Concentrado en su atelier del barrio San Martín, en Mendoza, donde confecciona su línea de ropa, Felipe Prisco se desentiende del teléfono, está inmerso en el trabajo y en la música clásica que transmiten sus auriculares. Puede haber un terremoto, que no se enterará… «Es la manera que me desconecto de la realidad para prestar atención a cada detalle, soy muy obsesivo y puntilloso», se cataloga Felipe, sumergido en el universo de la confección y la costura de indumentaria, pasión, la que encontró a los 14 años.
Primero hay que decir que desde chico le fascinaba el mundo de las telas… Estando en pandemia visitaba a su abuela materna Nancy, a quien observaba embelesado durante horas mientras ella arreglaba distintas prendas familiares en su antigua máquina Singer o tejía algún escarpín.
«Siempre me iba de su casa y me quedaba con las ganas de algo más… Hasta que un día, decidido, fui con tela e hilo y le dije: ‘Abue, enseñame, quiero hacerme un buzo‘. Al principio se sorprendió y no me tomó muy en serio, pero viendo mis ganas, terminó siendo mi maestra y la que me regaló la primera máquina Janome, que hoy es mi gran tesoro y utilizo para pedidos especiales. Después tengo otras dos máquinas industriales que compré hace poco», cuenta mientras muestra con su teléfono las cómodas instalaciones.
Felipe tiene 17 años, vive con sus padres, cursa el quinto año de bachiller y, a diferencia de la mayoría de los chicos de su edad, asegura que ya tiene el futuro inmediato planificado: estudiar diseño de indumentaria en la Universidad de Mendoza y consolidar su marca FP, que tiene registrada desde principios de 2023.
Confiesa que no fue fácil apostar «por una actividad en la que no suele haber hombres», pero su deseo, voluntad y vocación estaban por encima de cualquier prejuicio y crítica insidiosa. «Molesta la mirada del otro, la mirada burlona y descalificadora, pero aprendí a hacerle oídos sordos. Admito que no fue sencillo ignorar el qué dirán, pero fue parte del aprendizaje».
Serio, formal y algo tímido, Felipe también dice que tiene su personalidad. «Soy fuerte, tengo mi carácter… No me meto bajo la cama ante la primera adversidad, porque creo que si me hubiese basado en lo que me decían o me escribían en las redes, nunca me habría dedicado a la confección de ropa. La gente puede ser hiriente de manera gratuita, pero también entiendo que hay mucha envidia. No sólo me insultan, sino que se meten con mi sexualidad. Imaginate lo que me decían por dedicarme a diseñar ropa para mujeres, pero decidí preservarme, hacer la mía y confiar en mis virtudes, ignorando lo demás».
Pero no quiere darle espacios a esos comentarios ni perder más tiempo. Comparte su entusiasmo Felipe con su primera entrevista como profesional. «Lo bueno es que es por algo que estoy haciendo, que no es frecuente tanto por mi edad, como por el tipo de trabajo, pero tengo mis méritos», piensa desde su atelier, un departamento familiar que quedó disponible y él lo tomó prestado y reformó a piacere para recibir a sus clientas.
La abuela Nancy, artífice de la vocación de su nieto, habló con este medio y con objetividad, todavía no sale de su asombro. «Es increíble que Felipe, con su corta edad, haya captado la atención por sus virtudes como diseñador. Como abuela, me siento muy orgullosa y emocionada. Estamos hablando de un chico muy particular, ya que desde muy pequeño su sensibilidad y creatividad eran evidentes en sus actividades. Ya se veía en él, desde chiquito, algo innato: su habilidad manual. Y francamente me sorprende que sus intereses no sean como los de los otros chicos de su edad».
Recuerda Nancy que durante la pandemia recibía seguido a su nieto, «que tenía mucho hambre por aprender a coser… La habilidad para dibujar y armar prendas me sorprendían. Nunca tuvo dudas al cortar telas, siempre se mostró seguro y desenvuelto. Venía a casa y llegaba con telas y pasaba horas creando moldes sin haber aprendido jamás nada, un autodidacta puro. Él armaba y yo desarmaba muchas prendas, y su prolijidad siendo tan adolescente me dejaban perpleja… Pobrecito, a veces le ganaba la ansiedad por ver terminado su proyecto».
Embalada, la abuela Nancy no hace pausas: «Miraba tutoriales y siempre volcaba interés por aprender. No sólo es hábil en sus trabajos, él solito maneja su emprendimiento con criterio y muy buen gusto. Tiene carisma y atrae tanto en las redes sociales, donde muestra su naturalidad frente a las cámaras… Y por lo que me han dicho quienes le han comprado vestidos, Felipe tiene una nobleza y una sencillez que captan admiración y generan cariño en su clientela».
