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La inflación baja, pero la gente todavía «no la ve»

El último martes el Indec reveló que la inflación de octubre fue de un 2,7%. Un índice que lanzó una serie de elogios autoalabadores desde el Gobierno nacional como «misión cumplida» y «revolución económica». Sin embargo, dicha euforia no se palpa en los barrios populares, donde reconocen que el descenso inflacionario no se ve reflejado en los precios de los alimentos y, por lo tanto, el consumo sigue en picada.

Justamente, una expresión que se repite en los sectores populares afirma que «la baja inflacionaria es mentira, vemos más subas de precios que el mes pasado y por eso compro menos». El testimonio pertenece a Nahuel, oriundo de Quilmes, y que resulta coincidente con las impresiones de Marta, vecina del barrio popular 31, en la zona porteña de Retiro. La mujer reconoció, en forma elocuente: «El consumo bajó bastante en el barrio y se nota en la carnicería porque no hay mucha gente, dado que un kilo de milanesas sale 9.500 pesos, y en la verdulería pasa lo mismo. Eso pasa porque un kilo de papa sale 1.500 pesos, una locura por algo tan básico. Por ejemplo, a modo personal, nosotros para Navidad hacíamos siempre asado y este año no creo que eso suceda».

Desde la provincia de Corrientes, Joaquín señaló: «Hay alimentos que han aumentado más, como el azúcar, la leche, el arroz, los fideos, las frutas y las verduras. Además, hay aumento en servicios de electricidad, agua potable, gas, y en los combustibles. Sumados a los alquileres, otro de los rubros de mayor aumento, es lo más tedioso y preocupante».

Por esta no correspondencia entre la reducción del IPC y el consumo, Claudia, impulsora del merendero Los Lobitos, de la localidad platense de Melchor Romero, confesó que «no tengo mercadería para hacerles las meriendas a los chicos». Puesto que la última compra mayorista que realizó, mediante la tarjeta Alimentar Comunidad, por 498.000 pesos, le rindió 15 días. Al respecto, la mujer manifestó su deseo: «Me encantaría hacerlo de lunes a viernes porque los nenes vienen a preguntar, pero de mi bolsillo no puedo comprar», para asistir a los más de 150 niños que concurren a su entidad benéfica, 50 más que el año pasado.

En la ONG Athenea de Haras, que recibe a 80 familias, y a 60 jubilados, recurren a diferentes estrategias de consumos, con el afán de disponer de los alimentos y medicamentos necesarios para su labor solidaria. En relación a ello, Fernanda Moyano, máxima referente de la mencionada organización, reveló: «Hacemos compras comunitarias, en cantidades grandes, en ferias y grupos de trueque, donde obtenemos las medicaciones. Bajo esta mecánica pagamos diez mil pesos menos que en mercado, y así nos rinde».

En la descripción de su método de consumo, Moyano hizo alusión a las medicinas, que se destinan principalmente a los adultos mayores que concurren a su institución. En este sentido, ella detalló: «Hacemos un pequeño banco de medicamentos para poder garantizar su medicación, principalmente diabetes, artrosis e hipertensión, porque muchos nos reconocen que tienen que elegir entre pagar los servicios o el medicamento. A mi ONG nos llegó una factura por 350.000 pesos. Por esta razón, saqué un crédito para pagar la luz y en cuotas, porque si no me la cortan».

En nombre propio, Fernanda padeció en los últimos meses el retroceso del consumo: «Abrí una panadería en agosto y la cerré en septiembre. Pusimos el kilo de pan a 1.000 pesos, pensando que iba a ser un golazo. Pero nos compraban cada tanto 250 pesos, sumado a que se me rompió la máquina amasadora y nos vino 350.000 pesos de luz, dije hasta acá llegamos». Sin embargo, no bajó los brazos, y en las últimas semanas puso en marcha una heladería. Aunque la misma joven aseguró que «si bien vendemos el kilo de helado a un costo mucho menor que el del mercado, la venta es muy pausada».

Un desfasaje entre el porcentual del IPC más bajo de los últimos tres años y la capacidad de compra que Marta, del barrio 31, lo cristalizó, ilustrando su situación particular: «Lo irónico de esto es que trabajo en casas de familia por hora y me aumentaron en octubre 300 pesos, ahora gano 3.800 pesos por una hora de trabajo. Es decir que para comprar un kilo de carne necesito trabajar tres horas». Un panorama por el cual la vecina remarcó: «Nos va consumiendo, es muy angustiante llegar con tu sueldo a los 20 días del mes. No tengo otras opciones que tener que buscar trabajos extras, o pedir un adelanto a mi jefa».

Una expresión que ejemplifica la consensuada impresión de no advertir que el descenso de la inflación se advierta en las góndolas. Ni mucho menos en los valores tarifarios ni de los alquileres, que experimentaron subas del 9,7% en la ciudad de Buenas Aires, siendo la más alta del 15,3% en la Patagonia.