Así como una travesura a edad temprana puede terminar con trágicos resultados, en los últimos tiempos se han registrado no pocos episodios que involucran a chicos en edad escolar portando armas en establecimientos educativos, que deben movernos a reflexionar sobre sus causas y a prevenir sus consecuencias.
Días atrás, se conoció el caso de un niño de 11 años que llevó un arma a su escuela, la primaria Nº 55 de La Plata, y subió dos filmaciones a sus redes sociales que rápidamente se viralizaron. El arma sería de aire comprimido y pertenecería a su padre que trabaja en una agencia de seguridad privada. En el primer video se grabó a sí mismo camino a la escuela con el arma escondida entre las ropas. En el segundo, se lo ve sin reparo alguno insistiendo con que el arma no es de juguete, golpeándola contra la pared para que se escuche el sonido, y advirtiendo “soy re mafia”, con un lenguaje orillero y cargado de violencia. Advierte también que puede tirarle un tiro a su maestra, señalándose la frente.
Las autoridades explicaron que durante una clase de matemática, la maestra de sexto grado notó movimientos extraños en el fondo del aula y que, al acercarse, observó que un chico tenía un arma sobre sus piernas. Ya fuera del salón, ella conversó con el alumno, quien accedió a entregar el objeto sin oposición y contó que la había llevado para hacer una broma.
Al malestar de la comunidad educativa se sumaron decenas de padres que pidieron explicaciones a raíz de que el establecimiento no reportó el incidente, del que se enteraron solo por sus hijos. Aunque se habló de que el niño habría dado un culatazo a la maestra y mostrado el arma a los demás chicos, la directora del establecimiento desmintió que hubieran existido agresiones, amenazas o golpes a docentes y compañeros. Explicó que se aplicaron los protocolos de intervención en situaciones de conflicto, que se radicó la denuncia correspondiente en la comisaría y que se entregó el arma “no letal”. Por otra parte, reportaron también haber hablado con la madre del menor.
A modo de protesta, un 50% de los estudiantes no asistieron a clases al día siguiente mientras se estudia sancionar al niño, con antecedentes de “conflictivo”, habiéndose descartado su expulsión para que no quede fuera del sistema educativo.
En junio del año pasado, un alumno de primer año de un establecimiento educativo del barrio porteño de Belgrano, que había llevado dos armas de plástico, recibió una suspensión de una semana. Otro, de Florencio Varela, simuló fusilar a un compañero y apuntó a una joven con un arma de juguete, subiendo también las imágenes a la web. A principios de este mes, otro estudiante había concurrido con un arma a la escuela secundaria Nº 44 de la localidad de Villa Elvira, en La Plata.
Todos estos episodios causan conmoción y honda preocupación. Son, sin duda, emergentes de una situación general en la que la violencia adquiere cada vez más protagonismo, tanto entre los jóvenes como en el mundo adulto. Llaman también a la reflexión sobre las nuevas tendencias instaladas que buscan golpes de efecto para alcanzar más seguidores en redes sociales sin reparar en las consecuencias.
Mientras los establecimientos educativos activan protocolos para enfrentar y castigar estas graves conductas, los adultos, además de revisar los propios comportamientos y sus ejemplificadoras consecuencias en los jóvenes, deberemos promover las conversaciones necesarias para tratar de evitar que peligrosos episodios de esta naturaleza se repitan.