciones», interpreta. Pocas cosas más caras a los inversores que la institucionalidad.

En los próximos días se verá si el fuego está extinto. Y si el humo se disipa. O termina de conformar la oscura silueta del cisne.Tags relacionados

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