Categorías
Noticias Política

Villarruel bajo sospecha de los hermanos Milei

Victoria Villarruel conoció los detalles de su despacho en el Senado por un tour que le hizo su antecesora, Cristina Kirchner, que incluyó hasta el baño. Entró sin celular porque así se lo exigieron e hizo un chiste para descontracturar. Los que la conocen dicen que le gusta usar el humor para matizar las charlas y, con los propios, para mostrar cercanía. Algunos aventuran que la expresidenta se rio. Después de ese primer encuentro, del que no hubo ni foto, cuando se instaló Villarruel decidió cambiar los cuadros. “Eran muy feos. Puso otros de colores más alegres”, contó alguien que suele entrar asiduamente a ese despacho del primer piso. La vice sumó en este tiempo, además, el retrato de su padre Eduardo y algunas imágenes de la Virgen que le regalaron en sus visitas a varias provincias, que empiezan a tornarse un sello.

Pese a un paralelismo difícil de trazar, se podría decir que la vice y la ex, Victoria Villarruel y Cristina Kirchner, sí comparten algo: un fuerte hermetismo sobre su cotidianeidad que repiquetea también en su círculo cercano, de extrema fidelidad y silencio. Mientras en Balcarce 50 preocupa en demasía su vuelo propio, en su ambiente rechazan cualquier cuentapropismo. Destacan que Villarruel establece relaciones de lealtad y que su entorno la cuida de la sobreexposición que ya de por sí tiene en su rol como número dos del Gobierno. Por fuera, algunos la ven como “terriblemente desconfiada” y dicen que “le cuesta delegar”.

Tal vez sea por eso y por una idea superior de austeridad (que le reconocen propios y ajenos) que en sus recorridas federales viaja con un grupo muy reducido de colaboradores. “Se mueve sin equipo”, llegan a decir quienes ni siquiera integran su mesa chica. Sigilosa, vuela para sus recorridas en avión de línea, pese a que rara vez trascienden fotos suyas en esa situación. Sus postales con gobernadores y en actos patrios, que por no ir con fotógrafo muchas veces le hacen llegar desde las administraciones provinciales y que firma con la frase “todo por Argentina”suelen impacientar a los hermanos Milei, que en los primeros meses de gobierno miraron más hacia el exterior que hacia el interior.

Siempre atentos a que la escolta en la fórmula ganadora no intente desmarcarse con armado propio –sobre todo porque saben que junto al Presidente son dos de los políticos que todavía conservan un diferencial de imagen positivo en las encuestas (como marcó la última de Opinaia, que incluso la ubicó a ella arriba)–, a casi nueve meses de gobierno libertario prima el mandato de convivencia, pese a los sobresaltos, pero con una relación totalmente enfriada.

En sus escapadas, y en el día a día, a Villarruel la acompaña su secretaria privada, Guadalupe Jones, que es además su amiga, quien le maneja la agenda y a veces le saca fotos, contratada como planta temporaria en el Senado. “Es de confianza para ella y además tiene que serlo, para ver a quién atiende y a quién no”, explican sobre su ladera, que es hija del coronel Juan Carlos Jones Tamayo (que murió condenado por delitos de lesa humanidad) y quien, al igual que Villarruel durante su carrera profesional como abogada, estuvo ligada a organizaciones que se autodenominan de “memoria completa”. Otras veces se suma a las travesías la secretaria administrativa del Senado, María Laura Izzo, también cercana a Villarruel.

Su séquito de trabajo se completa con personal ligado estrictamente a su tarea en el Poder Legislativo y a otra parte que llegó tanto por contactos personales como por su actividad política. De este último tramo, algunos se fueron cuando a principios de año Villarruel cortó relaciones con el diputado nacional libertario Guillermo Montenegro, quien fue su mano derecha durante la campaña y le proveyó un buen número de contactos.

Las secretarías Administrativa y Parlamentaria se ubican en un cuarto lindero a su despacho. Allí es habitué un personaje influyente y activo para la vice: Agustín Giustinian, quien ya se desempeñó como secretario parlamentario del bloque Pro y ahora lo hace para la Cámara. Suele vérselo sentado a la derecha de ella en las sesiones. Aliados del exinterbloque de Juntos por el Cambio lo reconocen como alguien que sabe del reglamento de la casa y que tiene “excelente diálogo” para estos menesteres con los aliados.

En las filas de Villarruel está también la salteña Isolina Correa Monterrubio, que tuvo un paso por la política de su provincia y oficia como directora general de Relaciones Internacionales. Se suman los directores de Prensa Gaspar Bosch; de Protocolo, María Laura Arnejo y Soledad Aramendi; y de Asuntos Jurídicos, Grisela García Ortiz, de orígenes en Pro, como Giustinian.

Otra parte de sus colaboradores fueron derivados al Anexo del Senado. En los lugares donde se mueve Villarruel y su entorno hay depositadas llaves de ciudades y regalos que recibe en sus viajes por el país. Dicen los suyos que jamás se lleva los obsequios a su casa y que si son alimentos, sobre todo dulces, los comparte con el personal de seguridad y con los mozos.

Al Congreso va de lunes a jueves. Si no visita alguna provincia, suma los viernes. Coinciden hasta sus opositores que cuando circula por los espacios comunes es amable saluda a quien se le cruce. “Los villarruelines” suelen escoltarla cuando pasillea. Así los identifican en los otros despachos a los jóvenes de la agrupación La Derecha, que se referencian en ella. Una parte trabaja en la Cámara alta. “Andan en banda. Hay como máximo seis o siete que la rodean y la acompañan, la ayudan. Llevan, traen, suben a los palcos”, enumeran desde una oficina opositora para describirlos. “A veces aparecen los demás, son 30 o 40, que se sacan fotos en la puerta del Senado”, acotan.

