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¿Te dormís en el trabajo?

¿Medio confundido el lunes por la mañana después de un fin de semana de trasnoche prolongada? Tal vez la culpa sea del jet lag social”, como le llaman ahora los expertos al desacople entre los horarios de sueño, cuyo impacto en la salud puede ser tan fuerte como la cantidad de horas que dormimos, según las conclusiones de una nueva investigación.

Casi la mitad de los adultos norteamericanos experimenta alguna forma de jet lag social, según el relevamiento que acaba de ser publicado en la revista científica JAMA Network Open. El término refiere al desacople entre el tiempo biológico de una persona, determinado por los ritmos circadianos, ese ciclo de aproximadamente 24 horas marcado por el reloj interno de nuestro cuerpo, y el reloj social, influenciado por el trabajo, las obligaciones que debemos cumplir, y el resto de nuestras actividades sociales.

Al igual que el jet lag que uno sufre cuando viaja a lugares con amplia diferencia horaria, el social es un tipo de desajuste circadiano en el cual el ritmo interno del cuerpo deja de estar en sintonía con el entorno. Pero a diferencia del jet lag de los viajes, que suele durar un par de días, el social suele ser crónico y sus síntomas son menos obvios.

“Los efectos del jet lag de los viajes son directos y agudos”, dice Aric Prather, psicólogo de la Universidad de California en San Francisco y experto en el tratamiento del insomnio, quien no participó del reciente estudio. “Pero el jet lag social es más sigiloso, suele estar escondido a plena vista, pero igual puede afectar nuestra salud.”

El jet lag social se mide calculando la diferencia entre el promedio de sueño en los días laborables y el promedio de los días no laborables. Ha sido relacionado con mayor riesgo de depresión, obesidad, diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares, como ya demostraron investigaciones anteriores. También ha sido asociado a hábitos alimenticios poco saludables y a menor rendimiento escolar o académico. Los estudios sugieren que cuanto más fuerte es ese jet lag social, peores son los problemas de salud que acarrea. Y según los expertos en sueño, eso se verifica aunque la persona esté durmiendo la cantidad de horas recomendada, que para un adulto es de al menos 7 horas continuas.

“Dormir poco es malo para la salud, pero los horarios de sueño también nos afectan”, dice Prather. “Lo interesante es que el riesgo para la salud puede ser independiente de la cantidad de horas dormidas.”

Ritmo propio

Los expertos en sueño aclaran que hacen faltan más investigaciones que estudien los efectos nocivos del jet lag social sobre la salud. Lo que sí se sabe hasta el momento es que los ritmos circadianos coordinan la mayoría de las funciones fisiológicas y que la mayoría de las células del cuerpo tienen su propio reloj interno.

“Sabemos que el ritmo circadiano tiene un papel crucial en nuestra salud”, dice Prather. “Tal vez estemos sufriendo alteraciones en el reloj circadiano y el problema de derive de eso, pero todavía es un campo científico muy incipiente.”

En alrededor del 47% de los 9000 adultos norteamericanos que participaron del reciente estudio se verificó un jet lag social de al menos una hora, y en un 20% de ellos se constató uno de más de dos horas. Según sus autores, es el primer estudio a gran escala que compara la duración del sueño de adultos estadounidenses en días laborables y no laborables por separado.

“Una hora de jet lag social es como cambiar de zona horaria sin siquiera viajar”, dice Susheel Patil, directora de medicina del sueño del sistema de Hospitales Universitarios de Ohio, que no participó en el estudio. “La persona puede tener dificultades para conciliar el sueño, mantenerse despierta, despertarse del todo, o puede despertarse antes de tiempo, lo mismo que ocurre con el jet lag de los viajes.”

Y si bien casi todos podemos adaptarnos bastante bien a un breve período de jet lag social, las disrupciones crónicas de los ritmos circadianos pueden ser perjudiciales para la salud, dice Patil.

El buen dormir

Según el análisis de los datos, en los días no laborables, en promedio los participantes durmieron más, se acostaron más tarde y se despertaron más tarde. También se verificó que los participantes dormían un promedio de 7,5 horas en los días laborables y 8,2 horas en los no laborables. Por otra parte, alrededor de un 25% dijo dormir menos de siete horas en los días laborables. El análisis se basó en datos desde 2017 hasta 2020 de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), que cada año evalúa una muestra representativa a nivel nacional de unos 5000 niños y adultos.

Una proporción significativa de esos adultos también informó otros problemas con el sueño. Alrededor del 30% dijo tener problemas para dormir y más de un 20% señaló experimentar somnolencia durante el día.

“No solo el sueño, sino el momento de dormir son importantes y deben ser una de las prioridades de una vida saludable en general”, señala Patil.

Y entre las prácticas del “buen dormir” que suelen recomendar los expertos se destaca tener un horario de sueño regular, desarrollar alguna rutina relajante y reparadora antes de acostarse, y regular el estrés a lo largo del día.

“En la medicina del sueño, no ocupamos de pensar formas para optimizar tanto la salud del sueño como la salud circadiana”, dice Patil. “Aunque una persona duerma suficientes horas, una desacople del sistema circadiano terminará afectando la calidad de su sueño. Nadie se siente mejor que cuando ambos sistemas funcionan en sintonía”.

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