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«El mejor programa nocturno que puede haber en la Argentina es venir al Teatro Colón»

Desde que regresó al país en 1983, después de una década de vida en Francia –allí tuvo dos hijos, estudió Antropología, empezó a trabajar en artes visuales, se inició en política y aprendió su fuerte: el cuidado del patrimonio-, Teresa Anchorena hizo una larga trayectoria en gestión cultural en el ámbito público. Su currículum es conocido y amplio, y su labor más reciente adquirió gran visibilidad al frente de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos. Pero seis años y medio más tarde, tras inyectar a miles de personas un cierto fervor por los tesoros y pueblos escondidos de todo el país, este invierno terminó su mandato como presidenta del organismo. Ahora, su lugar está en el Teatro Colón, donde conversa café de por medio, en un bullicioso Paseo de Carruajes. Por allí entran y salen grupos de visitantes que recorren el lugar con la boca abierta y expresiones de admiración.

Fue imposible el sábado a la noche no pensar inmediatamente en esta cita concertada de antemano con la mujer que brega por el cuidado de los edificios y las obras de arte, flamante asesora del director general Jorge Telerman. Cuando estaba por comenzar la última función del ballet Romeo y Julieta, en la sala principal, se oyó un fuerte ruido. “Seguro que se cayó un bastón”, arriesgó alguien en la Fila 6, mientras la orquesta comenzaba a tocar la obertura de Prokofiev. Sin embargo, en el primer intervalo, las marcas de yeso sobre la alfombra del pasillo lateral de la platea llevaron a alzar la mirada hacia los palcos altos, de dónde había caído el involuntario proyectil: un teléfono celular se zafó de las manos de su dueño. La anécdota no termina ahí, porque afortunadamente no hay que lamentar heridos, pero sí el desprendimiento que el impacto ocasionó en el ornamento de los balcones.

Así que esta entrevista comienza con la entrega en mano de un trozo de yeso, pintado en dorado y verde, recuperado del piso de la sala. Y una respuesta que enseguida disipa cualquier preocupación. “Hay que buscar el lugar del impacto –analiza Anchorena-. Todos estos ornamentos son para la acústica. Por eso los teatros están muy adornados, porque absorben y reflejan el sonido. Muchas veces son yesos y otras son de cartapesta. Ahora vendrán los restauradores y a solucionar el tema, que no es grave. Grave hubiera sido que se desprendiera y se cayera solo”.

-A los ojos de cualquier persona el edificio del teatro se ve muy bien, ¿cuál es tu diagnóstico de especialista?

-Hay una conciencia y un compromiso muy grandes, de la gente de adentro y de la gente de afuera. En las diferentes áreas, hay conocimiento. El teatro está bien cuidado por profesionales muy buenos, que se ocupan.

-Algunos de ellos tienen tantos años de experiencia que su conocimiento es parte de un patrimonio intangible. Se me ocurre, por ejemplo, “el Tano” Antonio Gallelli, en escenotécnica.

-Ese es el patrimonio humano, tesoros que también tiene el teatro. Esa sabiduría, esa gente tan valiosa que ha recibido el conocimiento de los que estaban antes y que a su vez lo atesoran. El otro día conversaba de esto con Enrique Bordolini, el director escenotécnico, que tiene a su cargo escenografías, vestuarios, utilería: me contaba que para reordenar el inventario en Sastrería van a convocar a gente jubilada, que trabajó antes en el sector.

-No había nadie antes en la función que asumís, ¿sería una asesoría?

-Sí. Todavía no hace tres meses que estoy trabajando. Por un lado, estoy tratando de articular con la gente a cargo de las diferentes áreas para lograr un archivo que le sirva al teatro y que esté abierto al público. Es un desafío grande. Hay muchos archivos y están bien; no estoy llegando a un terreno virgen. Yo estoy para hacer un diagnóstico, para asesorar a Jorge Telerman, y para eso primero tengo que conocer qué hay.