Cerca de Villarruel dicen que los integrantes de La Derecha militan activamente en redes sociales porque no tienen bajada territorial debido a que la vicepresidenta no cuenta con capilaridad. “A veces participan de las actividades del Senado. Ellos la admiran y ella les da lugar porque los valora”, aseguran.

Victoria Villarruel con los "villarruelines", de la agrupación La Derecha

El “villarruelín” más empoderado es Juan Martín Donato, referente de esa agrupación que llegó con el diputado Montenegro pero se quedó con la vice. Mientras algunos con años en la política lo tildan de inexperto, Villarruel ve en él un buen colaborador que sumó alta influencia en el último tiempo, lo que despertó algunos recelos. Oficia, según dicen quienes se mueven por el Senado, como una especie de cadete todoterreno y en los papeles es titular de la Dirección de Atención Ciudadana.

Está también el “cordobés” o “Viramonti”. Así se refieren a Emilio Viramonte, cónsul de Dinamarca en Córdoba, que tiene una amistad de larga data con Villarruel y que pulula en su entorno. Desde afuera lo ven como un jefe de Gabinete virtual. No solo la recibió a la vice en Villa Allende en enero, sino que fue anfitrión de la comida donde confluyeron las personalidades de la política local, que se fueron sorprendidas por la austeridad de la velada.

Elegante, admiten hasta sus detractores, la vice está atenta a su imagen. Su obsesión: las escarapelas. Llega a ponerse hasta dos juntas: una en el tapado y otra en la camisa. Su peinador es Joaquín Persson y sus atuendos están pensados, sobre todo cuando desembarca en las provincias con los sombreros Maidana o los ponchos de UaynoGraciela Ocampo es una de sus diseñadoras favoritas y quien está detrás de sus característicos trajes de saco y pantalón.

Hace actividad física y, los que la conocen, dicen que se cuida pero que “come de todo”. No es raro verla almorzar en el comedor del Senado. Fue ahí que se reunió una vez con Karina Milei, su principal detractora en las filas internas y sobre quien hubo suspicacias de todo tipo en el Senado. Por ejemplo, esa vez que apuntaron al tándem hermana presidencial-vocero presidencial (o sea, Manuel Adorni) cuando desde la comunicación de la Casa Rosada mandaron fotos de un acto justo en el momento en que Villarruel llegaba tarde.

Karina Milei protagonizó también la mayor desautorización que sufrió la vicepresidenta, luego del tuit en el que la emprendió contra el “colonialismo” y la “hipocresía” de Francia. Buscaba defender a la selección argentina de fútbol y a Enzo Fernández –quien ya se había disculpado– por sus cantos racistas contra jugadores franceses. A días de que Milei fuera recibido por Emmanuel Macron, su hermana acudió a la embajada francesa para desvincular al Gobierno de los dichos de la titular del Senado.

Contraparte de Martín Menem, el preferido del mileísmo entre los presidentes de Cámaras, la mayoría de las veces la vice pide que le lleven la comida que preparan en el Senado a su despacho, así almuerza con alguna figura política o alguien que le acerca su equipo. También participa de las reuniones de Labor Parlamentaria.

Milei, con Villarruel y Martín Menem

Vinculada a los sectores más conservadores, los suyos la describen como una mujer de palabraestricta en sus visiones, pero dicen que no por ello deja de ser respetuosa con los opositores y destacan que no sobreactúa enojos innecesarios. El beneplácito con que la llegaron a mirar en otros sectores despierta una avalancha de teorías conspirativas en la Casa Rosada, sobre todo cuando intentan pegarla con el expresidente Mauricio Macri; o cuando se enteran que Villarruel –que niega cualquier corrimiento del oficialismo y jura trabajar para el Gobierno– habla por WhatsApp con algunos dirigentes de la fuerza amarilla. En ese marco llegaron los ataques de la diputada Lilia Lemoine, muy cercana a los hermanos Milei, que le pidió que se comporte“Que Lemoine le diga cómo tiene que ser vice…”, se escuchó en el Senado en una oración inconclusa pero reveladora.

Su figura también generó fricciones en el peronismo tras el jocoso intercambio que mantuvo en plena sesión con el senador José Mayans, que preside el interbloque K, que bromeó con el apodo “jamoncito” que le puso ella al Presidente. La simpatía no le cayó bien a Cristina Kirchner. “Con Mayans se pelean bastante y con [Juliana] Di Tullio se llevan como el culo, pero no se dejan de respetar, es gente educada”, alega alguien al tanto de las relaciones con los jefes de los dos bloques del kirchnerismo, espacio al que ella denuesta sobre todo en materia de derechos humanos. “No es tan diplomática con la gente que no le cae bien”, advierten, irónicos, los opositores K que vieron cómo Villarruel elevó el tono y le dijo con encono a Eduardo “Wado” de Pedro, hijo de desaparecidos, que por favor no la hiciera “entrar en su historia personal”.

Articuladores para sus relaciones políticas no existen, coinciden fuentes consultadas. “Operadores no se le conocen”, sintetizan desde los despachos más ligados a Cristina Kirchner. Es Villarruel quien, cuando la Casa Rosada la sumó a la negociación por la Ley Bases luego de bajarla, iba personalmente a llevar adelante los vínculos.

Desde sus huestes alegan que es una decisión propia. “No es porque no tenga a nadie que pueda hacer eso. Ella es nueva en algunos circuitos y cree necesario ir con su palabra, que vean su cara. Siente que tiene que estar ella. No es para que nadie hable en su nombre, gente para negociar tiene, pero quiere empeñar su palabra. Por eso la llaman cuando hay problemas, porque sus interlocutores confían en ella”, aseguran desde su entorno.