Este año aprendió lo que es una crónica, un epígrafe, a elegir fotos, a poner títulos. Salomé Ponce tiene 15 años y asiste a la Escuela Presidente Raúl Ricardo Alfonsín de Manuela Pedraza, en Tucumán. Gracias a la revista escolar que están confeccionando junto a sus compañeros dentro del programa PLaNEA, siente que incorporó no solo conocimientos sino también habilidades sociales.
“Es muy lindo porque nos piden trabajar en grupo que antes no lo hacíamos y eso hace que estemos mucho más unidos. Siempre soy yo la que divido los trabajos y veo quién se encarga de cada cosa. Alguno que no es bueno escribiendo dice yo mejor pregunto y vos después lo pasás con mejores palabras, otro elige las fotos y otros los títulos. Y así la vamos armando entre todos”, explica sentada en la galería de su casa, que queda en la zona rural de Balderrama, a 5 kilómetros de la escuela.
PLaNEA es una iniciativa de UNICEF Argentina que impulsa la transformación de la escuela secundaria en el país. Para eso, promueve intervenciones en tres niveles: la gestión educativa del nivel secundario, la gestión institucional de la escuela y el trabajo en el aula.
Para Liliana Beatriz Díaz, coordinadora de PLaNEA en Tucumán, el proyecto generó un clima de estudio distinto en el aula. “Hoy estamos transitando el quinto año de implementación en Tucumán y los directores observan que cambió la dinámica de la escuela, que hay más movimiento de trabajo, que saben la modalidad de trabajo de los docentes y los pueden acompañar. Cada proyecto presenta grandes interrogantes temáticos atractivos para docentes y estudiantes”, señala Díaz.
En cuanto al impacto positivo en los alumnos, Díaz afirma que a través de esta metodología adquieren conocimientos y competencias como protagonistas de su propio aprendizaje. También, destaca la participación activa de alumnos que en otras condiciones de enseñanza no se sintieron estimulados y capaces de involucrarse por temor a fracasar. “Los alumnos están más interesados, les gusta tomar decisiones sobre donde buscar información, seleccionar las fuentes, trabajar en equipo, llevar e indagar en su barrio, realizar entrevistas y observaciones en el lugar donde viven, es decir salir del aula y ser gestores de sus aprendizajes. Valoran la diversidad de experiencias que se les presentan y la oportunidad de trabajo en equipo”, agrega Díaz.
Salomé y sus compañeros decidieron que el nombre de la revista escolar sería “Las experiencias del Alfonsín”, y desde marzo hasta hoy están registrando cada uno de los acontecimientos de la vida escolar: los actos, los eventos, las charlas y las salidas.
“Toda esta semana estuvimos trabajando buscando fotos, haciendo crónicas, analizando textos y aprendiendo a manejar la tecnología. La profe nos mostró una revista terminada que hicieron los chicos del año pasado y nos dio algunas nociones de periodismo. Fue lindo e importante aprender sobre las noticias para poder crear la revista”, agrega Salomé, que vive con sus papás y con su tía abuela en una casa que tiene más de 100 años, rodeada de plantaciones de cañas de azúcar y árboles frutales.
Cambiar cómo se enseña y evalúa
PLaNEA promueve la participación de los estudiantes en el proceso de aprendizaje a partir de actividades que involucran la resolución de problemas auténticos que les exigen tomar decisiones, indagar en diversas fuentes, poner en relación diversos contenidos, saberes y lenguajes.
“Lo que se propone es cambiar las formas de enseñar y de evaluar a través de la enseñanza basada en proyectos. Los profes reconocen que tienen que volver a aprender a enseñar y pasar a una lógica en la que el docente genera las condiciones para que los chicos y las chicas aprendan, que los contenidos se ponen en función de la resolución de problemas, en donde las formas de hacer el recorrido de aprendizaje incluyen indagación, construcción de conocimiento de manera individual y entre pares, y eso mueve el aula de otra manera”, afirma Cora Steinberg, especialista de educación en Unicef Argentina.
El programa PLaNEA se implementa junto con los gobiernos provinciales de Tucumán, Chaco y Córdoba, en 194 escuelas secundarias, alcanzando a más de 40.000 estudiantes, a más de 2400 docentes y a 320 miembros de equipos directivos. En la escuela Alfonsín, funciona desde 2019 y tuvo una gran aceptación por parte de los docentes y de los alumnos. “Es un trabajo mancomunado que tienen todos los alumnos para interrelacionar las materias y exponer sus proyectos. Además de la revista digital, también tenemos proyectos sobre grooming o sobre la actividad rural que realizan los padres como es la caña de azúcar. Tratamos de que todos los proyectos sean en base a la realidad de los chicos”, señala Beatriz Moreno, directora de esta escuela a la que asisten 211 alumnos.