-Pero seguro habrá un proyecto propio que te gustaría hacer.

-Me encantaría ver cómo quedó restaurado el telón histórico en el Masterplan y, en la próxima temporada, usarlo para ocasiones especiales. Me gustaría que pudieran convivir los dos telones: que para algunas óperas o para el 25 de Mayo, se pueda colgar el original. Tengo en mente una exposición con fotografías de Maria Callas, Plácido Domingo, Rudolf Nureyev, Maya Plisetskaya, todos saludando al público junto a esa tela que absorbió la energía de los artistas más grandes. También le propuse a Telerman este curso de patrimonio del Colón, tangible e intangible, que empieza ahora. Este año vamos a hacer solamente tres clases, gratis, online: se estrenan los jueves, a las 18.30, pero después quedan en YouTube. Y, en vivo, los inscriptos pueden intercambiar opiniones en el chat. Eso es fundamental porque a la gente le gusta participar y a quienes organizamos nos resultan muy interesantes los comentarios y las críticas. En total van a ser doce clases con señores profesores y nivel universitario. Ya tenemos 3800 inscriptos.

«Me gustaría que pudieran convivir los dos telones en la próxima temporada, volver a colgar el telón original en ocasiones especiales. Maria Callas, Plácido Domingo, Rudolf Nureyev, Maya Plisetskaya: la energía de los artistas más grandes está en esa tela histórica.»

-Entonces lo que empieza ahora sería como un CBC, el ciclo básico común del patrimonio.

-¡Sí! [se ríe]. Y en marzo y abril retomamos. Al final, haremos un multiple choice y entregaremos diplomas a quienes respondan correctamente el 70 por ciento de las preguntas.

-¿Cuáles son los principales temas de “Historia y Geografía” del teatro?

-La historia no comenzó en este teatro, mucha gente no sabe que empezó en la Plaza de Mayo. Fabio Grementieri, que es un super docente, dará tres clases deslumbrantes. En el primer encuentro estará también el músico y periodista Martín Leopoldo que, por ejemplo, va a hablar sobre una trama apasionante detrás de la presentación de la cantante Montserrat Caballé en los años 60. La bibliotecaria Alejandra Balussi dará toda la bibliografía y la profesora uruguaya Lucía Chilibroste va a hablarnos del ballet Romeo y Julieta.

-Después del gran éxito en pandemia de los cursos de Patrimonio de la Comisión de Monumentos que presidías, ¿notás un interés renovado sobre estos temas?

-Creo que el patrimonio ha entrado en la agenda pública y política: es un tema importante. Interesa, claro, y por mi experiencia en los últimos años, es una prioridad en las provincias. En Buenos Aires tenemos una ciudad extraordinaria, hay que reconocerlo, apreciarlo y amarlo. Desde hace veinte años ha ido creciendo cada vez gracias a múltiples factores: por un lado, una toma de conciencia de la ciudadanía de que el patrimonio construido es importante; por otro, los poderes públicos, la ciudad en este caso, respondió y se ha embellecido mucho. Y digo “embellecido” a propósito, porque no hay que tenerle miedo a esa palabra. Donde se interviene el patrimonio y se restaura el lugar, se adquiere una belleza que no había antes; algo pasa de ser viejo a ser antiguo; es nuestra identidad y nuestra historia, eso a todos nos hace bien. Cuando se restauró el hall central de la estación Retiro, que era un lugar de nadie, todo el mundo lo empezó a cuidar. Y no hubo grandes clases: solo vieron que estaba bello. Todo el mundo es sensible a la belleza y en este teatro lo primero que dice la gente cuando entra es: “Aaah!” [imita, con un suspiro de admiración]. El acceso a la belleza es para todos, a través de la sensibilidad. Luego, si esa sensibilidad está cultivada, mejor. Pero no hay una belleza para la gente más cultivada y otra para la menos. Lo mismo pasa con la naturaleza. Yo, por ejemplo, tengo una casa con un patio muy lindo; fue por ese patio que la compré, en 1982. Cada vez que un argentino visita mi casa se oye: “Aaaah, yo tenía un patio así” –o “mi abuela, mi tía, mi vecina… tenía uno”-. Todo el mundo tiene un patio en su corazón, del más rico al más pobre.

