A la Argentina la esperan meses frenéticos en lo político y en lo económico.
Las elecciones primarias están a la vuelta de la esquina aunque la campaña recién está dando sus primeros pasos. No es poco lo que se juega. De hecho, en diciembre la Argentina tendrá nuevo Presidente.
Pero en el medio hay un país dicotómico en lo económico. Alejado de los mercados y por lo tanto sin crédito a la vista, endeudado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) todo lo posible y con reservas más que escasas. El cepo y la inflación tampoco son problemas menores aunque si son difíciles de resolver.
Mientras eso sucede hay otra economía. Que cuenta con un empleo respetable, que tiene su dinámica, que sigue con un nivel alto de consumo y que crece poco pero crece.
Se publicó un informe del Banco Mundial donde el organismo proyectó que la economía argentina caerá 2% en 2023 y 2,3% en 2024, en un contexto precario que golpea a la economía global y en particular a los países emergentes.
Según la edición más reciente del informe Perspectivas económicas mundiales del Banco Mundial, «el crecimiento mundial se ha desacelerado marcadamente y el riesgo de que surjan tensiones financieras en los mercados emergentes y economías en desarrollo (MEED) se está intensificando, en un contexto de altas tasas de interés mundiales».
En este contexto, el Banco corrigió a la baja las perspectivas de crecimiento de la Argentina, ya que en abril último consideraba que el PBI del país se iba a mantener al mismo nivel que en 2022 (crecimiento 0% de la economía).
El nuevo Gobierno (hoy hay cuatro nombres con posibilidades de suceder a Alberto Fernández, Patricia Bullrich; Horacio Rodríguez Larreta; Sergio Massa o Javier Milei), tendrá que lidiar con un 2023 caótico, pero con un año entrante dónde algunos algoritmos pueden beneficiarlo. De hecho, mientras que en 2023 se perdieron alrededor de u$s 20.000 millones por la sequía, en un año se estima que dicho número será opuesto. Es decir, se pueden volver a ganar en exportaciones cerca de 20.000 millones de dólares.
También la energía jugará a favor de la Argentina. Es que el gasoducto frenará las importaciones de gas y además sumará exportaciones a la balanza comercial. En el medio de los buenos pronósticos no se descarta un ajuste vía devaluación, situación que puede provocar en 2024 una inflación mayor a la de estos días.