Salomé cursa la escuela en el turno tarde. Por la mañana, hace algo de tarea y ayuda a su mamá con las tareas del hogar. Ya tiene decidido qué quiere ser cuando sea grande: su madrina se recibió se psicóloga y ella quiere seguir sus pasos. Para eso, se tendría que mudar a San Miguel de Tucumán. “No tengo Internet en mi casa. Solo tengo los datos del teléfono en algunos lugares de la casa. Por ahí se va la señal y vuelve. A futuro me gustaría ayudar a otras personas a que puedan desarrollar su salud mental, ayudarlos a superar sus miedos y sus traumas. Es mi sueño y creo que si me lo propongo lo voy a lograr”, dice convencida.
Interés por lo propio
El proyecto PLaNEA incluye en todos los años escolares proyectos en las áreas de Naturales, Sociales, Matemáticas, Lengua y Computación. Salomé cuenta que el año pasado el trabajo que hicieron en Ciencias Naturales tuvo que ver con las reacciones químicas. En 2do año, en Lengua se concentró en las Leyendas y los Mitos. “Tienen mucho interés en aprender. Y al tener contacto directo con el tema que están trabajando, lo pueden desarrollar mejor porque es la vivencia que tienen en el día a día, no son cosas lejanas. Entonces le hacen entrevistas a sus familiares, a los dueños de los campos. Y se ve el interés de los chicos para saber más de lo nuestro y las cosas del lugar”, agrega Moreno.
Desde chiquita, Salomé ya era muy aplicada. En Jardín de Infantes, fue abanderada. Su mamá, Mirta Liliana Aragón, cuenta que “cuando estaba en primer grado, la maestra se admira porque ella en mayo ya sale leyendo. Yo soy docente y algo le había enseñado. Es una chica muy buena, muy inteligente y muy dispuesta. A mí me han criado temerosa y ella no tiene miedo nada”.
La iniciativa impulsa el desarrollo de estrategias específicas para promover el trabajo entre pares. Los estudiantes aprenden a abordar el conocimiento de manera colaborativa como también a buscar, sistematizar e interpretar información proveniente de diferentes fuentes; a comunicar lo aprendido; a organizar el tiempo y las tareas escolares.
“Se genera la construcción de un círculo más positivo, en donde los chicos y las chicas que quizás no participaban tanto, los que no hablaban y no preguntaban, se suman porque la propuesta trae también la diversificación de caminos, de actividades, de tareas. Construir un relato es hacer una obra, es hacer una encuesta en el barrio, es indagar en Internet, y todos van encontrando su espacio. Y logra un nivel de motivación y participación más alto entre los estudiantes”, dice Steinberg entusiasmada.
Los datos muestran que, en comparación con la media de las escuelas secundarias estatales, las escuelas bajo programa reducen a la mitad el abandono escolar, incrementan la promoción escolar en 12 puntos porcentuales y bajan la repitencia en 17 puntos porcentuales. “Estas no son pedagogías nuevas, es un error pensar que hay innovación: el trabajo basado en proyectos ya tiene más de 100 años. Hay mucho por hacer en la escuela y estos límites que vemos en los resultados de aprendizajes tienen que ver con la propia propuesta escolar, que no está en relación a los tiempos que vivimos ni en la diversidad de los chicos que tenemos en el aula”, agrega Steinberg.
Estudiar, a pesar de la distancia
En la zona en la que vive Salomé no existe en transporte público para llegar a la escuela. Su única opción para hacer las 50 cuadras de tierra que la separan de la escuela, es subirse a la moto de su papá y hacer malabares para no caerse. “El camino muy lindo no es. Está deteriorado, lleno de pozos, piedras sueltas que complican la estabilidad de la moto. Tardo alrededor de quince minutos, depende la velocidad a la que vaya. Cuando llueve se pone muy resbaloso y tengo que ir más despacio”, dice la adolescente.
Como ella, muchos de sus compañeros tienen que hacer varios kilómetros caminando, en bici o en moto, para poder llegar. “Es mucha distancia y no hay que desconocer los peligros de que venga una adolescente sola caminando en medio de un cañaveral. En el tiempo de invierno modificamos el horario y la séptima hora no la damos porque ya oscurece temprano y los chicos tienen que caminar distancias largas”, dice Moreno.
El papá de Salomé es jubilado y trabajó siempre en el ingenio de azúcar y su mamá era docente. Si ella pudiera pedir tres deseos serían poder irse a vivir a otro lugar más cerca de la escuela, recibirse de psicóloga y que ningún chico tenga que trabajar, que su única preocupación sea el estudio. “En cinco años me imagino estudiando y viviendo en otro lugar. Me gusta el campo pero hasta cierto punto porque me queda complicado para muchas cosas”, concluye.
Mirta tiene muy en claro lo que quiere para su hija: que estudie. “Yo quiero que ella siga lo que quiera, no imponerle nada ni desilusionarla. Ya se verá la manera de que ella pueda seguir lo que le gusta. Al lado, Segundo, su papá de 72 años, agrega: “Yo estoy orgulloso de ella. Yo soy llorón, yo la quiero de más a mi hija, es lo único que tengo”.