Retoma Felipe el contacto y dice que «en el inconsciente colectivo está la sensación de que ser diseñador es un trabajo pensado para mujeres y es un error, porque basta con ver la cantidad de diseñadores varones que existen en la Argentina y en el mundo para derribar ese mito…. A mí me da plenitud y felicidad. Además, lo miro al revés: yo siento que desde mi lugar puedo generar atención e inspiración en el otro. Me pasa en la escuela, creo que llamo la atención porque soy el único chico en el curso que tiene una profesión definida y eso provoca inquietud, interés en el otro, no sólo críticas».
En tren de sueños, a Felipe le gustaría ser un faro para otros generacionales. «Les diría que no posterguen sus deseos, sus ganas y apuesten a lo que les gusta, sin pensar en los prejuicios, en el qué dirán… ¿Sabés la cantidad de jóvenes que como yo se frustraron por no seguir sus instintos y pensaron más en la mirada del otro que en la propia? Quizás suena fácil decirlo, pero yo lo hice, porque mis ganas pasaron por arriba de cualquier dificultad… Elegí acercarme a la gente que podía enriquecerme y nutrirme para darle rienda suelta a mi ilusión. Eso no tiene precio, estaré eternamente agradecido a los que me apoyaron desde los comienzos».
Como Carolina (45), que es una de sus primeras clientas, que lo conoció a Felipe a través de las redes sociales. «Me encantó un chaleco que hizo y que promocionaba en su Instagram… Le escribí y combinamos, fui a su taller a comprarlo y justo vi que estaba diseñando un vestido que me encantaba. Me lo mostró y era lo que estaba necesitando para una fiesta importante que tendría dentro de poco. Le pregunté si me podía hacer uno para mí, me dio el okey, me tomó las medidas y me hizo un vestido hermoso que me quedaba espectacular… A partir de allí pasó a ser mi diseñador favorito».
Lo que más sorprendió a Carolina fue «el conocimiento que tenía Felipe siendo tan chico. Primero me recomendó un tipo de tela, distinto al que yo tenía en mente, y tenía razón, al igual que el color, que tenía que ver con mi tez… Después me gustó su manera de trabajar, es rápido y expeditivo, necesité ir solo una vez, la segunda ya me calcé el vestido que tenía una confección y costura de primeras, con terminaciones impecables. Ahora me tengo que comunicar para hacerle un nuevo pedido para fin de año».
Hace saber Felipe que «las ventas las hago online, pero vienen a mi espacio para tomarse medidas y elegir las telas. Hago vestidos especiales para jóvenes que van a fiestas de 15, egresadas de 18 e invitadas a casamientos y empiezan los pedidos para las fechas de fin de año. Pero además tengo mi colección primavera-verano, que es la que estoy preparando ahora y que me tiene tenso y ansioso porque se me junta todo. Para estas prendas, mi clientela es mayor, oscila entre los 20 y 45 años».
Por ahora trabaja solo Felipe, que diseña, cose, moldea, promociona en las redes y vende. «Es mi emprendimiento, es mi trabajo que lo hago como un profesional que me siento. Yo salgo del colegio al mediodía, almuerzo algo rápido y me vengo a trabajar siete horas por día a mi estudio. Es una pyme que me permite no sólo tener mis ingresos, sino experiencia en un trabajo que tiene sus dificultades. Si bien es prematuro hablar de estilos, puedo decir, con humildad, que apunto a un diseño elegante, sobrio y minimalista, donde abundan los colores naturales, sin estridencias».
Como «cazador» de material en las redes sociales y, como autodidacta, se nutrió de YouTube, TikTok y otros tutoriales para adquirir mayor conocimiento. «Sigo mucho al francés Simon Porte, creador de la marca Jacquemus. De alguna manera él es mi faro, mi referente, me siento identificado por la vida que tuvo, si bien es un muchacho más grande que yo, tuvo un comienzo parecido… Necesitó expresarse a través de la confección de ropa. ¿De Argentina? Me atrae mucho la onda del diseñador Santiago Artemis y me encantan las marcas Kosiuko y Rapsodia, pero no conozco a sus diseñadoras», cuenta.
Radiante, vuelve a asomar la abuela Nancy: «Feli armó su propio atelier, pintó muebles, diseñó su propio perchero de madera y puso cuadros y montó un espacio lleno de detallecitos que realizó con poco presupuesto, pero sí con muchas horas de trabajo. Y quiero destacar que nunca descuidó la escuela, habla bien inglés y aprendió lenguaje de señas y hasta hizo un curso de finanzas para manejar su negocio. Como abuela considero que mi nieto es un modelo a seguir, tiene proyectos, no conoce la pereza y disfruta de una vida saludable, sin vicio alguno y siempre con una sonrisa».