-¿Y qué tiene de especial ese patio?

-Es muy lindo porque es un patio con plantas de patio: una parra, rosa china, nísperos, helechos serrucho. Por eso me gusta. Tiene baldosas ajedrez en ocre y blanco, esos muebles divertidos con pedacitos de mosaico, típico de los años 50. Pero volviendo a lo anterior, el teatro es la magnificencia de una promesa de gran país. El Colón es más importante como teatro que la Argentina como país: no somos el primero o el segundo país del mundo, pero tenemos el primero o el segundo teatro del mundo.

-¿Con quién compite en tu ránking?

-Podría ser con la Ópera de París [piensa]. La Scala de Milán… La Metropolitan Opera House también es maravillosa, pero es otra época. El San Carlo de Nápoles, fabuloso, pero no, creo que sería con la Ópera de París [el Palacio Garnier].

-¿Te gusta más la ópera, el ballet o los conciertos?

-Me gusta todo. El mejor programa nocturno que puede haber en la Argentina es venir al Teatro Colón. Ahora el desafío, y sé que Telerman está muy comprometido, por eso aceptó hacer este curso, es llegar a todo el país, que más gente pueda venir y ser feliz.

-¿Estabas para quedarte más en la Comisión de Monumentos?

-Fui nombrada por el presidente Macri por un periodo de seis años, que se venció en enero pasado; el ministro de Cultura me prorrogó seis meses más para redondear algunos temas y después nombró a otra persona [Mónica Capano].

-Con tu larga trayectoria en el ámbito público y la política cultural, cómo vivís hoy ser una funcionaria que puede ir de una orilla a la otra de la grieta que atraviesa al país.

-Es mi gran desafío. Yo no creo en la grieta. Se puede trabajar muy bien basado en el conocimiento y en el amor al país, con gente de todos los partidos políticos. Cuando uno es funcionario no es más militante. A mí el sueldo me lo pagaba el país y ahora me lo paga la ciudad, no los militantes de uno u otro partido. Y mi deber es trabajar para todos. Cuando hay un tema interesante, eso supera totalmente la grieta. En la Comisión de Monumentos nunca le preguntamos a nadie de qué partido es. Pero además, no soy una militante política; yo milito para que a la Argentina le vaya un poco mejor, aportando en lo que sé hacer, que es gestión cultural. No soy del Frente para la Victoria ni de Juntos por el Cambio: soy radical. Me afilié en el año 1982.

-¿Antes de volver de Francia?

-Sí, me afilié en Francia. Me hizo radical Hipólito Solari Yrigoyen, a quien siempre le estoy agradecida. Con él me inicié en la política.

-Hace unos días, la expresidenta del Fondo Nacional de las Artes Carolina Biquard compartía la alegría de Ana Mujica, hija de Manucho Mujica Lainez, por el avance en la restauración de El Paraíso, la casa museo de La Cumbre. “Gran mérito de Teresa”, me decía. Ahora que dejaste la Comisión de Monumentos, ¿cuál crees que fue el mayor logro y cuál el mayor pendiente de tu gestión?

-Creo que el mayor logro fue empezar a realizar el proyecto de pueblos y centros históricos, restaurar y cuidar lugares olvidados en toda la Argentina. Pendientes me quedan montones de cosas. El gran aprendizaje es no esperar el reconocimiento. Me alegro muchísimo de que haya salido lo de la casa Mujica Lainez, pero yo ya no soy actora ahí. A mí me gusta cuando los trabajos se disfrutan, lo pasás bien, conocés mucha gente de la que te vas haciendo amiga. Y ya está. Cuando terminó, terminó. Ahora tengo que mirar para adelante.

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