En las universidades, escuelas terciarias y del nivel medio se está profundizando un fenómeno por demás preocupante: cada vez más alumnos concurren a clases sin haberse alimentado durante el día. Un extremo estado de situación desencadenado por los recursos limitados de los alumnos y de sus familias, y por el constante aumento de los gastos aleatorios, ejemplo principal el transporte. En consecuencia, en algunos establecimientos educativos algunos alumnos se desmayan en clase, mientras que otros abandonan sus cursadas.
Un relevamiento llevado a cabo por Matías Gayol, referente de Unidad Piquetera, develó que se tornó un lugar común que estudiantes de los niveles secundario, terciario y universitario asistan a comedores. Uno de los casos más emblemáticos que llamó la atención de Gayol es el de una pareja, él de 18 años y ella de 17, que estudian en una escuela de formación de trabajadores para la industria pesquera, y que se alimentan en espacios que reparten una ración de comida, puesto que carecen de un ingreso estable que les garantice alimentarse y afrontar los costos de estudio.
Pero, por su parte, Santino Cerezo, miembro del Centro de Estudiantes de la Escuela Técnica N°4, de San Isidro, detalló: «Teníamos un promedio mínimo de un compañero desmayado por semana, porque llevaban sin comer las 4 a 8, o 9 horas, que es el tiempo que dura nuestra jornada escolar, ya que no tenían plata para siquiera comprarse un sandwich». A su vez, Cerezo dejó en claro que «hoy lo más chico que podés consumir ronda los 3.000 pesos, y hay familias que no pueden darles ese dinero a sus chicos diariamente».
Por lo tanto, en una acción conjunta entre el Centro de Estudiantes y la Dirección Escolar de dicho centro educativo impulsaron la «merienda reforzada», dado que «son cada vez más los compañeros que no vienen alimentados de sus casas», señaló el estudiante. Sin embargo, este aclaró que «nosotros somos una excepción, porque en muchas otras escuelas no se brinda ese programa, entonces los pibes se mueren de hambre en las escuelas».
A modo de paliativo, Franco, integrante del Centro de Estudiantes de la Universidad General Sarmiento, reconoció que «además de solicitar la gratuidad del almuerzo y la cena en el comedor, de gerenciamiento privado, que tenemos dentro del recinto, les entregamos infusiones a los alumnos para que no queden más a la deriva, más de lo que ya están».
No obstante, al mismo tiempo tiene lugar el ingreso al mercado laboral informal de estudiantes cada vez más jóvenes. Al respecto, Gayol afirmó «Tenemos en nuestros comedores chicos de 19 y 20 años que se atrasaron en sus estudios secundarios porque se vieron obligados a realizar changas de albañilería, y hoy tratan de terminar el secundario como pueden, a la noche».
Pero también están quienes ni siquiera tienen esa suerte. En este sentido, el militante social reveló: «Muchos chicos nos confiesan ‘yo quiero estudiar una carrera pero trabajo todo el día, y no me dan los tiempos. Ellos mismos dicen que la cabeza no les da después de trabajar de sol a sol para poder subsistir. A pesar de que tienen muchas ganas de estudiar carreras de grado complejas. Entonces les queda el deseo y el futuro postergado».
Un desolador panorama que Gayol le adjudica “al gobierno nacional, que no está ejecutando los programas alimentarios”, los cuales alcanzan apenas el «25% del total». En tanto, Cerezo argumentó que «las políticas públicas no llegan a los estudiantes».
Testimonios que reflejan y alertan que la puerta al futuro que representaban las escuelas y universidades se está cerrando por un hambre que acecha de manera creciente.