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Las senadoras Sandra Mendoza y Beatriz Ávila tienen más empleados que una PYME

En Argentina hay más Kirchnerismo de lo que se admite. El Kirchnerismo es una propuesta política basada en la «anomia». Propugna un modelo de sociedad donde las normas no molesten la libertad de las personas. Vivir sin normas morales, sin mayores preocupaciones preocupaciones.

Pasarse un semáforo en rojo, colarse en el transporte público o negarse a usar el tapabocas, son ejemplos de anomia, enfermedad social que sucede cuando las leyes, normas o convenciones pierden su carácter regulatorio.

Se podría decir que hay anomia cuando la no observancia de alguna norma en un cierto grupo social, sería eficiente, en el sentido de que ese estado de inobservancia sería óptimo respecto de cualquier otra situación posible; o sea, en ese estado nadie estaría peor y alguno, por lo menos, estaría mejor.

La mayor exponente del Kirchnerismo anómico es Cristina Fernández de Kirchner, la ex presidenta condenada por corrupción, con un fallo apelado, y varias causas por corrupción en tránsito judicial, donde muchos de sus ex colaboradores ya fueron condenados.

El modelo de sociedad con la que sueñan es el de la proletarización moral, sin mayores exigencias a sus líderes y representantes. Sin molestas demandas de buenas conductas. Donde todo está permitido y disimulado aunque dañe al cuerpo social.

En este marco se puede entiende que el senador libertario Bartolomé Abdala haya reconocido públicamente en un canal de televisión que tiene 20 empleados del Senado de la Nación trabajando en su candidatura a gobernador en la provincia de San Luis. Abdala es un Kirchnerista asintomático, pero al primer análisis salta la realidad. No es el único.

La senadora peronista Sandra Mendoza, tiene 29 empleados con elevados sueldos, que pareciera que no alcanzan para mejorar su cultura ya que en uso de la palabra en una sesión de la Cámara Alta dijo «espada de Domacle» para referirse a la leyenda que enseña que existe la  «amenaza persistente de un peligro» cuando se ejerce el poder. Tuvo su origen en Siracusa, Sicilia y los protagonistas fueron Dionisio I, un rey tirano y el servil cortesano Damocles.

La otra senadora que también tiene más empleados que una PYME es la alfarista Beatriz Ávila, que cuenta con 27 asesores. Un verdadera kirchnerista asintomática, que dice defender a los jubilados y exhibe posiciones morales cuando es entrevistada por algunos medios de comunicación.

Cada Senador recibe un sueldo bruto de $ 7.800.000 y administra una caja mínima para designar personal de al menos $ 15.387.386 por mes, según revela un informe publicado por el diario La Nación.
Además del sueldo, que incluye otros beneficios, como gastos de representación, pasajes aéreos y viáticos, los miembros de la Cámara Alta cuentan un mínimo de $ 8.729.840 para designar asesores. No obstante, los ingresos son mayores si el senador integra alguna comisión. “Por esa tarea, que es parte del rol legislativo, reciben 3173 módulos adicionales. Es decir, $ 6.650.608 para más contrataciones de personal que debería cumplir funciones parlamentarias”, indica el informe.

Las cifras son públicas, porque vivimos en una Democracia. Están en la página oficial del Senado de la Nación que se puede consultar por cualquier ciudadano que se quiera enterar cómo se utilizan los fondos públicos en ese poder.

En el Senado de la Nación hay 72 senadores y la primera en la lista con respecto al número de personal designado es la jujeña Carolina Moisés, del bloque Unidad Ciudadana, con 40 empleados. Un verdadero desatino, un grave insulto a la razón. Un privilegio que lesiona, en un país con más del 50% de personas bajo la línea de pobreza.

La senadora peronista tucumana Sandra Mendoza, figura en el séptimo lugar con sus 29 empleados y la senadora Beatriz Ávila, del Partido por la Justicia Social, pero Kirchnerista «asintomática», figura en décimo lugar con sus 27 empleados, al igual que su par salteño, ex gobernador de Salta Juan Carlos Romero.

El dato insólito es que el ex ministro de Salud de Cristina Kirchner y actual senador Nacional Juan Manzur, (Frente Nacional y Popular) es uno de los que menos empleados designó, con 7, lo que lo ubica en el puesto 68 de la grilla, que cierra con la santiagueña Claudia Abdala de Zamora, que es la que menos personal tiene, ya que nombró solo a cuatro colaboradores.

Mientras que hasta 1906 el Congreso de la Nación tuvo menos empleados que legisladores, la cantidad promedio de trabajadores del Parlamento superó durante la última década en 30 veces al número de diputados y senadores. Una verdadera vergüenza que exhiben nuestros representantes.

El récord de empleados estatales en el Congreso se registró durante la primera presidencia de Carlos Menem (1989-1995), con un total de 10.865 trabajadores en las Cámaras legislativas, estableciendo una proporción de 35,6 trabajadores por legislador. Como contraposición a estas épocas de «abundancia», la menor cantidad de empleados por diputado y senador fue de 0,3. Esto fue durante el gobierno de Bartolomé Mitre (1862-1868) donde se observó un plantel de sólo 25 empleados en todo el Congreso.

Uno de los mayores desafíos de la democracia consiste en combatir con éxito la pobreza y promover la justicia social. Este desafío no sólo es un objetivo en sí mismo, sino también una condición necesaria para que la propia democracia tenga futuro.